parada frente al espejo,
porque dices la verdad,
y te quedas modesta en tus palabras
cuando miro que tu boca
se vuelve un jardín multicolor,
y vuelan bellas mariposas
nacidas del capullo de tu voz.
Me gusta que digas que eres hermosa
cuando peinas tus cabellos
y el agua escurre por tus hombros
dibujando una serpiente cristalina
que se pierde entre la toalla con que apenas
cubres tu exquisita desnudez.
Me gusta que digas que eres hermosa
mientras miras mi reflejo detrás tuyo;
entonces te vuelves con premura repegándome tu cuerpo,
echas tus manos entrelazadas por mi cuello,
porque el espíritu de un beso ronda entre mis labios
y se pierde suave y cálido en el umbral de los deseos.
Me gusta que digas que eres hermosa,
que te comportes como niña consentida
porque así tengo oportunidad de entregarte
a manos llenas los detalles que te gustan,
y a cambio es un regalo a mi pupila tus sorpresas,
tus gestos de alegría, cuando para ti
narro interminables cuentos
donde tú eres la princesa y yo el caballero andante,
y vamos de reino en reino visitando castillos de sueños,
montados en la magia y el poder del amor correspondido.
Pero me gusta más escucharte a solas,
en la penumbra de esta habitación
que nos reserva cada noche la mejor almohada
el mejor perfume para impregnar los cuerpos
del ardiente celo que destila la pasión.
Entonces cierro tu boca con mis besos
y te digo tenue, apenas en un hilo de voz,
que eres la más hermosa de las mujeres,
y me encanta que sonrías pícara,
con los ojos cerrados en espera
que mis manos se entrelacen con las tuyas
y me ordenas en silencio que repita
lo que dije en tus oídos una y otra vez.
Me gustas en tu vanidad de verte hermosa,
en la alquimia que transforma
tu frescura y candidez de niña ingenua,
en una espléndida mujer de corazón de fuego,
dispuesta a contarme tus secretos,
las sorpresas de tu vida
y el dulce despertar a las primicias