Inquietos
tus besos
y mi boca es una jaula sin espacio
para abrir a plenitud las alas.
Recorro el cerrojo que te enclaustra
a mis labios,
te empuja el deseo;
en el umbral te agitas indecisa
pero al fin,
vuelas por la selva de mi cuerpo.
Posas tu esplendor en cada rama,
en cada nervio.
Mis músculos se tensan,
árboles rendidos al vaivén
de cálidos vahídos.
Vuelas al ras de mis caderas,
penetras la oscuridad bajo mi piel
que revienta entre nudos
de tendones y hojarasca.
Te comes las semillas
de mi infancia,
mi primera juventud,
y escarbas, ávida de soles,
la madurez teñida de sonrojos
y cavilaciones.
Polícroma,
desnudas los secretos de eternas sombras
que se pegan cual musgo a la corteza.
No hay horizontes,
ángulos sin desafío.
ave al fin,
remontas los espacios
dejando estelas de colores encendidos.
Eres libre de volar por otros cielos,
pero hoy me dijo el viento
el secreto de las aves.
Sé que volverás
para enraizar tu nido
en lo profundo de esta selva
que empieza a florecer tus trinos.
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