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jueves, 18 de noviembre de 2010

Lo entregaste todo menos amor.

No pongas en tu boca estas palabras,
que me amaste
con la virtud de tu inocencia;
que esa entrega fue un acto de amor,
porque el amor entonces,
no estaba en ti.

Cierto,
tenías una gracia natural
para mirar  y seducir,
sabías besar  y derribar  temores,
levantar castillos y encender pasiones.


Y jugaste conmigo sin conocerme
y lo entregaste todo en ese encuentro;
menos amor.

No me  pudiste  mentir,
estabas abierta a la luz
y la luz fue un dogma dentro de ti.

Tu boca se abrió
y dijo lo opuesto al amor
mientras caía de hinojos
ante tu esplendor,
desmadejado y yerto.

Pudo haber en ti,
en ese instante supremo
la comunión entre los dos.
Pero cerraste los ojos
y lloraste;
a cambio,
yo enjugué de tu rostro acongojado
una lágrima sin sal.



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