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lunes, 2 de julio de 2012

Se va de mi vida




Estuve frente a ella,
sentí su voz acariciar mi alma,
sentí su mirada buscando la mía
mientras hablaba.
Ella resplandeció como una estrella
en la oscuridad de mis temores.
No pude verla, no pude.
Mis ojos se aferraron en el entorno,
un detalle, una imagen cualquiera
fue  pretexto perfecto para morir con las  ganas.
Sentí su presencia desbaratar mi cordura,
no supe qué hacer,
sentí su voz recorrer mi cuerpo
como una descarga eléctrica;
sentí sus palabras abrir mi corazón
y ganas de reír sin control,
pero un nudo en mi garganta
contuvo toda respuesta.
Mis ojos caídos me hicieron culpable
de un dolor agudo que no pude ocultar;
caí ante ella tan largo como mi ausencia
tan  indiferente y ajeno  a su vida.
Aun cuando parecía sereno
 en mis adentros lloré tanto por ella
sin que una lágrima brotara
 y me sentí vulnerable
en  ese momento en que estuvimos juntos
por azares del destino;
que pudo ser para dar tregua,
para decirnos adiós como buenos amigos.
Su voz calló,
y teniendo oportunidad de preguntarle
lo que quisiera,
dejé pasar la oportunidad de mirarla a los ojos
y preguntarle por qué  terminó así
nuestro destino.
En este momento tan importante
que nunca se olvida,
expuso sus argumentos
para justificar sus acciones;
yo presenté los míos.
Su voz serena convenció mis sentidos,
en cambio mi corazón habló sin ritmo,
sin argumentos,
 se quebró como se quiebra una roca.
Perdido en contradicción;
feliz enfrente de ella,
y mudo por el dolor,
no pude decirle cuánto la quiero.
Se va, se va de mi vida
como si nunca nos hubiéramos conocido.
Quizás el calor de sus manos aun
hace arder las mías,
quizás nunca fue suficiente
su amor para el mío,
quizás me quedé con las ganas
de amarla más de lo hecho,
quizás no fueron  suficientes los besos
que un día nos dimos.
Y morí de ganas de hablarle
de mirarla a lo ojos
y reírme con ella.
Ahora que solo me encuentro
ya nada vale esta tristeza,
ya nada vale que siga
pensando en ella.


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