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domingo, 7 de julio de 2013

Experiencia prematura



































Cuando me conozcas,
no podrás prescindir de mi;
lo dije en tus sueños prematuros.
Simbiosis con el alma,
mortaja en la piel,
ya no hay nada qué guardar,
la caricia desnudó la frágil resistencia
y el ocaso pintó de ardor el cielo azul
con un deseado sabor a primera vez.

No creíste que andaría por tu cuerpo
como una obsesión,
indomable y atrevida;
lo mismo tus caderas que tus labios,
recorrerlos  con celo y con premura.

Procuro miedo y fantasías,
provoco  guturales espasmos,
palabras sin sentido,
estertores que comprendes
hasta que llega la muerte súbita.

Soy en tus curvas y repliegues
el deseo  que te brota
en torrentes de sudor y erizada piel,
uñas que se encajan en la carne
cada vez que paso por tu desnudez.

Soy el verbo que te hace hablar
cuando callas,
la lengua que resbala en  tus alburas,
el eco de tu voz que arrastra
las cadenas del placer,
frenesí que mueve  coyunturas
al compás de cada embate
de tu cuerpo junto al mío,
de tu deseo y mi deseo
atrapados en intuitivo juego.

No hace falta que te hable,
sabemos el lenguaje
que nos gusta.

Debiste creerme
cuando te dije un día
que no me invoques antes de tener
la edad suficiente para controlarme
y hacerme parte de tu sensatez,
porque después sería en tu vida
compulsivo instinto,
prematuro precipicio de errores;
abismo de sueños prohibidos
y ansias sostenidas por caer
una y otra vez.




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