Cualquiera
puede decir que la riqueza de un hombre se define por los bienes materiales que
acumula en el transcurso de su vida: dinero, casas, autos, terrenos y todo tipo
de cosas que se pueden comprar.
Sin
embargo, me atrevo a asegurar que su mayor tesoro es la sabiduría adquirida a
través de los años, la experiencia vivida en todas las etapas de la vida y la
lucidez para recordar y transmitir éstas a las nuevas generaciones.
Nadie mejor
que un abuelo representa esta virtud en la vida de un hombre.
Así como de
los árboles brotan hojas, de los abuelos las palabras. Los niños son pájaros que vienen a posarse en
sus brazos para escuchar con asombro las
anécdotas y cuentos que interminables nacen con jocoso acento. Ningún ave se
posa en un árbol muerto para hacer su nido, ningún niño cuelga su alegría en una
rama seca y sombría. Un árbol cobija pero el abuelo fascina.
Él es un
doctor que cura la tristeza, un artista que improvisa; canta, toca y cuenta
historias divertidas, es un mago que
recrea fantasías, un pintor que pone colorido a nuestra vida. El abuelo siempre
tiene una palabra de aliento, es un amigo que sabe guardar secretos, que tiene
soluciones a los problemas más difíciles, es un cofre lleno de sorpresas y
tesoros que reparte generoso.
El abuelo lo sabe todo, como si hubiera vivido
mil años y mil vidas distintas. En él se han juntado todos los tiempos y le
gusta andar en ellos de arriba abajo. A veces parece un niño que nunca creció,
otras se comporta como un gran señor y en ocasiones es un ser necesitado de cariño y
afecto aunque no lo diga.
El abuelo
nunca perdió su tiempo, ha guardado toda su vida en un gran repertorio de
palabras.
Cuando lo miro sentado en su mecedora con su
carita alegre y rodeado de curiosos
nietos, reflexiono.
Es cierto
que hay que vivir el presente, cerrar puertas al pasado y caminar de frente.
Quizás hoy se diga a la juventud que no importa el pasado, que se olvide lo
vivido porque es una carga que impide avanzar, sobre todo si son experiencias
desagradables, desafortunadas o tristes. En el mundo actual las cosas y hechos tienen
un sello de desechable. Todo sirve para un momento y luego se suple. Nada queda
para reciclar. Lo único que vale es acumular bienes materiales, riquezas, poder, control
sobre los demás. Las cosas espirituales
poco importan y menos los recuerdos, los afectos y emociones. La vida fluye
ágil, llena de deseos superficiales, que tan pronto se cumplen dejan vacíos los
cuerpos y las mentes, como si se tratara de soñar la vida y no vivir los
sueños. En este mundo de precipitados cambios, el pasado pronto se olvida y el futuro no se cuestiona.
Sin
embargo, los abuelos saben que los recuerdos son su verdadera riqueza, sin
éstos no tienen identidad ni origen. Por eso los guardan en sus corazones, y en
sus mentes las personas viven, no son simples números o nombres. Cuando
platican son generosos y ofrecen sus tesoros, que no se gastan aun cuanto se
narren tantas veces. Los abuelos reciclan sus saberes. Aprendieron que siempre
habrá un espacio para compartir consejos y buena plática. Recordar les sirve
para evitar la misma experiencia si ésta fue mala, los hace sentirse nuevamente felices, les es
útil para convivir e interactuar con la familia y la sociedad, estar siempre
presentes.
Los abuelos
lo saben, un árbol tiene un solo tronco; de ahí nacen las ramas principales, luego las ramitas y las hojas, y así sucesivamente, una
tras otra, igual que los años y las nuevas generaciones. ¿Cómo podría brotar
una hoja o una flor sin una rama que la
sostenga? Así también los niños intuyen y buscan su herencia a través de la voz
de sus antecesores. Ellos reclaman su identidad, su historia aun sin
comprenderla cabalmente. En esto los abuelos son la fortaleza, la simiente de
la cual nacen y trascienden las generaciones. El pasado, lo vivido y los
recuerdos son nuestras raíces, la
historia que dejamos y la huella de nuestra existencia en esta tierra.
Por eso, seas
viejo o seas joven, nunca olvides lo que vives, más bien, asegúrate de vivir lo
más feliz que puedas y comparte esa
felicidad con quienes te rodean. Hereda una identidad, una cultura. Considera
que lo nuevo se hace viejo y lo viejo del recuerdo se recrea. Si todo lo tiras,
si todo lo desechas, aún tus vivencias
más significativas: alegrías, amores, fracasos, aciertos y virtudes, ¿con qué te quedas?¿ cómo
podrás dar respuesta a estas preguntas? ¿Quién eres?, ¿qué haces?, qué hiciste?...
¿Vives?, ¿viviste?, ¿a dónde vas? ….¿Quién te reconoce?, ¿quién te acompaña?...
¿Tienes un tesoro?, ¿lo compartes?