A la memoria de Julio César Mondragón y normalistas de Ayotzinapa.
Un hombre sin rostro yace tendido
a mitad del camino,
a mitad del camino,
parece sonreír al infinito,
mira al vacío.
Un hombre sin rostro que busca respuesta
aún después de haber partido.
No tiene semblante para ser reconocido,
es un rostro sin piel y sin carne,
fue desollado por la jauría que obedece al tirano.
Entonces comprendo que no sonríe,
tiene los dientes apretados,
señal de que sufre,
que mira desde sus cuencas vacías
sus ojos perdidos,
su esperanza truncada,
sus sueños de niño.
Estudiante que ya no será un maestro rural,
guía para los hijos de los desposeídos,
guía para los hijos de los desposeídos,
de padres obreros y campesinos.
Un normalista que mira su último instante,
su deber ya cumplido.
La lucha constante para vivir con la muerte
siempre al acecho de su destino.
Un hombre sin rostro que pudiste ser tú,
que pude ser yo,
y ese y aquel,
o tal vez tu hijo,
daba lo mismo.
Ese hombre sin rostro aún pudo brindar
una lección a su pueblo,
a sus hermanos
y amigos.
Luchar,
siempre luchar con convicción
para enseñar con el ejemplo,
que puede más el valor que el miedo infundido.
Un hombre sin rostro yace tendido
a mitad del camino,
abre un abismo entre el gobierno
y el pueblo oprimido.
Es un tesoro perdido para el país,
para los hombres que buscan el bien
de sus seres queridos.
Un hombre sin rostro yace tendido
a mitad del camino,
sin ojos, sin labios,
desde el infinito nos mira y arenga,
acaso aún viva en la memoria
y en la conciencia que despierta del sueño dormido.
Acaso sonríe con paz mientras su imagen motiva
a continuar en la lucha.
Un hombre sin rostro yace tendido
a mitad del camino,
nos ofrece su imagen para gritar ante el mundo
las injusticias,
el abandono
y el escarnio continuo.
Ser maestro rural es una amenaza para el estado,
pero también una luz de esperanza
para el hombre oprimido.
Un hombre sin rostro yace tendido
a mitad del camino,
la impunidad sigue agobiando,
gente que sufre en la miseria,
niños que mueren de hambre y de frío.
Este hombre tenía una meta,
educar en la sierra,
trabajar como hermanos juntos la tierra.
Lo está haciendo ahora como un gran líder
que brilla y opaca las balas del enemigo,
de un sistema traidor y opresivo.
Ese hombre sin rostro
se ha levantado,
es el semblante de un México enardecido
que reclama justicia para el caído.
Un hombre sin rostro yace tendido
a mitad del camino,
tiene ahora un nombre y un apellido,
Julio César Mondragón,
estudiante normalista,
Julio César Mondragón,
estudiante normalista,
luchador indomable,
Era ante todo un ser humano,
padre amoroso,
hijo ejemplar,
Hoy pilar de la escuela y la sociedad,
estandarte para los que se oponen
a vivir como esclavos
con las migajas que arroja el villano.
El rostro de México tiembla de ira,
se emancipa y pide justicia.
México se desangra,
se desfigura,
la máscara del verdugo está teñida
con sangre de mártir.
Mi patria arde contra el gobierno inmoral
que se alía con delincuentes,
mientras denigra al maestro
y mata estudiantes como vil criminal.
¿A dónde quiere llegar?
¡Está moviendo a México!
y ¡México va a despertar!
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