Si
no estás tú
están
las campanas ahuyentando sueños,
repican
sobre la almohada pedazos de noche,
migajas que arrojas
desde
tu frágil pedestal de indiferencia.
¿A
quién le importas crisálida y nocturna?
El
sol revienta multicolor en la naturaleza viva,
un
arcoíris desciende del celeste azul
para
verter sobre la tierra su tesoro,
el
mar refleja la inmensidad del cielo
y se
contagia con su divina luz.
Un
concierto de trinos anuncia el nuevo día,
la
algarabía en el corazón infante llena de amor
y bendice
hasta el último rincón del alma mía.
¿Por
qué guardas para las tinieblas tu hermosura?
¿Qué
pretendes escondida acicalando tus bellas
alas?
Las
azucenas se elevan y bailan sensual danza
mientras
perfuman el corazón de la mañana;
violetas
y jazmines, margaritas y delicadas rosas
hacen
festín multicolor en los confines.
¿A
quién le importas capullo?
¿Quién
te espera desde antes que fueras esperanza?
Si
no estás tú,
está
la vida llenado el universo.
¡Abre
ya tu improvisado nido,
deslumbra
mi faz con el enigma de tu vuelo!
Y en
el interior de la presunta crisálida,
la
vanidad germina atrevimiento,
rendida
a la miel que empalaga sus oídos,
se
agita y pretende desplegar sus alas;
pero
antes de consumar fatal desvío,
una
voz interior la sobrepone a la fascinación
del falaz y mezquino verbo.
No,
yo no soy la que pretendes arrebatar a
su destino.
Ciertamente
tengo el mismo origen,
mi
naturaleza me lleva a besar las flores
pero
en mis alas no hay suspiro tornasol,
ni
colorido vestido.
Quizás
me confundes con otras matutinas
que en
tu mundo,
tienen
el divino don de las beldades,
y
salen a plena luz del día
para
dicha de quienes como tú
se
rinden al capricho de las formas y colores.
Mi
belleza entera pertenece a la noche
otra
luz hace que mis alas brillen
y
quien me mira cuando tú ya duermes,
también
me ha dicho sin censura
que
soy hermosa en mis discretos tonos grises.
La
luna es mi sol y mi camino,
y lo
que llamas oscuridad
es mi mundo pintado de estrellas,
mi
jardín de fiesta con sus flores ultravioleta,
cascadas
de fluidos infrarrojos
y
ríos de neón y fluorescencia.
No
soy mariposa de exquisita belleza,
ni
presa para el hambre del camaleón.
Quizás
tu día se alargó hasta la albura
y si
me viste quieta y callada, no por eso tímida.
Cada
quien tiene una forma de vivir la vida,
ocupamos
el mismo espacio pero no el mismo tiempo.
Los
sentidos se acostumbran,
y la
belleza es subjetiva.
Anda,
ve, descansa,
no
preguntes lo que sabes,
no
te confundas en la penumbra
que
divide el día de la noche.
No
te equivoques más
y
menos pretendas engañar si del engaño vives.
Y
aquel se fue,
diluyéndose
en el día
con
su esperanza a cuestas,
pintando
con palabras el lienzo de su vida;
noctámbulo,
taciturno,
dueño
de la nada,
atrapado
en los colores,
dibujando
las mismas formas sin comprenderlas,
borrándolas
una y otra vez.
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