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viernes, 27 de agosto de 2010

Espejismo



Desnuda la inocencia de tu piel,
quítate el vestido,
desabrocha tus pudores;
caiga el sostén que yergue los deseos
y deja que tus lunas
iluminen el sendero de mis manos.
Mírate entre mis párpados
que caen por los pliegues de tu falda,
más aún;
arráncame ese grito de los felices elegidos
y déjame morir
en la alfombra de tus labios.
Yo quiero el privilegio del beduino

que recorre los desiertos
con los pies descalzos
y goza de la arena el tibio beso.
Quiero ser el sol que provoque tus sudores,
y el silencio en que tus dudas se disipen.
Yo sé que en los desiertos más ardientes
un oasis brota para apaciguar la sed;
te esperaré ahí,
para comerme uno a uno los rubores
que nacen de la fronda de tus palmas
y cuando saciado pida
espacios de sueño y fantasía
sean eternas las arenas movedizas
de tu cuerpo.




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