Dicen que cuando una persona muere, su alma se va al cielo, no la volvemos a ver hasta que también morimos y nos encontramos en el mismo destino. Por eso, para recordar a nuestros seres queridos, se ha hecho tradición que un día al año hagamos una fiesta en su memoria.
Los muertos no
hablan, no ven, no sienten; sin embargo yo los he visto, los escucho y me han
confesado un secreto.
Empezó una noche
como un tenue susurro entre los matorrales lejanos que adornan las
faldas de los cerros, luego se hizo cada vez más insistente, más cercano y más
fuerte.
El insomnio se
adueñó de mis noches, ya no puedo pensar en otra cosa que no sean esas voces
que reverberan en cada esquina de mi cuarto hasta volverse un estruendo en mi conciencia.
Semidormido, con
los párpados cayendo pesadamente una y otra vez en desquiciante vela, el
subconsciente los trae de vuelta.
Salen de sus fosas, bajan de la sierra entre el alud de fango y lodo después de la tormenta, otras, descienden como neblina cargada de humedad que todo envuelve y hace temblar de miedo al más osado. Brotan de la oscuridad, cuando todos duermen y apenas se escucha el monótono chirriar de grillos entremezclado con algunos ecos lejanos de aves nocturnas y ladridos de perros.
Salen de sus fosas, bajan de la sierra entre el alud de fango y lodo después de la tormenta, otras, descienden como neblina cargada de humedad que todo envuelve y hace temblar de miedo al más osado. Brotan de la oscuridad, cuando todos duermen y apenas se escucha el monótono chirriar de grillos entremezclado con algunos ecos lejanos de aves nocturnas y ladridos de perros.
Escapan de todas
las memorias, de todos los olvidos; de indiferencias crueles y conmovedores llantos; se acercan de todas direcciones, emergen de todos los abismos para reclamar el derecho
a la vida que se les arrebató injustamente.
Los muertos de
los que hablo, son los que se fueron sin dejar rastro, son esos cuyo
destino fue cercenado con las formas más horrendas e imaginables de tortura. Ellos
son los miles, los cientos, los cuarenta y
tres, y tantos levantados y desaparecidos; inocentes caídos en una guerra que no era suya. Ahora son legión liderada por jóvenes mentores cuyo pecado fue
pensar diferente en un mundo enajenado, sin ningún interés por los demás.
Los miro escurrirse entre la memoria y los recuerdos, escogen al azar retazos de vivencias para recrear una realidad paralela que luego atan al suave viento que entra por la ventana abierta, se filtran en mis tímpanos como ruidos guturales y se articulan en palabras hasta que entiendo claramente el mensaje de sus voces .
Los miro escurrirse entre la memoria y los recuerdos, escogen al azar retazos de vivencias para recrear una realidad paralela que luego atan al suave viento que entra por la ventana abierta, se filtran en mis tímpanos como ruidos guturales y se articulan en palabras hasta que entiendo claramente el mensaje de sus voces .
Estos muertos no
se arreglaron para la fiesta, no son espíritus ni ánimas tradicionales, no son
los que vienen todos los años por el caminito lleno de flores de
cempasúchil a recibir las ofrendas, no
vienen jubilosos a encontrarse con sus
parientes vivos y disfrutar del altar, de los tamales y los pibes, ellos no
quieren tomar chocolate caliente, ni comer los dulces de papaya y calabaza ni
las frutas y el pan de muerto. No
necesitan mirarse hechos de azúcar con su nombre en la frente, no quieren
bailar ni escuchar rezos, ni beberse la botella de licor, no les interesa
divertirse y ser felices un día y luego desaparecer hasta el año siguiente, no; ellos no quieren seguir
muertos entre los muertos.
Ellos dicen: —Mírame a los ojos, soy tu otro
rostro cuando tranquilo duermes, soy lo que nunca has deseado ser. Escuchas mi
lamento y te conmueves pero nada haces.
Toca mis
manos llenas de callos a fuerza de
azadón y palos, mira mis pies anchos llenos de tierra, los dedos separados,
acostumbrados al tropiezo y al largo camino sin tregua ni calzado. Vengo desde
las raíces del tiempo, desde los albores de la especie, soy la noble raza de barro,
de polvo de estrellas, guardián de las buenas costumbres
y ejemplares valores, soy la raíz del árbol y la sangre que corre en tus venas.
Tú y yo somos
hermanos, no te asustes si me miras sonreír y me falten los ojos y los dientes, hay cosas
más importantes que se han perdido para siempre.
Mira los surcos
en mis mejillas, en mi frente, en todo
mi rostro; semejan una tierra estéril y sin embargo, tengo la virtud de
florecer en tu conciencia la esperanza.
Escucha, mueres cuando emigras a un mundo ajeno a ti, cuando tu vida
no tiene sentido, cuando dejas de pensar y de sentir, cuando dejas de ser libre, cuando pierdes tus valores. Mueres
cuando vendes tu dignidad, y te corrompes, cuando cierras los ojos y
te abandonas al exilio de la vida, mueres cuando pierdes tu honor, cuando nadie te recuerda, cuando
nadie piensa en ti. Mueres cuando nadie escribe tu historia; es entonces cuando
tu muerte se hace eterna.
Pero nosotros somos líderes donde haya hombres que nos necesiten. Los maestros tenemos la misión de luchar por ideales y estamos donde el corazón se encienda de pasión, esa es nuestra naturaleza; enseñar al hombre a ser hombre.
Pero nosotros somos líderes donde haya hombres que nos necesiten. Los maestros tenemos la misión de luchar por ideales y estamos donde el corazón se encienda de pasión, esa es nuestra naturaleza; enseñar al hombre a ser hombre.
Despierta,
levántate, lávate la cara y mírate en el espejo, dime si te ves ahí; enjuga tus ojos
hasta pulir la verdad y pregúntate si eres libre para pensar y decidir. No te
mueras junto con tus muertos; ¿quién enterrará tus huesos en la historia?, ¿Cómo
echarás raíz si vuelves hecho polvo al polvo?, ¿ en qué rama cantará la libertad
si no la sueñas?
Necesitamos tus
brazos, tus pies, tú eres nuestro cuerpo, nosotros la
motivación; juntos somos el mañana, un nuevo orden social donde prevalezca
la justicia, el derecho a una vida con decoro. Vamos juntos a luchar por una
existencia digna, por un país libre de corrupción y de violencia donde no haya
ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres, sino seres humanos en franca comunión.
No, nos enterraron, fuimos sembrados en la conciencia
colectiva, ahora somos semilla que empieza a echar sus primeros brotes, sus
primeras ramas. Somos el principio, nos falta afianzar nuestras raíces en tu generación—.
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