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miércoles, 13 de junio de 2012

Ya nada siento por ti


Te lloré toda la vida con mi ojo izquierdo,
hice de lágrimas  mi universo
y con la  pupila derecha traté de verte
venir a mí  desde el confín celeste,
abriéndote paso entre lacrimosa tempestad.
Me he desgarrado el pecho
gritando tu nombre a los cuatro vientos
y ninguno de ellos te ha devuelto.
El filo del silencio cortó mis venas
una y otra vez pero no he muerto;
fluyes  sobre mi piel como beso ardiente
y entre tanto ardor
volvemos a fundirnos en un solo cuerpo.
No fue  suicidio si tu mano
empujó el recuerdo de una caricia
hasta partirme el corazón;
no era tu intención pero algo murió aquella tarde
que dijimos adiós.
Aspiro profundo y vuelvo desde mis raíces
a reventar los tímpanos con tu bendito  nombre.
Ato una soga al cuello
y en tus manos el otro extremo,
fiel a tus pasos como antaño
pero ahora eres viento sin dirección
espuma entre arena y  mar;
tempestad en medio de la desolación.
Un  desgastado anhelo escribió sobre la piel
mil veces te amo
 y  esperanzada el alma levitó
para  mirar si estabas aún tatuada en mi mente.
Es inútil, lo siento,
hace mucho que murió el amor.
Ahora, cuando te pienso,
no hay terremotos visuales,
ni océanos desbordados,
ni flores rojas,
ni deseos ardientes.
No hay dónde lavar más penas
porque lágrimas ni penas existen.
En mi puño cupo toda tu ausencia
y la apreté con fuerza
en un intento vano por revivirte.
Es inútil. Lo siento,
trato de sentir algo por ti
pero no queda siquiera un intento.
Sé que un día te conocí,
sé que un día te amé,
sé que un día fuiste lo más importante para mí;
mas  el presente
cortó de tajo todo recuerdo.
Y me empeño en decir  
es inútil, lo siento, lo siento,
aunque no es verdad;
ya nada siento por ti.














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