En
un viejo pueblo costero donde la vida pasa tranquila y la rutina es pescar, una hermosa joven acompañada de su mascota, un tierno gatito blanco
de ojos cafés, pasa sus tardes sentada al final del muelle mirando el mar.
Añora algo más que quietud y brisa, un sueño perturba su inquieto pensar. Mira
hacia el horizonte, está segura que un
día alguien vendrá de algún lugar lejano para llenar su corazón de dicha, quizás un
apuesto marinero que la lleve por el mundo a pasear. Tiene ganas de vivir una aventura por lugares nunca
conocidos, parajes de belleza sin igual. Tanto suspira cada tarde, tanto llora,
que sus lágrimas resbalan por sus mejillas y caen mezclándose con las olas y la
espuma que revienta entre los riscos y la playa donde vaga sin parar.
El
fantasma de un viejo pirata atrapado en
un galeón bajo el fondo del mar, de pronto escucha las querellas de la joven. Curioso,
se asoma para contemplarla y cuando la mira, queda prendado de su hermosura, sin
mucho pensar decide ir por ella aprovechando que conoce el pueblo como los
siete mares que ha recorrido en su largo trajinar.
Una
noche, la muchacha estando dormida sueña que en su cuarto hay un bastón y un
papel con un mensaje que dice “si me traes de vuelta este bastón prometo llevarte
a un paseo inolvidable en lo profundo del mar”. Al amanecer se lleva una
sorpresa, el bastón y el mensaje de su
sueño están a un lado de su cama. Por más que intenta hallar una explicación a
este hecho no logra una respuesta lógica.
A la
noche siguiente, sueña que está frente a un edificio antiguo. Un viento fresco
arrastra hasta sus pies un papel amarillento que toma y lee, tiene escrito el
mismo mensaje de la noche anterior, al levantar la vista observa a una persona
que desaparece tras los edificios de la calle contigua, corre con premura para
alcanzarlo y al doblar la esquina se encuentra un largo muelle donde viejos
barcos crujen mecidos por el mar. Se detiene a descansar en una banca, mientras
lo hace, descubre junto a sus pies el bastón que yace tirado y un poco más allá
una escalinata que llega hasta la popa de un galeón pirata, su curiosidad es más
fuerte que el miedo, decidida, toma el bastón y sube, da un brinco cayendo dentro
del barco, justo entonces un ruido la despierta, es su gato que ha entrado por
la ventana abierta de par en par y una espesa y fría niebla se escurre hasta su
cuarto haciéndola temblar. Los
sueños son repetitivos, ella está contenta, tiene al fin una aventura que entre
sueños la hace suspirar.
En
la siguiente noche sueña que está frente al espejo, se ha vestido de blanco, su
cuello y sus muñecas luces resplandecientes joyas que ha prestado del cofre de mamá. Se
mira hermosa, mientras peina lentamente sus largos y negros cabellos. Asistirá
a una cena con alguien que no conoce, pero resuelta está. Sale de su casa con
premura, aborda un carruaje que la espera y desaparece entre la bruma y las sombras de
la noche que parece sollozar. Está
fascinada, él es todo un caballero, le pidió que lo acompañe a un paseo por la
playa, caminan con los pies descalzos
enterrándolos entre la arena y al fin se sientan para observar la luna reflejarse
entre las tranquilas olas del océano, pasan un tiempo maravilloso platicando.
Él sabe de un lugar extraordinario y la invita para que ella también lo conozca,
pero para ello un conjuro es necesario. Le dice que la siguiente noche, antes de dormir,
pronuncie unas palabras mágicas que él le enseñará, prenda una vela y la ponga
en un lugar seguro donde el viento no la apague hasta que los rayos del sol la
hagan despertar, de no ser así ya no
podrá del viaje regresar. Ella está de acuerdo, y prosiguen en su plática hasta
que se despiden con la promesa de volverse a encontrar. Justo entonces despierta,
tiene los labios llenos de sal y su
cuerpo impregnado del olor del mar.
La
joven ya no sabe cuándo está soñando y
cuándo es su realidad. Llama a una amiga y le cuenta lo que está pasando,
intuye que pronto tendrá una aventura inolvidable que desea aunque tiene un poco de temor. La amiga
la conforta y le promete visitarla pronto.
Al
llegar la noche, prende una veladora tal y como le dijo el joven en sus sueños,
se acuesta y pronuncia las palabras mágicas mientras espera quedar dormida. El
sueño llega puntual. Está en un camarote de un viejo galeón en alta mar, un
viejo pirata de largas barbas negras, con un parche en el ojo izquierdo, sombrero
negro típico, mano de garfio, y una espada bien ceñida a su cintura, la observa
desde la otra esquina de la gran mesa donde ambos van a cenar. La oscuridad
apenas se ilumina con los rayos de luna que se cuelan por los cristales de una
redonda ventana del galeón. El viejo pirata se acerca a la joven, le ofrece una
copa y juntos brindan mientras ella, encantada, disfruta del momento sin hablar.
La cena ha terminado, no le supo tan mal. De pronto el pirata se pone de pie y
camina hacia ella apoyado en su bastón y le dice con ronca voz. -Gracias por
traerme mi bastón, como recompensa te mostraré una vista del mar que no conoces,
será una aventura inolvidable- La toma de la mano y la invita a levantarse,
ella está fascinada, ambos caminan a la salida del camarote, cuando él abre la
puerta un viento frío golpea sus rostros.
A la
mañana siguiente la amiga va de visita, no encuentra a la joven. Entra a la casa y se dirige a su cuarto, no la haya, sólo un
gato amodorrado duerme en la cama, entró por la ventana abierta que con
seguridad también dejó pasar el viento que apagó accidentalmente una vela
acomodada en un rincón. Al salir observa huellas en dirección a la playa, sigue ese rastro hasta que encuentra tirado el
bastón justo a la orilla del mar y más allá, medio enterrado entre la arena, un papel húmedo que dice: “Tus sueños
pueden volverse realidad”.
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