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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Volver




Volver a la sombra del árbol donde crecimos,
a la rama que sostuvo nuestro columpio de sueños
antes que las alas se extendieran a la vida.

Volver a esa tierra amada de la infancia,
a ese espacio frente a la ventana en días de lluvia,
y cantar cada que el sol
pintaba de rubor nuestras mañanas.

Volver a empezar cuando la tarde
comienza a cubrir de canas el paisaje,
cuando el ocaso extiende gentil manto
más allá del sueño
y deja salir los recuerdos vagos
de una época perdida en algún rincón del alma. 
     
Volver a la nostalgia sin nostalgia,
volver a la misma mesa donde juntos en familia
festejamos cumpleaños,
brindamos navidades y recibimos años nuevos.
Comer del mismo plato
que nuestra madre nos sirvió
con todo su amor y cariño
y escuchar de nuestro padre sus historias.

Volver a la casa donde jugamos y crecimos
mirar las fotos viejas del álbum familiar
y acordarnos de anécdotas y felices pasatiempos,

Volver a encender un poco la pasión del alma,
recordar el amor platónico de la adolescencia,
revivir el amor ideal de la juventud,
el primer amor que nos hizo sentir
tanta felicidad
y aquél cuyo dolor aún persiste.

¿Quién no quisiera volver
a las cosas perdidas y añoradas?
Volver a las rutinas que alegraron el corazón,
pasar las hojas del calendario
como si fuera un álbum fotográfico.

Valdría una sola vez
tener nuevamente lo que se fue
y hacer lo que en su momento no pudimos.

Tener la oportunidad de pedir perdón,
una disculpa por nuestras equivocaciones,
corregir aquello que no pudimos
porque nos ganó la sorpresa,
porque nos faltó el tiempo.

Volver de nuevo a nacer
y enderezar el destino,
volver de nuevo a soñar,
volver a sentir aquello
por lo que lloramos,
por lo que sufrimos
por lo que fuimos felices.


Aunque a veces digamos
que al pasado no debemos volver
ni para tomar impulso,
si existiera esa oportunidad,
¿Por qué no volver para valorar
lo que hemos hecho?
Volver por un momento
a ser como ya nunca seremos.
Para constatar que hemos avanzado 
en el continuo fluir de la vida,
construyendo nuestro destino
con errores y desaciertos,
pero avanzando siempre
con paso firme y la frente en alto.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La niña de mis ojos



Sentados frente a la laguna,
la niña de mis ojos
me ha pedido
la inmensidad del mar,
con sus caracoles,
sus blancas perlas
y algún tesoro pirata,
escondido entre las olas
y el arrecife del ancho mar.

La niña de mis ojos
me ha pedido la luna
para  colgar sus sueños.
Peina sus cabellos frente al viento,
mira fijamente  el horizonte
y sonríe  traviesa;
también  quiere
de los confines celestes,
las estrellas y  cometas
para adornar su blondo pelo
cuando la lleve a pasear.

La niña de mis ojos
me ha pedido que la lleve
por los océanos
a recorrer el mundo,
desea saber si hay princesas
más hermosas que ella,
y tierras lejanas qué conquistar.

La niña de mis ojos
me ha pedido que en la noche
la vista como reina
y brille el  neón  a su paso
cuando apueste en la ruleta
su temprana suerte.

La niña de mis ojos
se merece todo.
A la orilla de la laguna
yo le cuento los colores,
le cuento mis anhelos
mis motivos y temores.
Le abro mi corazón
y dejo que fluya el amor
como un exquisito perfume sobre su piel,
armónica nota en sus oídos,
y en sus  divinos labios dulce miel.


La niña de mis ojos
tiene en sus diminutas manos
el poder de una princesa,
toma un carrizo tierno
y señala el horizonte.
Tiene sueños de grandeza,
quiere un trono de oro,
púrpuras almohadas
y un cetro a su belleza.

La niña de mis ojos
mira melancólica
cómo se va la tarde
entre  esbeltas palmeras
y quietas aguas transparentes.
Suspira  largamente,
se ha puesto de pie
y me mira indiferente.
Ella quiere algo más
que paisajes pintados
de fantasía,
más que palabras tiernas
y enamoradas promesas.

La niña de mis ojos
me ha pedido
que la deje de amar,
que le devuelva el corazón.
Tiene ganas de volar
con sus alas de ángel
en busca de algún paraíso terrenal.

La niña de mis ojos
ha partido frente a la laguna
en busca de la inmensidad del mar
y yo tan solo puedo darle
de mis tristezas
salobres lágrimas
y un tesoro
que palpita por ella
donde quiera que está.

La niña de mis ojos
surca los siete mares;
conmigo se baña cada tarde
en  la laguna de los siete colores,
entre mis pupilas;
en el agua salada
que brota de un profundo mar.










jueves, 20 de septiembre de 2012

El grito




En lo más alto del palacio nacional,
un puñado de hombres capacitados
en el manejo de armas ultramodernas,
con mira telescópica y rayos laser,
apuntan y esperan la orden
para disparar.

Son mexicanos de élite,
se han entrenado para ocupar
un lugar en el escenario glorioso
de conmemoración nacional.

Abajo miles de mexicanos luchan
por ganarse un lugar en la gran plaza,
miran arriba y de frente al que  grita
¡Vivan los héroes que nos dieron patria!...
¡Viva la independencia nacional!,
¡Viva México! ¡Viva México!

Puntean sus luces verdes sobre el escenario
en genuina protesta
por el reclamo de  sus derechos civiles
y humanos.

Los de arriba
bien pertrechados están con el amo,
los de abajo
no tienen futuro ni tienen trabajo.
Los de arriba son mexicanos
los de abajo son sus hermanos.

En medio, en el balcón principal,
un singular hombre
sostiene el pendón patrio,
toca campanas,
agita las manos.
El pueblo lo arenga,
está disgustado.

Qué pena que un líder
la independencia proclame
y tenga  listas las balas 
por si hay reclamo.
¿Qué tanto habrá hecho
que necesita las armas
para acallar las  conciencias?

El grito suena  a reclamo.
Viene de una patria herida,
desde las sepulturas
de ochenta mil muertos;
del dolor de las viudas,
de huérfanos desamparados
y vidas inocentes perdidas.

Viene de una joven generación
que se revela,
que no se vende,
que no se quiebra
contra la imposición.

Su lucha es por  la justica,
por el derecho a la paz
de todos los mexicanos.
Libertad de pensamiento,
respeto  al sufragio.

No a la manipulación,
no a la enajenación mediática,
no al abuso sistemático
contra la noble gente de esta nación.

Con juegos artificiales se cierra el telón
de una tragicomedia digna de telenovela;
la pertinaz lluvia disipa el gentío.

En un lugar acondicionado
dentro del recinto oficial,
una verbena tiene lugar
para un  grupo selecto.

Hay fiesta tradicional,
opulencia extrema
en la alta burocracia,
resguardada por la milicia
que apunta y amaga
contra un pueblo que reclama
al gobierno,
un México sin  corrupción,
libertad ciudadana,
democracia institucional,
justicia social,
respeto a la vida
y seguridad nacional.