Dijo el nuevo Dios:
Deróguese cualquier ley anterior a ésta,
hagamos al mundo a imagen y semejanza del hombre,
sembremos en el solitario polo una flor ultravioleta,
hongos atómicos en una isla poblada
y en el resto de la tierra
enlutemos rosas rojas y tréboles de una sola hoja
para que la lluvia ácida extienda la hermosura del desierto.
Transformemos el oxígeno en ozono
y cubramos con él las grandes urbes
creando un efecto invernadero
donde broten a placer las incongruencias.
Si hay paz en un lugar,
hagámosle la guerra
y así restablecer el equilibrio;
que emigren no los pájaros,
sino los hombres que nada tienen;
a las aves de hermosas plumas
cubrámoslas de acero
y en los mares pululen escuálidos blindados.
Exportemos a los continentes nuestra cultura,
lenguaje logo y metralleta
para acallar a los que nada entienden del progreso.
Construyamos un muro en el lado sur,
no sea que la inmoral de los perdidos
contamine los valores del milenio.
Y ese fue el día primero...y el último.
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