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sábado, 16 de julio de 2011

El amor es experiencia

Un día pensé que el amor era cuestión de ciencia,
que podía estudiarse como una carrera cualquiera.
Bastaba encontrar las asignaturas correctas
que  explicaran  su naturaleza.
La Filosofía para darle una razón de ser,
la Lengua  para buscar las palabras precisas
que expresaran los sentimientos nacidos de éste;
 más aún, la Literatura en su expresión suprema
que exaltara  sus atributos con arte y exquisito gusto.
Las Matemáticas para explicar por qué el amor
no es simplemente la suma de dos seres que se aman.
La Anatomía para saber exactamente dónde se origina
Y la Fisiología para explicar cómo funciona.
También incluir la Gastronomía  
para entender por qué cuando hay amor
 hasta el hambre se olvida.
La Historia no podría faltar
para dar cuenta de su paso por la vida
Y cómo en cada etapa trasciende y crece.
La Biología para explicar cómo nace y se desarrolla;
incluso cómo es que  muere.
La Geografía para entender que uno se enamora
de la gente cercana con que a diario convive;
que pocas veces se encuentra
al príncipe azul venido de oriente,
y quizás agregar otras ciencias como la Química,
que explique por qué el amor es  un perfume que deleita
Y que fascina.
La Física para entender por qué los cuerpos se atraen
como si fueran dos imanes.
 La Religión no podría faltar para creer y tener fe
cuando el amor no pueda explicarse,
y más aún otras ciencias
relacionadas con la tecnología en un mundo
donde el contacto humano se da
a pesar de la distancia y el tiempo,
donde ya no es necesario estar  frente a frente
para saber que el ser amado existe.
Pero un bendito día me encontré con el amor de mi vida
y lo supe sin haber estudiado una sola lección
del curso perfecto que propuse.
El amor vino sólo, sin avisar y no pidió permiso,
se arraigó  en mi corazón como un frondoso árbol
y sus frutos endulzaron  todos mis días.
Comprendí que el amor no se estudia
como un objeto cualquiera,
porque es un sentimiento  libre y espontáneo,
que es parte de la vida
y no está sujeto a las leyes que  gobiernan  la razón.
Que el amor lo siente por igual el sabio
que la persona más sencilla,
que el amor cuando  se tiene
no necesita de lujos y dinero para ser feliz
y sólo basta sonreír al mundo,
ofrecer una mano amiga,
saludar todos los días
y dar gracias por tantas bendiciones que nos da la vida.
Sólo entonces sabremos que el amor
consiste en amarse uno mismo
y amar a todos por igual;
porque  a fin de cuentas el amor
es experiencia; no cuestión de ciencia.



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