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viernes, 19 de noviembre de 2010

Para el hombre que ama

Desperté antes que la aurora
recoja su falda de estrellas
y seduzca mis ojos
con  su desnudo esplendor.

Amanecí con la sonrisa entre los labios,
y el beso celeste  me sorprendió
con un chasquido en mi frente.

Una estrella que no quiso partir
se quedó para acompañar mi suerte.   
Una nueva esperanza anida en el alma,
 eclosiona en parvada de sueños
y levanta el vuelo.

Voy con los pies descalzos,
siento la caricia del mundo recorrer mi cuerpo;
bogo entre fango y lodo,
pero después me lavo
en el agua clara del arroyo.

Me encanta ser feliz,
viajar en metáfora inconclusa, 
recorrer kilómetros de tinta
sacando miel de palabras vagas
y al fin  saciar mi sed
con el dulce néctar que destila la vida.

Nada hay como el amor
para el hombre que ama,
porque el amor está en todas partes;
y en todas partes hay un ser
que espera y ama.

Una flor regala su perfume;
es una mujer que esparce fragancia de azucena,
que llena de sutil encanto
los espacios del hombre que la busca y ama.

Me llevo las manos al pecho,
un suspiro se escapa y  va al cielo,
es el beso del alma para el amor,
es un beso de esperanza en este  nuevo día.

Cuando el corazón  sin ella tiembla,
el espíritu firme me levanta
y camino de nuevo con la frente en alto
porque  brotó del surco
aún húmedo y fresco que dejó  a su  paso.



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