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sábado, 5 de marzo de 2011

El sembrador del Mayab

Surcó la mano ágil un camino
en la blanca tierra del Mayab.
Una a una desgranó semilla
y espero que inspiración divina
la hiciera germinar.
Mantuvo firme el corazón,
atrevido el pensamiento,
férrea voluntad.
Pero no hubo respuesta.
El Sac-bé guardó silencio.
Abierto solo a los elegidos
no develó el misterio.
El tiempo cubrió de selva
el intrincado trazo.
La mano ágil,
a fuerza de lágrima
trabajó día y noche,
hasta el cansancio,
hasta que el sudor humedeció el surco.
Despejó el camino,
sacó la semilla muerta,
sembró semilla nueva.
Como dádiva al esfuerzo,
germinó la indescifrable letra,
espigó palabra buena.
El Sac-bé reverdeció como el maizal,
generoso, hecho verso, hecho poema,
alimentó el alma
de aquella mano ágil,
sembradora del Mayab.

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