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domingo, 9 de septiembre de 2012

Un viejo amigo





Le gusta husmear en mis recuerdos, meterse en los detalles de mi vida, remover tristezas, desempolvar alegrías añejas. Adelanta las manecillas del reloj cuando más prisa tengo. Todo lo pone en un lugar que luego no encuentro, entonces se ríe de mis apuros pero  no perdona atrasos  ni disculpas.  A veces me pregunto qué le pasa, quizás ya está demasiado viejo y camina lento cuando necesito que corra al parejo. Le gusta esconderse lejos de mi presencia, de reojo me mira desde su trinchera y bosteza con mi pereza. Tiene el sueño pesado y se acurruca en cualquier espacio que dejo. Parece que  se esconde cuando viajo, se va muy de prisa si  le reclamo o  se queda quieto ante mi impaciencia. No lo comprendo y sin embargo, reconozco que es un gran sabio. Le gusta mirar de lejos pero nunca habla ni da consejos. Quisiera interpretar su silencio para aprender muchas cosas importantes en la vida: llevar todo a su ritmo, darle a cada cosa su lugar, y a él en particular, nunca apremiarle; tampoco dejarle  hacer lo que quiera. “Hay que dar tiempo al tiempo”, reza un refrán, pero en la  realidad es lo que menos tengo. Y es que a veces me parece que se detiene abrupto, como un tren en cada estación, pero otras viaja tan aprisa que no quiere llevarme a donde voy.  ¿Es él quien transcurre en mi vida? ¿Soy yo quien pasa por él? ¿Por qué cuando  espero se hace eterno? ¿Por qué cuando estoy con él fluye como el viento? Yo no entiendo por qué se jacta  de mí,  me hace trampa, me engaña, juega, ríe, se esconde, me ignora. Es que con sus años se ha vuelto loco y da vueltas y revueltas sin tino ni dirección. Es un tirano que explota mis sentidos, que me roba mis emociones y se lleva mis sueños. Con él  no  puedo jugar aunque se  divierte conmigo, no es nada serio, en sus barbas carga el destino y no le importa cortarlas si siente fastidio. No lo entiendo, aunque siempre esté conmigo. A fin de cuentas se porta como un niño travieso pero es  mi mejor amigo. Algún día, tal vez entonces lo comprenda y pueda ser como él, sin edad, sin origen, ni destino.  Él es mi viejo amigo el tiempo.


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