Bienvenido

sábado, 28 de julio de 2012

Mi amigo de siempre


Ya ves, como siempre,
seguimos siendo amigos
aunque lejos te encuentres.
Nadie esperaba tu partida,
quedaron algunos pendientes.
Pero debo decirte que siempre confié
en tu lealtad y aprecio sincero.
Contigo no hubo necesidad de protocolos
ni frases rebuscadas.
Sencillo en tus expresiones
de risa espontánea y alegre,
compañero de aventuras
y  ante la adversidad tu mano franca.
Eres mi amigo de siempre,
tenemos presente tu recuerdo,
y las anécdotas que contabas
con tanta gracia.
Ya no estás para decirme
-“Oye viejo, qué hay”-
Extraño esas palabras.
Ya sabes, amigo,
en nuestra  amistad,
nunca hubo distancia ni diferencia.
Quizás la juventud y experiencia
hicieron buena amalgama.
Sé que te fuiste feliz,
nada faltó que vivieras sin disfrutar.
Un día estaremos juntos
en algún lugar, ya sabes,
tu recuerdo mantendrá siempre viva
nuestra amistad.

























Arrojamos la botella al mar


Hace años  escribimos una carta de amor que luego metimos en una botella y la arrojamos al mar, no sabíamos en dónde terminaría esta atrevida historia que empezábamos a contar. 
Sentados en unas rocas más allá del muro de contención que se extiende por todo el bulevar y con los pies metidos en el agua, miramos cómo se fue perdiendo entre las olas, mientras las primeras sombras de la noche  nos cubrían lentamente hasta hacer de nosotros dos siluetas recortadas en el horizonte,  aquella hermosa tarde de diciembre en que nos vimos por última vez.  Teníamos la esperanza que la botella recalara  en una isla desierta de  palabras, sin consejos ni remordimientos, que el tiempo y el vaivén de las olas la enterrara en una playa de blanca arena lejos de miradas indiscretas. En aquel entonces, intentamos ponernos de acuerdo sin lograrlo, ambos teníamos una historia distinta y lejana, sin embargo, estábamos ahí juntos otra vez, cada que las circunstancias lo permitían, robando al tiempo apenas lo indispensable para no morir en el intento. 
Sobrevivimos a las tempestades, a los abismos insondables entre una espera y otra, entre una cita y dulces promesas. Cada año era nuestra costumbre destapar una botella para brindar con su dulce néctar y deleitar nuestros corazones, cada año disfrutar el sabor añejo y  embriagarnos  hasta perder el juicio, hasta desnudarnos el alma para contemplarnos puros, sin prejuicios ni inhibiciones. 
Por eso me  siento feliz a tu lado, ya no hay dudas respecto a nosotros. Sé que me quieres tanto como yo a ti, y cada segundo que pasamos juntos vale por una eternidad en nuestras prolongadas ausencias. 
Son las 10:30 p.m., es diciembre. Sentados en un restaurante del centro de la ciudad, pedimos la especialidad de la casa “Pasta italiana a la Sergio’s” . Mientras esperamos el servicio, tengo oportunidad de mirarte a mi antojo. Te ves esplendorosa, el chal plateado  contrasta con tu vestido negro que enmarca perfectamente tu hermosa figura.  No me canso de admirar tus grandes y  emotivos ojos, la gracia de tu sonrisa, los negros cabellos en espirales que besan tus desnudos hombros, el color canela de tu piel y el sutil encanto del perfume que destilas. Estoy enamorado de ti como un adolescente,  lo sabes muy bien y te deleitas en ello. Cada año que nos vemos afirmo que el tiempo te tomó una foto. No has cambiado en nada, sigues siendo la misma que un día conocí y a decir verdad, creo que eso me inquieta.
En un momento dado, me tomas de las manos y me miras intensa, en tus labios entreabiertos percibo un atrevido beso, es una invitación que anhelo y mi  deseo  se  posa brevemente en las comisuras de tus labios para después perderse en la pulpa deliciosa de tu boca. Los comensales de la mesa contigua nos miran discretos, entonces cerramos  los ojos,  el mundo  se hace invisible para nosotros. Nuestras  miradas hablan dentro del alma, dicen más  que las palabras, estamos quietos, serenos, a escasos centímetros uno del otro y podemos deleitarnos con el arrobo de ambos. El mesero interrumpe el juego secreto de mirarnos sin parpadear, ni reír.
Mientras cenamos, platicamos de nuestra inverosímil situación, de cómo a pesar de los años, mantenemos firme el pacto de amor que firmamos en nuestros  corazones.  Pero en esta ocasión de pronto me dices que sientes una inmensa nostalgia. Me miras  a los ojos y comentas que has soñado en nosotros como  sombras caminando bajo la lluvia tomados de las manos, avanzando por un camino sin horizonte.  Una enorme tristeza hace que tus ojos caigan al suelo y por tus mejillas escurre el llanto, no puedes hablar, no sabes qué decirme cuando levanto tu rostro con mis manos y pregunto qué te pasa. Tus labios tiemblan y el silencio se anuda en tu  garganta. Me contestas que es una sensación indescriptible de felicidad y nostalgia, de deseo incontenible que revienta después de haber estado aprisionado dentro de tu pecho sin poder expresarse como ahora lo hace. Me quieres con toda las fuerzas de tu corazón, con todo el sentimiento que  eres capaz. Seco tus lágrimas con una servilleta, con mis manos, con mis besos. Me juras que siempre me amarás, que siempre estarás conmigo, que seremos tú y yo hasta que el cielo nos llame. Y mientras escucho tu voz y tus bellas promesas siento un dolor  que me cala el alma. ¿Cómo es posible que amándonos tanto  vivamos cada uno por su lado?. Vernos una vez  en espacios tan prolongados se va haciendo un suplicio, me haces falta en mi vida, te necesito a mi lado para vivir todas esas experiencias cotidianas que una pareja  necesita para afianzar su relación.  Cuando empezamos esto solo pensamos en estar juntos y amarnos, pero el amor exige su espacio y cada día es una agonía no verte. Duele amarte en silencio, lejos de ti, sabiendo que vives ajena a mí y yo aquí esperando, simplemente esperando.   Suspiro profundamente mientras controlo el mar de sentimientos en que me ahogo. Miro nuevamente tu rostro, me sonríes y me das de comer en la boca. Me sorprende qué fácil pasas de un estado de ánimo a otro porque yo no puedo.  Apresuro el trago amargo y prefiero borrar de mi mente todo lo que me hace daño. Disfruto tu compañía, cada segundo que pasa transcurre lento, estiro hasta donde puedo cada palabra tuya, cada detalle, cada silencio.
El mesero vierte en nuestras copas el vino. Tomados de las manos con los dedos entrelazados contemplamos el burbujeante líquido, luego alzamos las copas y brindamos como todos los años, simbolizando nuestra redención del mundo cotidiano.
Salimos tomados de las manos, en la calle, sientes  un poco de temor pero pronto recobras la entereza. Caminamos hasta el bulevar cerca de la explanada de la bandera donde el obelisco se alza imponente  como una gran torre de sueños donde se antoja grafitar nuestros nombres. Nos sentamos en el mismo sitio de siempre, de espaldas al obelisco y mirando a la bahía.   Acurrucada en mis brazos miras el horizonte mientras tus labios entonan una añeja canción que es significativa para nosotros –Si, tal vez, detalle a detalle podrías conquistarme sería tuya...–,  –¿Dónde estará?–. Me preguntas. –Quizás enterrada en la arena en alguna isla lejana, tal y como lo deseamos–. –Si, yo sé que está ahí, esperando que lleguemos a desenterrarla–. –¿Recuerdas qué escribimos en la carta?–. –Sí, sé de memoria cada palabra, yo te dicté la mitad y tú la escribiste, luego, tú me dictaste y yo escribí la otra parte–. –¿Le pusimos punto final?–. –No, fueron puntos suspensivos–. Te quedas contemplando el cielo y no me atrevo a interrumpir tu letargo. Te observo larga y detenidamente mientras  miras las escasas estrellas, es una noche sin luna, oscura y nublada, hace un poco de frío, te acercas a mí buscando el calor de mi cuerpo y permanecemos así por largo tiempo. Ninguno de los dos se atreve a romper esta hermosa sensación de estar juntos de nuevo.
Son las 5 am. El tiempo ha transcurrido demasiado aprisa, queremos que esto se eternice pero es imposible, debemos volver al presente. Entonces empiezas a recitar de memoria el texto: –Amor mío, quiero que sepas que este es un día memorable en nuestras vidas. Hemos disfrutado todo el día juntos y no hace falta que te repita una vez más que eres el amor de mi vida. Te pedí un trato y has accedido porque también tú lo deseas. Esta carta será un pacto entre los dos, juro amarte hasta el último de mis días. No importa qué pase de aquí en adelante, lo único que cuenta es la promesa de vernos y aquí estaré, te lo prometo–. –Amor mío, mi pequeña traviesa, llegaste a mi vida y mi corazón te pertenece desde el mismo instante en que te vi por vez primera. Cada día te amo más, eres la razón de mi existir. Prometo quererte siempre, aquí estaré para ti hasta el último aliento de mi vida. Hemos escrito esta carta y la arrojamos al mar en espera que encuentre un lugar donde repose por la eternidad sin que nada la perturbe. Si alguien la encuentra apiádese de estas almas enamoradas y devuélvala al mar. Por siempre  juntos–.
El silencio nos envuelve con su frío manto. La noche está oscura y una ligera brisa hace que  tiembles. Los dos miramos al mismo punto en que el mar se confunde con la noche. Mi voz rompe  el hechizo. –¿Amor mío, qué vamos a hacer?–. –Nada, esperar nuevamente–. –Despidámonos ya, pronto va a amanecer–. –Dime que no estamos mal, ¿Nos volveremos a ver?–.  –Sí, por supuesto. Te llamo antes–.
Voy de regreso a casa, está por amanecer. He leído mucha veces ese famoso “cerrar puertas” al pasado y me rehuso a creer que nuestro ciclo ha terminado. El amor es uno solo pero tiene muchas  formas de manifestarse y de concebirse, cada uno ama a su manera. No nos falta orgullo, ni somos soberbios; simplemente somos como éramos y así seguiremos. Hemos sido capaces de transformarnos cada  día y aún así, nuestro amor se mantiene íntegro; entonces seguimos encajando perfectamente el uno con el otro en  nuestras vidas, en un ciclo  de  amor que no termina.
La adrenalina inunda mi cuerpo. Mis sentidos están saturados por tantas sensaciones. Una noche sublime, una noche con el amor de mi vida, ¿Qué más puedo pedir? Mi pasado es mi presente y mi futuro; es mi universo interior y en él,  el concepto de tiempo rompe con cualquier lógica y hace de nuestro amor una historia sin fin. Vienen a mi memoria todos los recuerdos, con todos sus detalles de esta noche que aún no termina, vienen a mi mente y mi cuerpo responde de inmediato, se eriza al recordar lo que hemos  vivido en el restaurante, en la calle, en el bulevar…en la alcoba…pero esa es otra historia que prefiero callar...






Mi corazón atado al tuyo


De la intrincada madeja de mi vida,
el amor fue el lazo que unió nuestros corazones;
de esa vuelta deshilé  gratos recuerdos
de aquella relación tan bella.

Desanudé viejas ideas que anclaron mis versos
al encanto de tu risa,
hilvané chiste tras chiste;
anécdotas y ocurrencias para ganarme tu atención,
para sentirme parte de tu vida
pero también desenredé intrigas,
deshice  tramas que perturbaron
la armonía de nuestro amor.

Y entre surcir y remendar detalles,
gasté toda la madeja para evitar
se hiciera pedazos este pobre corazón.

Pero ni los mejores  recuerdos,
las más brillantes ideas,
los momentos más vívidos,
devolverán la alegría a este corazón
que llora tu ausencia.

Ni los besos más dulces,
las caricias más tiernas,
las palabras más bellas,
devolverán aquella felicidad que sintió
mi corazón atado al tuyo.

Mi vida se embrolló en una red
de intrincados nudos que ahora me atan
a la soledad perpetua.

Mi vida se enredó en delgados hilos de histeria,
los nervios como agujas se incrustan,
mi corazón en un hilo a punto de romper…
mi alma pende de una esperanza muerta.



miércoles, 25 de julio de 2012

Nada espero para ser feliz


Porque no espero de la vida
un regalo más para alegrarme,
porque sentado a la sombra
de un viejo árbol
disfruto del paisaje que ante mí
se abre como las alas de una hermosa  ave
y me lleva a los confines más secretos
de la tarde.
Respiro lento y profundo,
lleno mi alma de paz
porque todo lo que he hecho
ha sido con fervor, pasión y fe.
Me doy un tiempo a solas
en la inmensidad de la naturaleza,
estoy a la vera de un camino
poco transitado,
me he quitado los zapatos
y camino un  trecho con los pies descalzos.
Siento fluir la energía de la naturaleza
por todo mi cuerpo.
Recordé mi niñez
y sonreí por aquel tiempo
en que fui feliz entre tanta carencia
de cosas materiales
pero incomparable de riquezas
y experiencias
compartiendo juegos con mis hermanos
aquellas interminables tardes.
Un camino serpentino y pedregoso
que se pierde entre la bruma de la tarde,
me inspira a repetir viejos recuerdos.
Sigo el caminito de hormigas arrieras,
atrapo grillos para contar sus patas;
quién me viera volteando piedras
y revolviendo la  hojarasca
para recolectar chinchillas,
ciempiés y alguno que otro bicho raro.
Vuelve  a florecer mi fe,
las raíces de mi herencia
clavan sus recuerdos en mi memoria
y echan flores que perfuman mis sentidos.
Esto es felicidad en tiempos de carencia emocional.
Adentro mis palabras en el oscuro silencio
del tiempo perdido,
vierto la miel de los recuerdos
en los labios del destino,
y nuevamente suspiro cuando voy de regreso
al mundo de los vivos.
Porque todo y nada  he tenido para ser feliz,
porque ya nada espero,
estoy en paz conmigo mismo
disfrutando lo que la vida quiera regalarme.




Cierra la puerta a tu pasado



Porque te amas a ti misma,
porque sabes lo que vales
y te tienes gran estima;

Porque la inteligencia guía tus pasos
y sabes cuándo debes seguir el rumbo
o buscar una nueva ruta a tu destino.

Cierra la puerta a tu pasado,
la vida sigue y hay que vivirla
Con dignidad y con orgullo.

Tienes la fuerza suficiente
para seguir por el camino,
no pierdas el tiempo
mirando lo que dejas.

Si hubo problemas  qué afrontar,
si ofensas te llegaron a dañar;
también hubo cosas muy bellas
que alegría te causaron sin igual.

Déjate querer por tu familia
déjate halagar por tus amigos
pero sobre todo, quiérete a ti misma.

Eres joven y valiente
tu porvenir es el fruto de tu esfuerzo,
cierra la puerta a tu pasado
y abre los brazos para  recibir con alegría
el calor del sol en este nuevo día.





lunes, 23 de julio de 2012

No fue por mí


De esto estoy seguro:
si amé fue con intensidad,
si luché fue con todas mis fuerzas,
si creí lo hice con fe,
si prometí  también cumplí.

Hice más de lo necesario,
una y otra vez me levanté
cuando mis rodillas se doblaron
por el peso de la adversidad.

No dejé nada a medias,
metí las manos al fuego por ti
y nunca dudé de tu amor;
si terminamos, no fue por mí.

No puedes dudar que todo
lo puse a tus pies,
a manos llenas;
sin condiciones,
sin treguas.

Si mi amor ya no es para ti,
debes comprender
que ya no hay nada qué hacer,
yo ya te perdí
pero tú también
me perdiste a  mí.






domingo, 22 de julio de 2012

Apostando a la suerte su destino



Si pudiera evitar
el impulso que motiva
sus horas ociosas,
sus francos desvelos,
atrapada en adictivos juegos
que no la dejan pensar.

Si pudiera encontrar su camino
un perdido viajero sediento de amor;
sigue el contorno de una huella imborrable
dibujada en el tiempo por sus propios pies.

Van en sentido contrario
 y no se alcanzan aunque aligeren el paso.
quizás se cruzaron en el último beso
que presurosa guardó la memoria
en la arena del mar.

Una moneda al aire  reverbera las penas,
los dos pierden más si no juegan;
mejor siguen solos
cada quien  a su manera.
Siguen apostando a la suerte,
tirando una moneda al vacío,
tirando al vacío su soledad.