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viernes, 14 de septiembre de 2012

Instinto animal





En la intrincada selva de la vida,

el destino marcó mi origen
para dar a mi casta estampa y poder
por encima de cualquier especie.

Nací depredador,
instinto salvaje
y fuerza bruta para el combate.

Crecí rodeado del peligro habitual
y superé cualquier duda
sobre mi ancestral linaje.

Reiné hasta los confines
que mi herencia
delimitó con aguda sabiduría.

Casualidad o predestino,
quiso que mis pasos 
se cruzaran con los tuyos
a la vera del camino.

No me dijiste que también corría por tus venas
sangre intrépida de cazadora furtiva,
camuflada en tu exuberante belleza
de curvas estilizadas y felino porte.

Cometí el  error  del principiante
cuando creía tenerlo todo.
Me abandoné por un instante
y perdí el control de mis instintos naturales.

Mi espíritu de fiera indomable
se recostó en tu regazo a dormir la tarde
mientras tus  seductoras artes
 fascinaban mis sentidos.

Dormí el sueño del ingenuo
y cuando desperté ya era demasiado tarde.
Si tu traición tenía la intención de lastimarme
y causarme un dolor inmerecido
lo lograste.

Pero mejor lo hubieras hecho de una vez;
arrancarme la vida
y no dejarme mortalmente herido
lamiendo mis heridas.

Porque en esta lenta agonía
mi instinto arcaico se reveló
a ser vencido sin oponer tenaz empeño.

Con el  último aliento de  vida
saco fuerza para sobreponerme
a la traición que me domina.

El coraje sublima mi entereza,
viene desde mi interior
como parte de mi naturaleza.

Soy un bestia nacida para cazar
y no presa para el depredador,
no moriré sin antes dar pelea.

Debiste arrancarme  el corazón y
comértelo al instante
porque con el tuyo eso haré
para lavar la afrenta que sin motivo
me causaste.

No creas que es venganza
u odio desmedido,
es solo cuestión de puro instinto.

Con la espalda mordiendo el polvo
mis dientes buscan tus entrañas,
se hincan en  turgentes carnes.

Festín de zarpazos
y mordidas consumen la tarde
hasta que solo quedan
los crujientes huesos de la luna.

Me queda suficiente razón
y mucho orgullo.
Estás vencida.

 Y en mi último aliento
decido arrancarme el corazón
para ponerlo en el lugar
donde antes palpitó el tuyo.

Como buen luchador errante de la vida
podrá ahora  morir el cuerpo,
mas nunca se apagará mi luz
mientras en tus entrañas yo viva.



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