Cuando el frío navega en insomnio,
no es tu piel que falta en mi
cama.
Es el recuerdo que brota de la memoria,
la ausencia perdida entre las
sábanas,
el mismo sabor añejo.
Es el eterno perfume del sexo
que impregna la noche,
el deseo que escurre fuego,
y debo levantar las manos
tan alto como puedo
para que no se quemen
y prolongar el tiempo
sobre los ardientes pechos
que iluminan mis pupilas
más allá de tu reflejo,
más allá de los primeros rayos
de sol
en el amanecer tardío de un sueño
que nunca fue por esperar despierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario