Sé de memoria tu nombre porque es breve,
relámpago
que ilumina la oscuridad cada vez que lo invoco.
De memoria está hecha mi vida,
apenas unos cuantos ayeres
apenas unos cuantos apuros.
De memoria me sabe tu risa;
dulce pan que muerde la noche
mientras bebo una taza de fe.
De memoria mis manos reconocen las tuyas,
cada vez que construyo la ruta más corta
entre tus pies y mi prisa.
De memoria adivino el peso de tu cuerpo
recostado en la tarde de un verano,
que ahora se cobija porque tiene frío;
que se quedó dormido
y el invierno le llegó demasiado rápido
para recordarle que el tiempo nunca se detiene
y cuando pasa
marca para siempre lo que toca.
De memoria he aprendido
que lo nuevo envejece;
lo viejo muere,
y una nueva vida nace del rescoldo cada día
en su vasto y profundo reino.
De memoria me instaste a aprender una palabra
y luego repetirla mil veces
para convencernos que existe.
Luego aprender otra y juntarlas,
una tras otra
y entonces
decirlas de corrido
para estructurar una idea coherente;
un te quiero con el corazón ausente.
A lo mejor sea más fácil
aprenderse de memoria la vida entera
y vivirla eternamente.
Repetir mil veces las vivencias,
el amor y tantas cosas,
pero aprendimos que con retazos
no se construye la vida,
que la vida no se vive de memoria,
y aceptamos que del tiempo debemos cuidarnos
para que no digan
que se nos fue la vida sin hacer algo útil.
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