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martes, 26 de octubre de 2010

Huellas

     I

Las huellas hablan,
cántaros llenos de ideas  
vertidas sobre  los nuevos días
que florecen esperanzas
y sueños dorados de sol.
Semillas que alimentan el hambre por ella,
hambre de comer tardes calientes,
acostados,
recostados,
o quizás sólo dormir,
sólo entumecer las sienes con besos
por cada lágrima vertida,
tanto destilar hiel mientras fermenta la vida.
Llorar no lo es todo,
el alma no se baña en lágrimas;
sólo se desnuda
y lo hace porque le gusta el rocío matutino,
estirarse mientras el pie
pone su huella en cada día,
eso es felicidad frente a la certidumbre de saber
que ya no hay retorno
para los años que se fueron
porque ahora sólo son palabras,
sólo son huellas.

     II 

Una huella es la piel de una idea
que se hizo polvo
y luego nada,
ataúd de un recuerdo hecho a la medida.
Cuando muere,
el tiempo diseña la huella
centímetro a centímetro
sobre el contorno de esa idea
que empieza a esfumarse,
a entremezclarse con el paso
de otros recuerdos que quieren también
ponerse cómodos.
La huella se amolda a un cuerpo
amorfo de ideas
distorsionado por imágenes
y otros recuerdos que aún no tienen
su propia lápida.
Como danzantes que  se mueven 
y sus vestidos de mil colores
se entremezclan
y al fin son una sola comparsa.
Una huella es con el tiempo un basurero
que se va llenando
del polvo de otros tiempos.
Es un canasto de flores,
una rendija donde se escurren
pedacitos de ideas.
Una huella también es un recuerdo,
un zapato para un pie
que siguió creciendo hasta echar raíces
y canas al viento.
Una huella se llena con botellas
y copas de miel,
endulza la orilla del pantano.
Brota  del fango,
es una  flor de loto;
emerge de la tarde cual herida celeste,
nace de la nada,
como una generación espontánea del dolor.
Brota lágrima, río,
torrente que martilla la montaña
hasta hacerla guijarros
con su cuerpo escurridizo,
y luego,
cuando el lodo alcanza el abisal desafío,
reconstruye un nicho donde sedimenta
la esencia del amor,
masticado,
regurgitado de las entrañas del tiempo,
hecho polvo,
diamante.
Tesoro del ermitaño que un día
soñó con poseerlo todo,
pero que ahora,
en la esquina de tiempo
se convence a sí mismo
que no estaba en sus manos
transformar el mundo.
Era designio de un poder
superior a su fantasía,
el cual doblegó su voluntad
a fuerza de repetir conjuros,
plegarias que el cielo ignoró
por equivocación.
Ya no hay a quién culpar de los errores,
son tan evidentes
como un álbum fotográfico.

III
Un recuerdo es una huella
y las huellas también tienen
un alma que anda en pena,
llorona de mil noches,
llorona de mil besos,
de miles de pasos que van
y vienen sin descanso,
ni destino.
La huella busca su corazón a ciegas
en las noches bohemias,
cuando alrededor de una quimera
se escuchan los lamentos
de otros pechos vacíos;
quizás los corazones
se cansaron de lo mismo
y se fueron a lavar las heridas
con aires de tiempos nuevos,
en una alberca de horizontes
donde se sumergen 
buscando una moneda
para saldar sus dudas.

IV 

Una huella respira
porque tiene el alma encendida
Es la escritura del alma,
la flor del recuerdo,
La envoltura del regalo que se abre
después que la fiesta culmina.
Una huella es una vida en sí misma.
Es la cicatriz que deja el amor
cuando termina.
Existe sólo porque sí,
y muere como todas las cosas vivas,
se hace, vieja, se desgasta,
se erosiona
y se transforma lentamente
hasta borrarse de la memoria.
Y cuando acontece esto,
entonces la juventud ha partido
sin darse uno cuenta,
se arrastran los pies,
languidece el pensamiento
en horas de sueño
cada vez más largos,
más vacíos.
Una huella sólo muere
cuando muere su poseedor.
Entonces la huella
se convierte en epitafio.








domingo, 24 de octubre de 2010

Hagamos el amor

IV parte
-“Hagamos el amor”.  Dices mientras avanzas  dejando caer la toalla que  apenas cubre tu delgado cuerpo. Apagas la luz pero los últimos  rayos de sol  que se filtran  entre las persianas iluminan  la habitación. Parada frente a mí, el contraste de tu silueta hace que entrecierre los ojos y prefiera mirarte  con mis manos. Camino tus contornos  con las yemas de mis dedos, presiono suavemente tus caderas y los surcos se llenan de un color sonrosado en la blanca piel que aún conserva la humedad  del baño. Hueles a jabón y hembra; transpiras deseo y la vibración de tu agitada respiración sofoca los latidos cada vez más rápidos de mi corazón.
-” Hagamos el amor”. El perfume de tu voz penetra mis oídos  y despierta los instintos antes que la noche consuma una veladora aromática con que intentas disipar tus fantasmas y temores. “Hagamos el amor”, y ya estás con tu lengua lamiendo mi entereza; despiertas a la fiera que se revuelca entre la razón y la premura. Tu piel se vuelve una llanura donde el depredador acecha a la presa, donde la muerte se consuma  en cada centímetro de piel que los labios arrancan  y  el colmillo se incrusta en la carne trémula; alguien quiere salir vencedor, alguien  se come los espasmos del  más débil. Pero nadie gana en esta lucha de cuerpos desnudos que caen en la fosa común, revolcados en su propia sangre que golpea los sentidos. Un estertor, un gemido eriza la piel, aquí estás encima de mí, gozando con tu dominio de amazona  cada  embate de mis ansias; aquí estoy debajo de ti, viendo tus erguidos  soles moverse por mi cielo arrastrando mis manos. Tengo la certeza que hay un empate entre tus deseos y los míos. Una tregua para respirar y no morir en el intento de arrancarnos la vida a besos. “Hagamos el amor “y no hay tiempo para pensar si el amor se hace, o nace.  Y no hay tiempo porque las horas se fueron deslizando como una serpiente que mordió nuestra cordura y ahora se marcha por debajo de la puerta hasta perderse en la oscuridad de la noche, que llegó para recordarnos que  ahí estamos envenenados de pasión  después de dos meses sin vernos. 
Y cuando más negra es  la noche, la luz artificial me deja contemplarte tal cual eres. A lado mío, como una muñeca desmadejada, estás apenas dormida y aprovecho para memorizar cada parte de ti, dibujándote, sacando una copia tridimensional para recrear en mis pensamientos. Hay sin embargo detalles que no encajan en mis recuerdos, Algo me dice que el paso de los años se llevó irremediablemente lo que mi memoria aún conserva celosamente de ti.
“Hagamos el amor”, y  recuerdo que no era necesario hacer el amor todos los días para estar profundamente enamorado de ti. Entonces el amor era más idealista, más desprendido, era más de dar y esperar;  era una energía vital que brotaba desde mi corazón con la fuerza de un volcán en erupción; que llegaba a ti y te bañaba de mi calor aun cuando lejos te encontraras y tenía la certeza de que me sentías dentro de ti como un fuego quemándote dulcemente  el alma, así me lo decías en tus mensajes breves, así  lo sentía todos los días  que no estábamos juntos. Entonces podía amarte todo ese tiempo con una sola promesa tuya: -“Cuando estemos juntos hagamos el amor sin pedir explicaciones, sin recelos, sólo porque sí, porque lo deseamos”. Y ahí estaba siempre esperándote cada fin de semana, con los labios llenos de promesas y ahí venías tú con las manos llenas de caricias para mí.
Esta es la segunda vez que hacemos el amor como a ti te gusta, son tus tiempos que respeto, son tus espacios en que duermo, mi vida gira alrededor tuyo, de tus caprichos y antojos; soy un guardián de tus deseos y hoy cumplo uno más, te he traído todos mis recuerdos, todos mi pensamientos para satisfacerte una vez más. Muevo tu cuerpo para despertarte, te doy un beso mientras  regresas de tus sueños y me miras sonriendo, estirando tus manos a mi cuello para darme un beso. -Si amor, es hora cumplir con lo pactado. Es un pacto entre los dos, lo sabemos, ya no necesitamos protocolos y con esa candidez que raya en lo ingenuo,  desvías la mirada hacia el buró donde reposa la carpeta.  -¡Lo trajiste!  Estiras tu cuerpo y tomas entre sus manos el preciado tesoro. No puedes contener tu curiosidad, abres el folder mientras tus ojos se llenan de  azoro. Yo te observo sin moverme, fascinado. Tienes el encanto de aquellos años mozos, tienes el cabello blondo y con los bucles cayendo por entre tus desnudos hombros. Juraría que fue ayer cuando así te contemplé aquellas veces en nuestros cómplices encuentros. Te apresuras a sacar los escritos; uno a uno los revisas y en tu rostro se refleja la emoción del momento. -¿Trajiste también las fotos? –Sí, contesto. -Bien, entonces ya sabes lo que prometimos hacer. –Claro, aquí está el encendedor. Lo enciendes y  acercas  a la flama una carta que  comienza a quemarse lentamente, nos miramos intensamente,  ensimismados en nuestros pensamientos.
-“Ahí dice que eres el amor de mi vida”.-Puedes decírmelo una vez más, contestas  sonriendo. Me levanto de la cama y tomo un bote de basura que acerco a donde las cenizas empiezan a caer, una delgada espiral de humo sube y se dispersa, en los ojos de ambos las lágrimas brotan pero disimulamos muy bien. -Ah, maldito humo, me nubla el pensamiento, no puedo concentrarme en una idea coherente.- Me arden los ojos, este humo me cega. Pero no hay marcha atrás, uno a uno los textos van pasando en el ritual de la incineración. Tus manos sostienen firmes cada carta que arde y se reduce a cenizas. Una hora después el cesto  ennegrecido atestigua el rito. -¿Algo más qué quemar? -Nada. Ya no hay evidencias, no tenemos pasado. Entonces  tomo tu rostro con mis manos y te acerco a mí para decirte entre dientes: -“Ahora quememos nuestros cuerpos en este fuego que se apaga. Quema mi boca con el ardiente beso que desfigura tus labios, una lengua de fuego no es suficiente para meterse en mi interior y consumir mi corazón, mejor aviéntame   a la hoguera, deja que tu cuerpo explote con mi mecha impregnada de celo. Si has de sentir calor, que sea junto a mí, si has de consumir tu amor, que sea conmigo. Que las cenizas vuelen y cubran el cielo con su gris color, porque después de quemarnos sólo seremos una brizna antes de partir, ya no habrá más textos, no más pensamientos ni nadie que guarde estos últimos encuentros”. -Estás loquito.  Dices mientras me empujas  en la cama y me abrazas. Y pienso que dices la verdad, que hace mucho esta situación enloqueció mi corazón y trastornó mi vida o nuestras vidas. Estamos juntos haciendo lo que solíamos hacer cuando sólo éramos tú y yo, pero hay algo en mi mente que empieza a desencajar. Fueron  pocas las veces que compartimos así, fueron tan escasas las horas, que prácticamente memoricé cada uno de esos encuentros. Las fotos que te tomé fueron cientos, y miles de veces las contemplé en tus prolongadas ausencias. ¿Me enamoré de ti o de tu imagen? ¿Me enamoré de una chica de papel? ¿De una fotografía? Cada palabra tuya encuentra una huella en mi memoria, cada detalle tuyo tiene un molde en mis neuronas. Pero algo ya no encuentra su lugar y poco a poco como un lejano eco tu voz me va sacando de esta cavilación. -Amor mío, ya me voy. -Si claro, te vas. -Es tarde, debo irme ya.-Me esperan en casa para cenar. Ya no te digo que a mí también me esperan, que hace mucho me ausenté de la verdad para vivir una realidad virtual. Quizás mi vida está dando vueltas en un círculo y me temo que estamos en el mismo lugar pero ya no somos las mismas personas, hemos cambiado. El tiempo nos ha metido en una paradoja. Y yo que  siempre creí que el amor es eterno. -¿Cuándo nos volveremos a ver? –El mes que entra, yo te aviso. Te acompaño hasta la puerta del departamento. Nos despedimos con un breve beso. Sales con premura y  una última mirada muere mutilada cuando cierro la puerta tras de ti.
Ahora que estoy solo, repaso cada segundo de este encuentro. Miro el cesto, la cama, las paredes… todo este escenario para una obra interpretada una sola vez, y comprendo que tuvimos más errores que aciertos. Que lo que estamos viviendo es la agonía de un amor  que fue y que ahora,  el espíritu que le dio vida también ya no está  en ninguno de los dos. Ahora que no quedan recuerdos físicos, ahora que no hay evidencia, intento verte pero en mi memoria no hay  rastro tuyo. Tenemos la promesa de una cita.  Miro las cenizas una vez más, mientras mi corazón tiembla de frío. (Continúa)




sábado, 23 de octubre de 2010

Para una niña linda

El mejor momento de tu vida
es éste que feliz  disfrutas.
Te miras rodeada de muñecas,
de juguetes y peluches;
de objetos que para ti son un tesoro,
y en derredor tuyo orgullosos
familiares que te quieren y te miman.
Tienes el encanto de un querube
y la gracia de un infante.
Tienes en el alma la frescura de un paisaje
y en los labios las palabras más ingenuas e inocentes.
Es tu risa como el canto de las aves
y en tus sueños se vislumbran esperanzas
y amorosas inquietudes.
Tu vida es un álbum colorido
lleno de fotos y recuerdos agradables,
más no intentes pasar  aprisa
las páginas del libro de la vida.
El futuro está en tus manos.
Eres la princesa más hermosa que haya sido,
y si miras insistente más allá del horizonte
del castillo de tus sueños,
puedes perderte la belleza
del paisaje que ahora tienes.
No te dejes seducir por las promesas
ni en las ansias se te olviden los consejos.
Sé prudente, niña hermosa.
Deja que los años cual jazmines,
destilen su perfume,
que la flor de tus rubores
alcance plenitud sin que la cortes.
Deja que las cosas pasen
en su tiempo.
Los días tienen siempre las mismas horas,
deja que los años maduren
y sus frutos dulces coseches.
Cuéntale a la vida lo que sueñas
cuando seas grande,
dile que catorce años son un tesoro
de experiencias
y  como un ramo de hermosas flores
iluminan tu alma inquieta de emociones.
 Hoy es tu gran día,
eres musa , inspiración, artista.
Tienes un pincel entre tus manos,
un lienzo es tu destino,
y ante ti,
tu ángel  de la guarda te suplica…¡Pinta!


miércoles, 20 de octubre de 2010

Volverá el amor

No era ese su destino,
y sin embargo,
un deseo tuyo lo arrojó al fango del olvido.
No lloraré más por un amor perdido,
 no lloraré  más por una mujer
que no supo valorar  lo hermoso de un cariño.

Si una lágrima se escurre por mi rostro
 será quizás por lavar tanta sal vertida en mis ojos;
será por limpiar el sudor
y el polvo del camino.

No lloraré por sentir en mi alma el vacío,
un amor tan grande no merece morir de frío;
desterrado,
ahogado en un profundo mar de hastío.

Pero  dejaré que muera,
dejaré que se pierda en el calendario
como una fecha cualquiera.
Porque será así como volverá el amor
a llenar mi corazón de  dicha.

Pero dejaré que muera,
Porque sólo así volverá el amor…
aunque no sea tuyo.

martes, 19 de octubre de 2010

Andrógina

De cansancio o de hastío
dobló la espalda y quiso dormir
en su inconsciencia.
Tal vez por platicar con una ninfa
se acercó más de lo debido
perdiendo el equilibrio,
o bien por esperar un impuntual cumplido;
por el peso de una flor marchita
o por su propio peso.
Acaso por una herida,
o por mirar a la distancia
la silueta de un enigma.
Pudo ser que a la sombra de una nube
no quisiera cobijarse,
o imaginando tierno idilio,
cerrara los ojos no viendo su destino.
Tal vez fue un vendaval,
o la insensatez de una juventud perdida.
No sé,
pero se dobló cual árbol
a la orilla del camino.
Porque estoy seguro que tiraba alto
como queriendo alcanzar el cielo.

No sea que tus sueños te traicionen

Arráncale al tiempo lo vivido,
y guárdalo en el desván
del inconsciente.
Despinta el rosa de tu cara
y guárdala donde no haya luz.
Tu piel que huele a mí,
despréndela del cuerpo
y si el calor del tiempo
hace arder tu carne,
guárdala también.
Que no quede nada mío en tu persona,
esconde hasta en el último rincón mi nombre
y a esa boca que no habla
ponle llave.
No sea que tus sueños te traicionen
y le digas al fantasma
que en tu cuarto ronda cuando duermes
¡Ven, cariño mío, ven!
¡Te necesito!

La cuenta

Paga la cuenta que consumo
con el valor de tu moneda,
la copa amarga de soledad
con que me pierdo
y esta sábana de tristeza
que cubre mis noches frías.
Paga también todo este tiempo,
toda esta vida puesta a tus pies;
paga los besos que has disfrutado
y las caricias que aún conservas,
mis pensamientos
y estos versos que escribo para tí.
Paga la cuenta y dame el cambio.
Mañana,
cuando esté sobrio,
devolveré todo lo que me has dado.
Quiero invitarte a que brindemos.
Si tienes tiempo, si me quieres,
verás despierta entre mis labios
una sonrisa
y escucharás tu nombre con amoroso acento.
Tus ojos atraparán mis ojos
y danzarán unidos nuestros suspiros.
Mis manos serán los nidos
donde se posen tus tibias manos,
y estos besos
y estas caricias que no te he dado,
endulzarán tus labios
y cubrirán de gozo todo tu ser.
Si tienes tiempo,
si me quieres,
paga.
El valor de tu moneda
aún puede cubrir la cuenta.

domingo, 17 de octubre de 2010

Entre las olas del mar

Te vi jugando en la arena
de regreso a tus adentros
y me sentí desnudo cuando el sol hirió mi piel
a falta de tu húmeda caricia.
Retornaste al misterio antes que la aurora
y yo, huérfano de sombra,
con la huella de tus besos quemándome la boca.
Extendí las manos
pero sólo hallé pedazos de una estrella
que en tu prisa me arrojaste desdeñosa.
Sé que eras del mar,
pero me dejé atrapar  por el arrullo de tu voz.
Me lo dijo el viento,
la luna,
el atardecer;
le creí más al corazón.
Adoré tu risa aún sin conocerte
y en el éxtasis tu cuerpo
se estrelló contra mis ansias.
Te escurres como lágrima,
y yo, pescador de sueños,
tengo una red que no respetas.
¿A dónde iré sin ti?
Vuelo a lo profundo del océano
siguiendo tu perfume
pero en la marea no hay dirección,
por eso,
algún día regresaré a la playa
ahogado en tu pasión.


Agonía

Es tu semblante surco
a fuerza de violentos azadones
y la ojeras que se agrietan
denotan el cansancio
de una espera hecha pedazos
ante el embate calcinante
de un sol enfurecido.
Se parten tus labios
sin que nadie se acuerde
de tus días fértiles y húmedos.
Selva, eres tan pobre
como los pobres pies descalzos
que hollan tu semblante.
y las pocas lágrimas que caen
secan más tu corazón.
Joven y ya vieja,
miras impotente a tus vástagos
morir sin descendencia.
Lloras con los ojos secos,
tu nobleza se trunca,
da paso a la ira contenida.
Blasfemas contra el insensato
que robó tu juventud,
el que hizo leña de tu piel
y te vendió al mejor postor.
Y al recordar que un día fuiste virgen,
que bajo tus copas opulentas
la cálida humedad era el limo de la vida,
y al recordar tu dignidad perdida,
es tal tu ira que revientas.
Tu cuerpo pulula arrastrado por el viento.
eres polvo y eres nada,
eres desierto y piedra calcinada.
eres estéril,
eres estéril,
y el último retoño agoniza en tu regazo.


La herencia perfecta

Retorna el eco su voz,
la montaña se avergüenza de la condición humana.
Le oigo decir que el mundo
compró una máscara antigases
para no oler su putrefacta obra.

Se han creído dioses,
todo cambian con su vara tecnológica.
El hierro era el centro de la tierra;
hoy tiene alas y ponzoña.
Rugen bestias devoradoras de hombres
vomitan fuego sobre fuego,
engendran mutantes atómicos,
mareas negras.

Crece una rosa púrpura en la piel de los infantes;
deambulan juguetes sin dueño,
rostros sin alma,
se ahogan de sed y revientan de hambruna.
Brillan cual áureas medallas;
adornan la inmoral
de algún genio estratega.

Seis caras tiene la muerte,
ocho aristas y ningún saludo,
el ego quebrantó la ley del universo,
se creyó perfecto.
Le oigo decir en su verdad mentiras,
que no existe el tiempo ni destino.

Una piedra se hace polvo
en un relámpago de balas,
ilumina una patria agónica.
Una crótalo en el desierto;
su huella sangra hipocresía,
engaña a los muertos que aún deambulan.

A donde van los desterrados
no es necesario cargar con la memoria,
no necesitarán de sol ni de un mañana.
heredarán una esfera cúbica,
ardiente cáliz,
y con la cara al suelo
adorarán la antítesis,
el equlilibrio perfecto del caos.


Dijo el nuevo Dios

Dijo el nuevo Dios:
Deróguese cualquier ley anterior a ésta,
hagamos al mundo a imagen y semejanza del hombre,
sembremos en el solitario polo  una flor ultravioleta,
hongos atómicos en una isla poblada
y en el resto de la tierra
enlutemos rosas rojas y tréboles de una sola hoja
para que la lluvia ácida extienda la hermosura del desierto.

Transformemos el oxígeno en ozono
y cubramos con él las grandes urbes
creando un efecto invernadero
donde broten a placer las incongruencias.

Si hay paz en un lugar,
hagámosle la guerra 
y así restablecer el equilibrio;
que emigren no los pájaros,
sino los hombres que nada tienen;
a las aves de hermosas plumas
cubrámoslas de acero
y en los mares pululen escuálidos blindados.

Exportemos  a los continentes nuestra cultura,
lenguaje logo y metralleta
para acallar a los que nada entienden del progreso.

Construyamos un muro en el lado sur,
no sea que la inmoral de los perdidos
contamine los valores del milenio.

Y ese fue el día primero...y el último.