I
Tiemblan gotas de miedo,
el cielo brama desconsuelo.
La humedad de aquellos soles,
la lluvia lisonjera;
viejos recuerdos vagan,
fermentan larga espera.
Alguien desecho en llanto,
ve pasar el tiempo en kilómetros de tinta.
Todo cambia alrededor del fuego.
Púrpura y azul empapan sábanas,
envuelven noches frías.
Si el árbol se levanta,
si la piedra reblandece,
ahí están los garfios que desangran.
II
¿Dónde está la luna?
¿Dónde el sol?
¿El cielo?
He borrado el universo,
quedamos yo, tú;
padres de un mundo nuevo.
Tendrás un vientre fértil
y el nido que me calme los deseos.
Tejerán tus manos y las mías,
caminos que unan noche y día,
tierra y mar,
fantasía, sueño, realidad.
Tendré tu suerte y tu destino
atados a mi cintura
y mis pies encadenados al compás de tus delirios
andarán con regocijo tus montes y recodos.
Hablarán los dioses que he creado,
correrán ríos desbordados,
y del fondo abisal donde guardo los pesares,
la Hidra escupirá su reto,
morderá mis sienes
y aún herido
mantendré vivo el desafío.
Bajaré hasta el límite
donde el pensamiento se dispersa
y en la bruma de lo incierto
abriré de par en par la oscuridad.
Sé de una orquídea negra,
de una ninfa triste,
una mentira a medias.
El odio a mis plantas rodará
en busca de consuelo
y el temor enrollará su cola avergonzado.
Entonces pintaré de luz sus pétalos,
alas a una mariposa
y al rostro una sonrisa que hablará con la verdad.
Viajé a un mundo extraño que nunca visitamos
por miedo, ignorancia o apatía;
el enigma nunca más será.
III
Cumple tu designio,
eres mía y yo soy tuyo.
Flor morena,
suspiro de alas tornasol,
niña buena.
Qué importa la palabra,
el fruto ha madurado con el tiempo,
la mariposa besó la flor
y ha engendrado un nuevo idilio.
El destino agrega una hoja más a la existencia,
pero hoy y sólo hoy,
cual mártir en la hoguera;
ora, blasfema si es preciso,
pero arde en los brazos que te esperan.
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