“Todavía recuerdo aquel te amo que salía de tu boca cuando hacíamos el amor”. Lo dices como si de verdad lo sintieras. Te miro incrédulo, y por más que disimulo aparentar una calma que no existe, los nervios me traicionan. Quiero apurar este trago amargo de mi vida, pero las palabras se amontonan en mi boca. Ésta no eres tú, éste no soy yo; parecemos dos extraños intentando reconocernos tras la máscara que cubre nuestros rostros. Hoy te ves bella, como siempre, pero diferente en esa imagen que subiste en tu perfil. Diría que pintaste tus labios de un ligero tono rosa para disimular una resequedad que te quiebra el habla. Los entreabres con esa magistral forma tan tuya llena de sensualidad, pero no es por amor. Quizás hoy quieres dar un beso de despedida al destino que se va de tu vida. Tus palabras se leen lejanas, nacen de un lugar ajeno a tu corazón y por más que te esfuerzas en alegrar la situación con un “ya verás que todo estará bien”, sabes que has metido una puñalada directo al corazón. Quiero levantar los brazos y abrazarte una vez más, quiero darte un beso pero ningún intento vale en tu afán de apartarte de mí, estás virtualmente tan lejos que mi pensamiento no te alcanza. Siento que no estoy aquí, me quedo suspendido en esa brevedad eterna que se lleva mi vida… “Y la verdad no soy tan fuerte como pensaba”… un “te amo” muerde mi boca, el veneno fluye y corroe mis entrañas, me causa un dolor agudo en el pecho… ¿Será que empiezo a extrañarte antes de irme? ¿Y acaso te importará mi ausencia? Para ti mejor que acabe pronto este momento. Pero “qué bueno que nunca ibas a lastimarme”, porque eso me dijiste y perjuraste. ” Ya no hay pretextos, la próxima semana será igual y la otra también”; entonces, qué caso tiene vivir aferrado a un día que nunca llegará porque no existe en tus planes. Te haces la pregunta, “A dónde vas a acabar con esta absurda relación”… ¿a dónde?.. Y mientras tú tienes la certeza de una respuesta anticipada, todas las dudas carcomen mi entereza. Me derrumbo como una torre de naipes ante esta jugada inesperada del destino, no quiero estar aquí en esta situación, mis pies desean correr pero están acalambrados, no los puedo mover, mis manos tiemblan en el teclado pero más mi alma que se desangra. Me estás arrancando el corazón y estoy ante ti soportando este martirio que no esperaba, porque después de tanto, me vienes a decir que ya no hay nada, que quizás nunca lo hubo.
De qué sirvió prolongar esta situación si era una burda mentira para ganar tiempo. Claro, tú tienes el mundo a tus pies, el tiempo sobra en tu vida. Sin embargo, pudo ser menos cruel, más sensato este momento. No te importó, dejar caer todo el peso de tus palabras para el último instante y me tomaste de sorpresa, eso es; una sorpresa gritada a medias para que lo entendiera. Estaba escrito en las actualizaciones de tu perfil, pero este ciego y necio amor me impidió verlo. Lo siento, te estoy haciendo “otro pancho”, como dices, estoy aburriéndote con un agónico adiós que duele de un solo lado, y tú esperas que sea pronto para lavarte las manos y volver al trajín de tus días. Está bien, me voy sin un adiós, sin una sonrisa de tu parte, no necesito caminar, mi corazón se ha detenido pero mi alma ya se fue. Sólo imagina un fantasma que arrastra los pies por donde vino. Descuida, esta vez seré un muerto para siempre, no te volveré a ver, no me veras más, ni sabrás de mí; los muertos no hablan, no ven, no existen, no sienten, ni regresan. Eso seremos en nuestras vidas. Desde antes me prohibiste hablarte, mírate delante de los demás, fingir que tú y yo no somos nada, sólo porque te daba pena que se enteraran que había algo más que una amistad. No será extraño, porque de alguna manera tu tregua sirvió para prepararte y para que me acostumbrara. ¿Me preguntaste si estaba de acuerdo? ¿Sabes cómo me sentía en esa jaula de silencio en que guardaste nuestra relación como si fuera un pecado querernos? ¿Acaso crees que ignoro la censura que me puso detrás de un teclado cuando tú y yo podíamos vernos sin nada qué ocultar?
Y de pronto la edad se me vino encima con todo su peso. Sepulta mi realidad, eres un imposible y yo un segundo en tu existencia; porque tienes toda la vida por delante mientras yo pido un réquiem en la amalgama que se forma entre mi pasado y el futuro. Amalgama que no converge en este lugar y tiempo que ya vislumbra un fin lleno pena y nada de gloria. ¿Y el corazón qué? ¿Y el amor qué? Yo soy nada, y tú ya eres nadie, una lágrima intenta brotar de mis ojos; me revuelco de un dolor infinito pero es tarde para intentar vivir otra realidad. Me da rabia saber que he tenido lo que he amado y se va como si nada, sin valorar lo que hice con tanto empeño. Sabía que lo único que podía separarme de ti era el tiempo, esa dimensión que se interpuso y que al fin siendo un mortal no pude vencer. No más llanto, no lo habrá.
Está bien, se hará como tú digas, quitémonos las máscaras, déjame verte una vez más como te vi por primera vez… eres hermosa, joven, llena de vida. Y tú, mira mi sonrisa, mira el brillo de mis ojos, siente el amor que destila cada palabra que digo, éste soy, sin la máscara de tristeza que traje hoy. Ya todo acabó. Ve por donde llegaste, me iré por donde vine, nuestros destinos se juntaron un momento. Te tuve entre mis brazos, sentí el calor de tu cuerpo y mis labios se juntaron con los tuyos. Hubo una posibilidad de entendimiento, quizás me amaste como dices, pero fue muy lábil tu amor y no soportó el peso de la crítica; esta vez el amor no pudo vencer, estuvo de un solo lado y para construir un puente hacen falta dos extremos que quieren unirse. Lo siento, te vas, me voy, no quiero irme pero a ti qué te importa lo que siento. No hay un adiós, no hay una sola palabra que se haya dicho, mis oídos no escucharon el acento de tu voz. Es un adiós virtual. Está de moda empezar y terminar una relación por mensajes del chat. Es irónico que esta forma de comunicación, acerque a las personas que están lejos, y que al mismo tiempo aleje a quienes están tan cerca de nosotros. Quizás no me acostumbro a esta forma fría de amar… quizás estoy hecho a la antigua, algo cursi y romántico. Pertenezco a ese tiempo cuando amar no era una palabra escrita, un “Hola amor” y luego nada qué decir; sino una hermosa relación de todos los días. Era agradar con mil detalles a la persona querida; cuando amar era un estar juntos en las buenas y en las malas, tomados de las manos viviendo en el presente sin preocuparse tanto del futuro o el qué dirán mis amigas. Entonces el amor era genuino, real y puro; no virtual, como éste que termina.
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