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martes, 29 de noviembre de 2011

La imagen perfecta



Como si fuera el primer día,
cual viejo castillo
a la vera del camino
cayó  de pronto el hastío,
cuando tembló la tierra bajo sus pies.
Las manos nerviosas,
en los bolsillos se atrincheraron,
las  piernas  se  doblegaron como espigas al vendaval,
pero su alma quiso en ese momento divino
rendir tributo a esa beldad.
Cayó en  cuenta regresiva,
en el abismo insondable del recuerdo.
El día se transformó en espejo
y reflejó  su rostro como en un sueño.
En sus oídos,
los hombres cesaron su discurso vano
y el  silencio  pronunció un  poema de amor
para la mujer  que estaba ahí,
vestida toda de  blanco,
sentada en un lugar privilegiado lejos de él.
Perdido entre la multitud de una comparsa
entre disfraces de colorida estampa,
con cámara en mano hizo un esfuerzo extremo
para permanecer sensato.
Como si fuera el primer día
la miró un instante
y en su delirante corazón  
aquella linda muchacha
volvió de nuevo a resplandecer.
Nunca como entonces floreció
en su rostro tal ternura,
fascinado en su albura,
con ese esplendoroso amanecer  
frente a la laguna
y ella en su pose angelical,
con el pelo suelto jugando en sus hombros.
Sus manos cual mariposas
revoloteaban en alegres saludos
y comparsa de besos a sus amigos.
Como si fuera el primer día,
noviembre cambió de traje,
el canto del jilguero se escuchó monótono
con la alegría que sintió su corazón,
y en ese instante mágico
también sintió que volvió a nacer.
Y volvió el amor,
no importó su lejanía,
como la primera vez que se enamoró de ella.
Levantó la cámara,
creyó tomar la imagen perfecta
y se escurrió de nuevo entre aquel festivo gentío.
Prosiguió con su trabajo,
tomó cientos de fotos;
escoltas escolares,
tablas rítmicas,
pirámides humanas,
hasta que todo terminó.
Ya en su alcoba descubrió acongojado,
que en su prisa por captar aquel instante
el sol radiante a contraluz
una vaga sombra apenas  permitió.
cansado y triste se acostó en su cama
y a punto de conciliar el sueño
ella de pronto apareció,
inmaculada y bella,
nítida, colorida;
con la sonrisa angelical
que acostumbraba regalarle.
Era el recuerdo vivo que anhelaba;
entonces comprendió  
que esa mujer vestida de blanco
estaba siempre en su memoria
como un bendito ángel,
como la imagen perfecta
de su más grande y único amor.




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