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sábado, 26 de noviembre de 2011

Desde que te fuiste

Ya no buscas consuelo

en sus palabras de siempre,

ya no ríes con su locura 

y su ingenio parlante .

Desde que   te fuiste,

también partió,

pero te equivocaste.

Quitó una piedra del camino 

para asegurarse que otro  viajero 

no tropiece con la misma.

Cada tarde te detienes en una frágil línea

que borras una y otra vez,

no hay memoria en la ausencia eterna,

ni huellas para seguir un rastro de nadie.

Aquellas manos suaves,

nidos de ilusiones, 

son  penas al aire.

Ya no  interesa saber  qué haces por las tardes,

ni con quién estás en  esas largas noches.

Si  en tu boca guardas palabras dulces, 

o atrevidas caricias para algún romance.

 Todo se perdió entre la espuma,

en la marea  alta de la vida.

Una roca quedó herida con las uñas,

si lloras, es porque una deuda te agobia.

No tengas pudor cuando desnudes tu alma,

porque  todos han probado

la sal de tu piel.

No puedes ahora tentar la carne,

él se fue a la tierra prometida 

y tú regresaste al camino de azares. 

Mira tu cuerpo desnudo, 

las cicatrices de noches ofrecidas al ego,

tus heridas abiertas a los infieles.

Hincada donde estás, 

polvo sobre polvo,

no hallarás  consuelo ni perdón.

Mejor levántate

 y anda  a saldar tus deudas,

construye otro camino

sin oropeles  ni grandezas,

arranca la cizaña de tu piel  

 y deja que la humildad aflore.

Cuando en tu alma brote el arrepentimiento

y el  corazón no viva del engaño

una flor, si dejas como recuerdo,

será señal para encontrar el sueño eterno,

y ya no pienses que te quedaste 

con los brazos abiertos,

no digas que cada tarde 

es  espiral que  asfixia el horizonte




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