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miércoles, 26 de febrero de 2014

Amar es lo único que quiero




Soy  joven,
con  algunos años vividos,
pocas experiencias;
el mundo me es desconocido.

Por eso,
cuando encuentro a alguien que me gusta,
alguien a quien quiero,
siento que es lo único que importa
y me aferro a esta idea.

Paso el día pensando,
y  en la noche sigo,
no puedo dormir,
la sueño una y otra vez
y me levanto con ella.

Casi siempre
el único lugar a donde puedo ir
sin ningún temor,
sin prejuicio alguno,
es dentro de mí,
ese  lugar me pertenece,
soy  dueño absoluto.

Un mundo construido a mi gusto,
a mis ideales,
donde lo más importante
es satisfacer mis necesidades
más elementales.

Amar es lo único que quiero,
eso es lo mío.  
Así, la vida transcurre
en esa incesante búsqueda del amor;
no importa a quién ni cómo,
solo es una imperiosa necesidad
de recibir y dar
con toda la fuerza que soy capaz,
un impulso vital que mueve mi ser
y lo hace girar siempre
en esa dirección de lo desconocido.

Pero a veces,
cuando alguien me traiciona
o me quita las ganas de amar,
siento que no tengo nada,
solo una enorme necesidad
de llenar ese vacío.

No importa si me gusta o no,
es un impulso incontrolable
de buscar algo que  he perdido.

No importa si hay correspondencia,
no importa si hay satisfacción mutua
o compromiso.

Entiendo que el mundo interior
que he construido
ahora se parece mucho al que detesto
pero no lo puedo evitar,
estoy atrapado en un círculo de erotismo
y frustración inexorable.

Me doy cuenta que es
lo único que tengo,
lo único que es mío,
y me lo llevo a cuestas
mientras la juventud se extingue
como una extraña flor

en un desierto de motivos.



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