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miércoles, 12 de septiembre de 2012

De costumbres y hábitos







Antes de poseer tu virginal esencia, me gusta escudriñar con mi nariz cada detalle de tus formas, llenar mis pulmones con el olor característico de la novedad. Deslizo mis dedos por entre la línea que separa tus delicadas partes, miro la serpentina negra que hace espacio en la atrevida historia. Me gusta sentirte así, palparte así, imaginarte así; en tus imágenes que ilustran mi apasionado pensamiento, mientras mis ojos se van comiendo la entremezcla de nácar piel y el brío de signos intrépidos, atados a los traviesos dedos que  columpian tus curvas de hembra en celo, siempre dispuesta a dar lo mejor de ti.

Mi cuarto es el lugar donde establezco el rito, esa decisión me pertenece. Sabes que estando ahí no habrá poder que me separe de ti. Me dejas imaginar detalles oscuros de tus historias y me cuentas con tu  propio cuerpo otras hermosas hechuras de tu forma.  Me como tu esencia hasta sentirme harto, satisfecho como siempre cada  que la intimidad nos encuentra, como ya saben mis manos cuando tomo tu espalda recta con mi mano izquierda, mientras gozo en la profunda sabiduría de tu muda voz desgranando tus secretos.

Eres mi costumbre, mi extremo hábito. Mi pasión primera y última. Eres parte esencial de mi vida, ya no puedo mirar el mundo sin tu sabiduría. Mi experiencia está atada a tu propia experiencia y al compenetrarnos los dos hemos trascendido más allá de nuestras diferencias. Yo te amo y a ti te gusta abandonarte entre mis manos.

Pobres mis palabras ante la magnitud divina que brota de ti como un tesoro. Solo puedo reconocer que mientas viva, tu lectura es el camino que me anima todos los días a la compulsiva felicidad de poseerte en tu esplendor.





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