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domingo, 29 de agosto de 2010

Magia negra, magia blanca

            I
Bailan
dueños de selvas instintivas,
cantan
bestias imitando ángeles;
acaso el eco de su voz
reviente hilos de insomnio.


Teletransportan;
telepatía en la sangre;
llaman al silencio por su nombre.
Hechizo de voluble carne,
de curvas volcánicas, profundas;
botón de rosa herido por la abeja.


¿Qué magia invoca la epidermis nocturna?,
¿Qué poder hace pedazos
su sueño eterno en el cráter pupilar?


Magia negra en la mente,
magia negra en la punta olfativa;
cada árbol, cada mueble,
cada espacio reverbera su perfume.


Ríe la diosa de provocativa inocencia,
se quiebra el tiempo
en las esquinas de su boca;
cual áspid,
se enrosca en la espiral del tedio
si no habla,
penetra hasta el hueso, ¡veneno!
si no mira.


Diosa de obsidiana
daga y sueño:
libera las manos, libera suspiros;
pero no conciencias, no destinos.




             II
Danza la diosa
la luna refleja su impávido paso.
Metamorfosis celeste,
transfigura la forma,
se humaniza.


Brota de la noche:
crisálida, vírgen; 
aún vestida de pureza,
brota lágrima y laguna,
acaricia los carrizos, besa el aire,
destila,
sutil fragancia de colmena.


Murieron con la noche los fantasmas,
a cambio,
del prisma nacieron las estrofas.


Magia blanca, hoja de papel;
magia blanca retrato de esfinge trastocada,
hecha carne, capricho, voluntad.
Diosa de amor;
de nácar y alabastro,
de espuma y océano.




             III
Magia negra, magia blanca,
sólo una;
si diosa o mujer, en esencia,
sólo una.


Y el hombre de mil ojos,
de mil bocas y mil brazos
se transforma.


Sólo uno suspira,
sólo uno implora.
Adorador y esfinge se fusionan,
escrito está;
si magia negra, o magia blanca.







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