Anoche nos vimos
frente a frente
a los ojos
directamente,
brotó como siempre
a torrentes la cascada
fresca
de tu risa,
y brotó mi voz como
manantial
de agua pura para
bañar tu albura,
mis besos mojaron tu
piel
y el cálido aliento
cubrió de espasmos
la mutua desnudez.
El deseo se enredó en nuestros
brazos
y fue el mejor regalo
que pudimos darnos.
El amor llenó de dicha el corazón,
trascendió distancias;
perduró a través del
tiempo,
y como antaño unió
nuestras dos almas
en la promesa nacida
de nuestros corazones;
tú y yo por siempre
amarnos
hasta el fin de
nuestros días.
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