Bienvenido

jueves, 2 de junio de 2011

Mejor te digo adiós

¡Te tengo una sorpresa! Aquí está el documento firmado donde dice que soy  totalmente libre. Es mi acta de divorcio. Lo traje para ti, fue una promesa y he cumplido. Pero no creas que fue fácil decirle  que ya no lo quería, así a bocajarro y sin preámbulo. Tuve que inventar mil maneras de hacer espacios entre los dos para alejarlo, pero pasaba el tiempo y no  entendía. Entonces, un día lo invité  a cenar en un lugar exclusivo y le dije que ya no quería nada con él, le conté que estaba enamorada de un hombre maravilloso apenas quince días antes. Por supuesto que disfruté ese momento cuando abrió su boca por la sorpresa; pero se quedó mudo, no me dijo nada y proseguí. Le dije que era mejor que lo supiera de mí y no como un chisme cualquiera. No le dije que tenemos intimidad, sólo que ya estamos saliendo. Fue buena estrategia escoger un lugar así, porque conociéndolo, sabía cómo reaccionaría. Había poca gente y estábamos en un rincón. Lo culpé de nuestro fracaso y tampoco dijo nada, estaba perplejo y me miraba sin entender lo que le decía en ese momento. Pero cuando le di detalles, y le dije que ya no lo amaba, su sorpresa pasó a la negación y luego se volvió indignación, me cuestionó mi proceder y acabamos saliendo del lugar como dos acérrimos enemigos. Era lo que finalmente buscaba y como sea, amor, ya soy libre sólo para ti.
Te escucho  atento, nunca creí que llegaras a tanto. Tú, la que un día me dijo que no podías ser nada mío porque lo  amabas con todas tus fuerzas, ahora vienes y me dices que lo dejas por mí. Lo dices tan fresca, tan natural, como si dejaras un vestido viejo  por otro nuevo. Actúas  sin un asomo de prudencia o sensatez. Sigues hablando y paso de la atención al asombro. ¿Ésta eres tú? ¿Ésta que habla y habla de amor sin conocerlo realmente? Te miro por fin tal cual eres, una mujer  lábil, caprichosa e impulsiva que no sabe lo que quiere, que pide y toma sin importarle  si con ello hiere. ¿Y después de hoy, mañana, qué sigue?  ¿Y después de hoy, qué destino me espera?  Contigo ya nada es seguro, ya no sé quién eres. Me gustas, no lo niego y hasta antes de tu confesión, pensaba que podíamos seguir adelante.  Te miro fijamente. También yo tengo algo qué decirte. Dudo si realmente eres tú esa mujer de la que enamoré perdidamente. No pierdes la gracia, tus desplantes coquetos, esa forma de mirar  y acurrucarte  entre mis brazos cuando algún capricho quieres. Pero ya basta, el que ha cambiado soy yo. Todos estos días he  pensado en esta situación, en lo que vivimos y llego a la conclusión de que no podemos seguir así. Lo nuestro terminó, aunque te amo, tú no me quieres; de hecho, hasta ahora no sabes lo que quieres. La vida no es tomar y tirar a tu antojo, el amor no es un objeto que se tiene, se disfruta y se olvida. Ya no soy el mismo iluso que cayó ante ti como tu súbdito rindiendo honor a tu belleza física y aceptando todas tus propuestas. Por ti cambié mi vida ya hecha. Te amo, si, no lo niego,  hasta el delirio,  me he desvivido para hacer que te sientas la mujer más  querida pero es en vano, juegas con fuego; jugar es tu placer.  Ya no me convences con tus posturas graciosas y llenas de ego, no más travesuras adultas y sin recato. Me voy, no quiero que termines diciéndome que encontraste otro ser más maravilloso que yo. No quiero averiguar si será cierto o no; pero por lo visto  tu forma de actuar es tan predecible que no dejas duda sobre el futuro de nuestra relación. Lo siento, nunca te pedí ningún documento, dejas de interesarme, ya no eres parte  importante en mi vida, me voy, es mi decisión y debes respetarla.
Me miras sorprendida, como tratando de entender lo que acabo de decir. No aciertas a comprender que de pronto la vida te devuelve todo lo que has hecho de la misma forma. Hoy eres tú la que se queda sola, yo me voy lejos de ti, no tiene caso seguir con este juego interminable de rupturas y reconciliaciones, lo nuestro fracasó como la relación que teníamos antes de conocernos, porque no es amor lo que buscamos. Hemos llevado nuestras vidas al extremo buscando compensar lo que nos hace falta y la cordura poco importó para nuestros intereses. La costumbre, esa maldita costumbre que se hizo ley en nuestras vidas y aniquiló la posibilidad de disfrutar lo que ambos teníamos cada quien por nuestro lado. Entremezclamos nombres y acciones  y al fin nuestros corazones perdieron el rumbo. Siento mucho haberme dejado llevar por mis impulsos, seguirte los pasos sin importarme el destino. Es cierto, nos quisimos, pero debimos pensar antes que no se valía jugar con los sentimientos. Pudimos hacerlo de otra manera, no engaños ni falsas promesas. Ahora es tarde para componer todo lo que hicimos, ahora me doy cuenta que quizás tú no tienes todas las virtudes que un día creí mirar en ti; ni yo todas las cualidades que pretendí demostrarte. ¿Cuánto pensaste que podríamos durar esta vez, cuatro, cinco, seis meses más?,    ¿Y luego qué,  empezar de nuevo la misma historia? No, definitivamente esto se acabó, en alguien debe prevalecer cordura, lo siento mucho, mejor te digo adiós.
Intentas decir algo pero la intención muere en un silencio espeso que asfixia. Cierras los puños y en tus ojos una lágrima se asoma. Ahora eres tú quien no puede hablar, te has quedado muda por  la sorpresa y en tus labios lo que era risa ahora es una mueca que amenaza estallar. Das un paso, dos hacia mí y en el último instante das la media vuelta y sales corriendo de la habitación, en tu prisa dejas caer el papel que trajiste con tanto entusiasmo. Te veo partir, estoy  clavado en el piso, intento mantener la serenidad, pienso que ya todo pasó, que  fue mejor así, que lo único que queda es empezar de nuevo en otra dirección.
Sólo después de 6 meses de  no verte, el corazón me explota  en un diluvio que escurre por el rostro y arrasa  mi entereza. Me empeñé  para levantar un dique entre tu amor y el lacerante dolor que ya presentía iba a aniquilar toda posibilidad de salir bien librado, pero no es así. Estoy solo, como siempre, sentado en la misma posición, al borde de la cama con el rostro hundido entre las manos, pero ahora con un profundo dolor que no me deja razonar, cavilando si lo que hice estuvo bien después de todo. Una pregunta mordaz carcome mi debilitado entendimiento. ¿Valió la pena luchar tanto tiempo para nada? No lloraré más, lo he prometido, pero qué importan las lágrimas para expresar  lo que siento. Nadie me  ve, nadie me juzga y sin embargo siento que esta condena la llevaré eternamente y mis fuerzas no están conmigo. Desmayo un suspiro, dejo caer las manos y miro al infinito, ahí en la esquina de cada pared está una lacerante verdad donde cuelgo mi  locura. Ella  no estará nunca más conmigo, se fue sin responder a mi  adiós y ahora se ha sobrepuesto y ya tiene un nuevo ser maravilloso a su lado.
Un ciclo que se cumplió, intenta ser una  sentencia a la soledad prematura, una página más en el diario de una pareja que nunca fue, que nunca existió. Doblo entre mis manos ese papel que ya aprendí  de memoria y luego lo arrojo al bote de basura. No tiene caso seguir rumiando recuerdos cada vez más vagos. Una razón me asiste. Cerrar la puerta a este episodio de mi vida y empezar de nuevo con la frente en alto. La vida es una y es tan breve, un fluir hacia adelante y aceptarla con todos sus sinsabores y alegrías, con todas sus experiencias buenas y malas, con todos sus errores y sus consecuencias. No hay tiempo para detenerse y menos para mirar nuestras propias huellas.