Es tu semblante surco
a fuerza de violentos azadones
y la ojeras que se agrietan
denotan el cansancio
de una espera hecha pedazos
ante el embate calcinante
de un sol enfurecido.
Se parten tus labios
sin que nadie se acuerde
de tus días fértiles y húmedos.
Selva, eres tan pobre
como los pobres pies descalzos
que hollan tu semblante.
y las pocas lágrimas que caen
secan más tu corazón.
Joven y ya vieja,
miras impotente a tus vástagos
morir sin descendencia.
Lloras con los ojos secos,
tu nobleza se trunca,
da paso a la ira contenida.
Blasfemas contra el insensato
que robó tu juventud,
el que hizo leña de tu piel
y te vendió al mejor postor.
Y al recordar que un día fuiste virgen,
que bajo tus copas opulentas
la cálida humedad era el limo de la vida,
y al recordar tu dignidad perdida,
es tal tu ira que revientas.
Tu cuerpo pulula arrastrado por el viento.
eres polvo y eres nada,
eres desierto y piedra calcinada.
eres estéril,
eres estéril,
y el último retoño agoniza en tu regazo.
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