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lunes, 7 de noviembre de 2016

Cuando te vi
























Cuando te vi
por primera vez
no pude evitarlo,
mi corazón
dio un brinco tan grande
que salió de mi pecho

hecho suspiro.

Ecocidio lagunar


















La concha del caracol
a  orillas de la laguna
brilla con las caricias del sol

Ulula el viento una triste canción
en laberintos vacíos de corazón
despedida sin funeral

Carrizos secos sin moños rosados
lloran con melancólico acento
los tiempos aquellos que ya no serán

Hormigas arrieras vestidas de luto
inquietas por un camino vienen  y van

Enturbian la orilla desnudos pies
la chivita se extingue
y tantas que hubo alguna vez

Acecha el halcón caracolero
pero más daño hace
el hombre rapaz

La iguana verde
la iguana gris
perdieron su nido
no hay árbol
no hay fronda
ni tierra virgen para procrear

Estromatolitos sólo en los libros
piedra caliza pisa el turista


Viene el viajero con dólar en mano
cobra el lanchero por el paseo
laguna y cenotes visten de luto
Pulula el gentío
la fauna marina se extingue
la flora silvestre desaparece

El señor hotelero
el restaurantero
el taxista y el artesano
trabajarán hoy y mañana
un día cuando despierten
no habrá turismo para lucrar
los colores de la laguna
ya no estarán.

Casas lujosas
con cercas que no dejan ver
el paraíso terrestre 
que ahora es privado
no hay playa pública
para el ciudadano de a pie

Laguna de ensueño
siete hermosos colores 
vendidos al extranjero
fango y espuma
es para el pueblo.

¡Es ecocidio!
¡es ecocidio!
no hay cómo decirlo

¡Díganme que es un mal sueño!
que mi hermosa laguna de Bacalar
es un nítido espejo  
donde aún se refleja
los azules del cielo



domingo, 30 de octubre de 2016

Los muertos están de fiesta




Dicen que cuando una persona muere, su alma se va al cielo,  no la volvemos a ver hasta que también morimos y nos encontramos en el mismo destino. Por eso, para recordar a nuestros seres queridos, se ha hecho tradición que un día al año hagamos una fiesta en su memoria. 
Los muertos no hablan, no ven, no sienten; sin embargo yo los he visto, los escucho y me han confesado un secreto.
Empezó una noche como un tenue susurro entre los matorrales lejanos que adornan las faldas de los cerros, luego se hizo cada vez más insistente, más cercano y más fuerte.
El insomnio se adueñó de mis noches, ya no puedo pensar en otra cosa que no sean esas voces que reverberan en cada esquina de mi cuarto hasta volverse un estruendo  en mi conciencia.
Semidormido, con los párpados cayendo pesadamente una y otra vez en desquiciante vela, el subconsciente  los trae de vuelta. 
Salen de sus fosas, bajan de la sierra entre el alud  de fango y lodo después de la tormenta, otras, descienden como neblina cargada de humedad que todo envuelve y hace  temblar  de miedo al más osado. Brotan de la oscuridad, cuando todos duermen y  apenas se escucha el monótono chirriar de grillos entremezclado con algunos ecos lejanos de aves nocturnas y ladridos de perros.
Escapan de todas las memorias, de todos los olvidos; de indiferencias crueles y conmovedores llantos; se acercan de todas direcciones, emergen de todos los abismos para reclamar el derecho a la vida que se les arrebató injustamente.
Los muertos de los que hablo, son los que se fueron sin dejar rastro, son esos cuyo destino fue cercenado con las formas más horrendas e imaginables de tortura. Ellos son los  miles, los cientos, los cuarenta y tres, y tantos levantados y desaparecidos;  inocentes caídos en una guerra que no era suya. Ahora son legión liderada por jóvenes mentores  cuyo pecado fue pensar diferente en un mundo enajenado,  sin  ningún interés por los demás.

Los miro escurrirse entre la memoria y los recuerdos, escogen al azar retazos de vivencias para recrear una  realidad paralela que luego atan al suave viento que entra por la ventana abierta, se filtran en mis tímpanos como ruidos guturales y se articulan en palabras hasta que  entiendo claramente el mensaje de sus voces .
Estos muertos no se arreglaron para la fiesta, no son espíritus ni ánimas tradicionales, no son los que vienen todos los años por el caminito lleno de flores de cempasúchil  a recibir las ofrendas, no vienen  jubilosos a encontrarse con sus parientes vivos y disfrutar del altar, de los tamales y los pibes, ellos no quieren tomar chocolate caliente, ni comer los dulces de papaya y calabaza ni las frutas y el pan de muerto.  No necesitan mirarse hechos de azúcar con su nombre en la frente, no quieren bailar ni escuchar rezos, ni beberse la botella de licor, no les interesa divertirse y ser felices un día y luego desaparecer hasta el  año siguiente, no; ellos no quieren seguir muertos entre los muertos.   
 Ellos dicen: —Mírame a los ojos, soy tu otro rostro cuando tranquilo duermes, soy lo que nunca has deseado ser. Escuchas mi lamento y te conmueves pero nada haces.
Toca mis manos  llenas de callos a fuerza de azadón y palos, mira mis pies anchos llenos de tierra, los dedos separados, acostumbrados al tropiezo y al largo camino sin tregua ni calzado. Vengo desde las raíces del tiempo, desde los albores de la especie, soy la noble raza  de barro,  de polvo de estrellas, guardián de las buenas costumbres  y ejemplares valores, soy la raíz del árbol  y la sangre que corre en tus venas.
Tú y yo somos hermanos, no te asustes si me miras sonreír y me falten los ojos y los dientes, hay cosas más importantes que se han perdido para siempre.
Mira los surcos en  mis mejillas, en mi frente, en todo mi rostro; semejan una tierra estéril y sin embargo, tengo la virtud de florecer  en tu conciencia la esperanza.
Escucha, mueres cuando emigras a un mundo ajeno a ti, cuando tu vida no tiene sentido, cuando dejas de pensar y de sentir, cuando dejas de ser libre, cuando pierdes tus valores. Mueres cuando vendes tu dignidad, y te corrompes, cuando cierras los ojos y te abandonas al exilio de la vida, mueres cuando pierdes tu honor, cuando nadie te recuerda, cuando nadie piensa en ti. Mueres cuando nadie escribe tu historia; es entonces cuando tu muerte se hace eterna. 
Pero nosotros somos líderes donde haya hombres que nos necesiten. Los maestros tenemos la misión de luchar por ideales y estamos donde el corazón se encienda de pasión, esa es nuestra naturaleza; enseñar al hombre a ser hombre. 
Despierta, levántate, lávate la cara y mírate en el espejo, dime si te ves ahí; enjuga tus ojos hasta pulir la verdad y pregúntate si eres libre para pensar y decidir. No te mueras junto con tus muertos; ¿quién enterrará tus huesos en la historia?, ¿Cómo echarás raíz si vuelves hecho polvo al polvo?, ¿ en qué rama cantará la libertad si no la sueñas?
Necesitamos tus brazos, tus pies, tú eres nuestro cuerpo, nosotros la motivación; juntos somos el mañana, un nuevo orden social donde prevalezca la justicia, el derecho a una vida con decoro.  Vamos juntos a luchar por una existencia digna, por un país libre de corrupción y de violencia donde no haya ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres,  sino seres humanos en franca comunión. 
No, nos  enterraron, fuimos sembrados en la conciencia colectiva, ahora somos semilla que empieza a echar sus primeros brotes, sus primeras ramas. Somos el principio, nos falta afianzar nuestras raíces en tu generación.

Despierto, regreso a la vida, una estela de  olores, de imágenes y sonidos golpea los sentidos, ha iniciado  la tradición, los muertos están de fiesta; las ánimas se aprestan para escribir su propia historia.



domingo, 9 de octubre de 2016

Mi diálogo favorito





Mirarte fijamente
con las pupilas dilatadas
es mi diálogo favorito.
No busques, inquisidora,
por puro gusto un enemigo;
la pasión engendra
un lobo hambriento
que no sabe de discursos.