El hombre no nació,
no tuvo ese privilegio;
no fue savia en sus venas
ni verde el corazón.
La naturaleza escribió su origen
pero no sabía leer.
No había claridad entre azar y tiempo,
no tuvo predestino,
ni Dios creador.
Era instinto,
no razón.
Por eso perfiló una imagen,
aprendió a ser y pensar.
Se hizo al calor de una hoguera,
en el silencio,
en la fascinación de la estrella,
en la piel de la bestia.
Así disipó su miedo,
inventó su voz,
descubrió su mundo;
así sobrevivió.
Aprendió a vivir del hombre,
no nació,
no tuvo ese privilegio.
Se hizo entre los hombres,
entonces su soberbia
reescribió la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario