Bienvenido

jueves, 9 de agosto de 2012

Sé que me esperas


No importa cómo me llames,
aquí estás como de costumbre,
esperándome.
Te has preparado deliberadamente para este encuentro
a sabiendas que seré rudo contigo.
Estoy seguro que deseas en secreto
mi arribo tan anunciado y lento.
En tu refugio todo está dispuesto para una noche
de abruptas sensaciones.
El reloj se detiene
mientras acerco mis brazos
hasta tus bordes.
Vibran tus  playas y esteros
cuando levanto tu falda de arena
con oleadas de espuma y viento.
Mis primeros suspiros hacen bailar
palmeras frenéticas y mi aliento deja escuchar
incesante resoplo que poco a poco sube de intensidad.
Estoy sobre de ti con el ímpetu de mi naturaleza,
impongo mi fuerza sobre tu delirante cuerpo,
rasgo tus carnes, provoco tus miedos.
Son tus montes  débiles protestas
que se desvanecen mientras avanzo dentro de ti
hasta derribar la última resistencia.
Mi cuerpo gira en ventiscas
y empapa tu rostro hasta arrancarte
espasmos de dolor y pena.
Desnuda, arrasada, 
titiritas entre torrenciales aguaceros,
mis manos se desbordan, desgajo árboles,
doblego la espesura de tu  selva
hasta hacerla alfombra de mis besos.
Y en esta posesión frenética
sabemos que los dos estamos condenados
a vivir esta experiencia como ha sido siempre
desde que existimos.
Cada año con eventuales excepciones
esperas que llegue,
te vistes con tus verdes galas,
desdoblas nuevamente
tu falda blanca de arena
y me esperas,
me esperas con temor,
con curiosidad,
casi con morbo.
Yo huracán,
tú Quintana Roo,
fuimos hechos el uno para el otro.
Así fue escrito el pretérito
y  en los anales del tiempo
nuestros encuentros serán ecos
de una historia de nunca acabar.







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