Creería que nuestro amor
es ejemplar,
ahora que no peleamos,
que no hay ofensas
ni falsas promesas.
Diría que soy feliz
en el silencio de mi soledad
contemplando tu recuerdo
como si estuvieras conmigo.
Diría que nos llevamos mejor
sin pronunciar palabras cursis
y pegajosas que te empalagan.
Creería que estar lejos
es la forma más apropiada
para amarte sin comprometer
nuestro prestigio
con el qué dirán,
cuidando siempre nuestra imagen
y dignidad.
Creería que soy feliz sin verte,
sin tu sonrisa
ni tus besos,
aceptando tus condiciones
y viviendo sin ti.
Creería que nos llevamos mejor,
que nuestro amor crece en la distancia
y con la esperanza
que un día estaremos juntos
compartiendo anécdotas nunca vividas,
construyendo sueños de humo
y acariciando fríos inviernos
con las manos vacías
y el corazón marchito.
Diría que vivimos una relación especial
y hermosa,
llena del más puro amor,
a tu manera…
Pero no es así.
Tu ausencia corta en pedazos el tiempo,
flagela como lengua de fuego,
abre grietas infinitas en el fondo
del dolor,
por donde escurre amargo llanto.
No deseo amarte así,
en la condena perpetua del exilio,
lejos de ti,
sin saber de ti,
muriendo por ti.
Pero así lo deseas,
así sientes que eres feliz
mientras que yo,
me ahogo en mi pena,
y te hago el amor en mis sueños
como si fuera un pecado mortal.
Ahora que ya nunca nos veremos
comprendo que te amaré por siempre
mientras me quede
un aliento de vida,
mientras palpite
un pedazo del corazón
que ahora se resquebraja
y cae a tus pies
como punto final
de una historia de amor
que nunca fue.
Diría que nuestro amor
ahora es perfecto,
pero…
¡Cómo duele
amarte así!
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