Pensar que un día
bendije las horas nocturnas
que penden de los hilos del silencio.
Tu imagen de Gioconda
plasmada en el lienzo
estéril de motivos.
Pensar que un día
fui el pincel que dibujó en tus labios
la enigmática sonrisa;
tus ojos hoy tan fríos
como el muro donde cuelga tu retrato.
Pensar que un día
delineé cada ángulo del perfil sereno
que me mira con pupilas eternas y profundas.
Pensar que hoy,
de tanto bendecir tu rostro tan querido
me pervertí en la abstracción de tu sonrisa,
me volví
la ironía que refleja tu pupila.
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