para
sus hijos muertos,
diez
legiones de soldados,
federales
y marinos.
Todos obligados por necesidad,
enfrentados
en un conflicto bélico estéril,
sin
más meta que llenar una página negra
en
la historia nacional.
Un mundo sin valores,
sólo
el poder del dinero
detrás de un negocio que corrompe,
que
envilece.
Un altar para aquellos
que
lucharon por la patria
y
cayeron abatidos,
Un
altar para los héroes anónimos,
los
nunca contados,
los
secuestrados,
y
los cautivos.
Un altar para los inocentes
que
perdieron su camino
entre
tanta yerba verde.
Un
altar pide la patria
para
honrar a sus caídos,
para las madres que sufren
para las madres que sufren
por sus hijos desaparecidos.
Una patria tinta en sangre
de
inocentes víctimas,
de
aquellos jóvenes que nunca supieron
lo
que significa una familia
una
vida digna y sin miseria.
La patria exige cuentas claras,
justicia
para los más débiles,
trabajo
honrado y bien pagado.
Hay
reclamo popular a la casta gobernante
por la insensatez de su mandato.
Cuántos partidos más van a crearse,
cuánto
más durarán en el poder,
los
que han hecho de la patria
un
campo de batalla;
cuántos
políticos más desfilarán
para
llenarse los bolsillos.
Creen que aún se puede hipotecar a la nación
para
pagar los intereses,
los
asuntos personales de la oligarquía.
Creen que los infortunados aún pueden
hacer
más ricos a los ricos,
creen
que aún pueden exprimir su vida;
no les interesa si el pueblo come,
si
tiene trabajo, casa
o educación.
Un altar pide la patria,
para
la libertad perdida,
para
los mártires de la avaricia;
un
epitafio para los caídos
y
cárcel para los corruptos.
Para aquellos que no sacian sus bajos instintos,
que
quieren vender lo que aún queda
de
esta tierra que llora y sufre,
que
se dobla y se resquebraja
pero
que no claudica ante la injusticia.
Esta patria que tiene un corazón grande y noble,
que
todavía tiene la esperanza
que
su pueblo forje otro destino.
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