Bienvenido

martes, 29 de marzo de 2011

La casita de madera

Las raíces del tiempo agrietaron el alma,
el gran árbol selló de sombra su puerta.
Las paredes eran blancas,
pero ahora están manchadas de recuerdos.
En el suelo reptan pensamientos,
en la bruma danzan fantasmas etílicos.
Duele ver el derrumbe de los sueños,
duele escuchar el llanto de pasos solitarios.
A golpe de lágrima la oquedad se hace abismo.
Ahí tiende sus redes la araña,
ahí festeja la polilla;
se revuelca en la cama
y su risa sangra polvo
en cartas sin destino.
promesas no cumplidas.
Qué imagen se llevó el idilio,
qué negro sol cubrió la aurora
y qué del musgo que se traga
la casita de madera.


miércoles, 23 de marzo de 2011

un poema sin nada

Yo sé de un poema que se quiebra
en el silencio de un lugar oscuro,
un cuarto sin paredes y sin puertas.
Un poema hecho del tiempo,
sin barreras, sin nostalgia, sin amor.
Que pudo ser la luz,
la antorcha libertora,
el fuego del triunfo y la victoria.
Un poema cansado de dormir,
de nunca ser.
Atrapado entre las redes
de la vida y del intento.
Un poema sin verso,
sin rima,
             sin voz,
                         sin musa,
                                       sin nada...


¿Para ti qué es amar?

Si alguna vez te has enamorado,
me podrías contestar ¿Qué es amar?
o si acaso crees haber ya olvidado,
podrías intentarlo y recordar?

Yo pienso que amar es entregar
el alma, la vida, el pensamiento,
sin pedir nada, aunque sientas ahogar
en el pecho un suspiro, un sufrimiento.

El amor no exige, ofrece generoso,
no es egoísta, altanero o vanidoso,
tiene la voz de la alegría,
el cantar más tierno y más hermoso.

No lo encauza en su sendero,
la inteligencia, el interés o la razón,
que el amor cuando es sincero,
se guía por el latir del corazón.

Y siento que yo amo,
que quiero como nunca imaginé,
que eres tú a quien yo clamo,
que eres tú a quien soñé.

Y bien, cariño mío,
sin temer a equivocar,

dime sin desvarío,
para ti...¿Qué es amar?

martes, 22 de marzo de 2011

Por qué te quiero

Me has hecho una pregunta espontánea, sin previo aviso, y  mis palabras levantan el vuelo sorprendidas. Hay un silencio entre los dos, tú esperando una respuesta, yo, atrapado entre un enjambre de ideas y recuerdos que revolotean en mi mente. ¿Por qué te quiero tanto? …Porque un día entraste a mi vida  sin pedir permiso y para siempre. Eras una esplendorosa beldad que arrobó mi vista con el dulce encanto de tu juventud primera, una muñequita de porcelana, como las que había en el aparador de aquella tienda comercial justo al final de la  Av. héroes. Tus ojos chinitos color  de miel tenían mucha semejanza con esas hermosas figurillas orientales que desde sus nichos de cristal parecían mirar tímidas y curiosas a los transeúntes. Me gustó la forma de tu rostro, su expresión fresca y lozana, sin ningún tipo de maquillaje, no lo necesitabas. Tu cutis aterciopelado era como la piel de un durazno que invitaba a morder mi fantasía. Cómo me cautivó tu pequeña boca de labios delgados, húmedos y delicados, casi pétalos de rosa a punto de romper. Tu blondo pelo se mecía al compás de la brisa nocturna y resplandecía con la tenue luz de un farol cercano. Todo lo que pude captar de ti en ese instante, fue una fotografía instantánea que se grabó en mi mente como un tributo  para atestiguar lo inmenso y espontáneo que fue mi amor por ti. Me sorprendiste con esa  ingenuidad que transmitías en toda tu persona, eras una chiquilla tímida que se mordía los labios de pena, que bajabas la vista sin poder sostenerla y tus manos se entrelazaban sudorosas e inquietas el día que por primera vez nos encontramos en aquella  fiesta hace muchísimo tiempo cuando tu hermana te llevó de acompañante, ¿Te acuerdas? Fue un amor a primera vista. Entonces me prendí de ti por lo que vi, por lo físico; aun no habíamos hablado pero la química hizo su trabajo. Joven, con unos pocos años más que tú, apenas pasando la adolescencia, fue inevitable que cuando nos presentaron, los nervios se comieran mis uñas, no tenía experiencia en el amor, nunca lo había experimentado de esta manera y ante ti mi valentía se volvió un gato loco que arañó  mis entrañas y mis piernas se volvieron  de papel. Yo también era tímido y quizás eso hizo que me identificara contigo. Hubo una total  fascinación, mucho de pureza y encanto en ese encuentro en que te entregué mi corazón sólo porque sí, sin que me lo pidieras.  Así empecé a amarte, como cualquier amor de juventud, lleno de ideales y metas, así empezaste a amarme tú, y nada hubo que pudiera separarnos en nuestras mentes desde aquel instante. Y aunque digas que no era miedo, sé que lo sentías; porque no me huías sino al contrario, te quedabas quietecita y apenas movías los ojos de un lado a otro mientras agachabas la cabeza y esperabas que estuviera ante ti para tomarte de las manos y hablar  entre dientes de tanto nervio.
Nos veíamos a escondidas de tu madre; le tenías tanto o más miedo que a mí y eso me causaba gracia porque el temor te paralizaba y temblabas como si hubiera un frío invernal justo en verano, aunque no niego que en ocasiones me contagiaste de esa extraña emoción de imaginarnos haciendo algo malo, sin embargo, bien  sabes que eran brevísimos instantes que teníamos para intercambiar unas palabras y guardar silencio mientras te acompañaba hasta la esquina de aquella calle donde vivías, ahí te despedía y tú corrías sin detenerte hasta entrar en tu casa; entonces mi corazón  latía con fuerza y en mis labios florecía una sonrisa de felicidad por saber que tenía todo tu amor. Luego, con el paso del tiempo entraste a estudiar en la misma institución donde yo cursaba el último año de la carrera. Ahí fue poco lo que pudimos tratarnos. Cumplía con el servicio social y mi estancia en la escuela era apenas de algunas semanas y luego meses de ausencia en una comunidad lejos de ti. Fueron tan contados nuestros encuentros, nuestras citas, que recuerdo claramente aquella última vez  que estuvimos sentados una noche en el parque principal, lejos de miradas indiscretas. Como siempre, iniciamos un cortejo apenas con dos o tres palabras  que nos llevaron  al primer beso como novios, un breve beso que  marcó una huella  profunda e inolvidable  en nuestros corazones. De hecho, fue tu primer beso, y yo también en mis primeras experiencias, pero fue lindo sentir cómo la vergüenza de no saber  besar, dio paso al placer exquisito de rosar mis labios con los tuyos y terminar aquella noche caminado juntos con mi brazo en derredor tuyo.
Cuando terminé mi carrera todo fue apresurado, los compromisos administrativos, trámites y gestiones  acabaron por distanciarnos. Me tocó un lugar relativamente lejano y partí sin despedirnos y nos perdimos los dos en el vaivén de la vida.
Muchos años después te encontré nuevamente en otras circunstancias, y descubrimos que seguíamos los dos viviendo en ese amor que se encendió  apenas nos miramos. Entonces más maduros, más hechos, reiniciamos  nuestra relación como dos amantes apasionados. Desde ese entonces comprendí que tu amor no era solamente un pasatiempo de juventud, sino un amor genuino y puro que había trascendido los embates del tiempo. Por eso te quiero tanto; porque sentí que me amabas sin condiciones, sin pedir nada a cambio.
Muchas cosas han cambiado en nuestras vidas. El paso de los años  se refleja en nuestras figuras, ya no somos como antes. Aún conservas un bonito cuerpo, no tan esplendoroso como cuando te conocí, pero me  gustas así como estás ahora y que te sientas  toda una estrella, una mujer bella y sensual cuando jugamos en la intimidad, lejos de miradas indiscretas. Te gusta seducirme parada frente al espejo con la toalla enredada al cuerpo y tus manos hundidas en el pelo. Te quiero por atrevida, porque me coqueteas abiertamente, sin miedo, sin temores ni inhibiciones. No importa que tu piel tenga algo de flacidez y vibre al ritmo de tus pasos. Me enternece contemplarte en tus años maduros, con algunos kilos de más en tu abdomen y en tus caderas porque te hacen más mujer; la maternidad dejó su imborrable huella. Te miro fuerte, sana, tremendamente excitante;  poco importa el tiempo detenido en tus caderas, sus marcas formando caminos sobre tu lozana piel; a veces quiero decirte que no es necesario que gastes tanto en cremas, lociones y tratamientos para disimular  unas cuántas várices, y celulitis que empiezan a aparecer, pero sé que es parte de tu persona cuidarte y arreglarte para verte siempre bonita y elegante.  Te amo cada día más por lo que significas en mi vida; ya no por tus atributos físicos. Hemos pasado esa edad donde lo sensual estaba por encima de otras cualidades que ahora te magnifican y engrandecen más allá de cualquier  duda sobre mi amor por ti. Te quiero por todos tus días dedicados a cuidar nuestra relación, te quiero por todos tus detalles, grandes y pequeñitos; por esos momentos de alegrías y tristezas que hemos compartido, por todas las emociones y sentimientos que entretejen nuestras vidas al grado de ya no ser posible identificar en donde empiezas tú ni donde termino yo en esa dimensión divina llamada amor. Te quiero porque siempre encuentras la manera de seducirme, de llevarme a la cama y admiro todo lo que haces para disfrutar de encuentros emocionantes. Te quiero cuando miro cómo te entregas a tus tareas maternales, la dedicación que has puesto para hacer de nuestros bebés jóvenes educados y felices. Te quiero también por tus desplantes, tu inteligencia y algarabía. Tus fantasías a veces nos han llevado a situaciones riesgosas pero excitantes. Me encanta recordarlas y reír con ellas. Te quiero tanto porque contigo puedo comer en un restaurante de lujo y llevarte orgulloso del brazo, sé que luces majestuosa y sabes comportarte; pero también me siento contento de poder sentarme en la banqueta de la calle a disfrutar un hot dog con cebolla y mucho picante y tú feliz  a mi lado con los ojos llorosos, sacando la lengua y moviendo las manos compartiendo ese instante. Y si tomamos una coca cola ya estamos planeando salir por las tardes a correr, y corremos hasta que nos cansamos o nos llega la noche. Me encanta tomarte de la mano y caminar por las calles, por los comercios o en cualquier parte,  disfrutar las puestas de sol sentados en algún parque hablando de construir castillos y viajar a muchos lugares. Cómo me haces reír con tus anécdotas, tus recuerdos y ocurrencias. Te quiero tanto porque equilibras mi vida. Te quiero porque nuestro amor nos complementa, nos hace imprescindibles y no podemos vivir separados. Eres mi otro yo, y soy tu otro yo. Somos  un mismo cuerpo y espíritu; somos un solo sentimiento, un solo corazón.
Cuántas tardes de los viernes hemos disfrutado juntos, dando vueltas y vueltas por el boulevard con una bebida refrescante, una jamaica o quizás un helado de chocolate. Me encanta tu buena disposición e iniciativa para preparar algún aperitivo, eres experta para contentarme. Y en las noches después del trabajo, no te importa si ronco o no, si duermo de costado, o con la cabeza de lado del ventilador, si pongo el aire acondicionado y duermo desnudo mientras tú tapadita aún titiritas de frío. Siempre estás a mi lado, abrazada a mi espalda cuando no soy el que está prendido a tu cuerpo.
Te quiero, tanto, porque nunca me has dejado sufrir en alguna dolencia, eres mi enfermera de cabecera, presta, solícita e incansable; me mimas como un chiquillo para que pronto me restablezca  y pueda seguirte los pasos. Te quiero tanto mi amor, te lo he dicho miles de veces, como te gusta, aunque a veces me taches de parco, de ensimismado y ausente.
Te quiero tanto porque amas tu hogar, siempre estás haciendo algo bueno: Planchando la ropa, limpiando ventanas, arreglando el cuarto, decorando paredes, poniendo un detalle, aquí, mañana otro allá. Cuando te veo como una hormiguita llevando y trayendo, se me hincha el pecho de contento y te quiero, te quiero tanto. Cómo me encanta ese instante en que me acerco discreto a tu espalda, te atrapo entre mis brazos y tú te quedas quieta, volteas y me miras sonriendo y los dos nos regalamos un beso. Los sábados y domingos me gusta prepararte el desayuno. Cuando está todo listo te llamo para comer juntos. Miro tu rostro sin maquillaje, la pijama mal colgada de tu hombro, tu pelo revuelto,  hecho un desastre y  pienso que eres hermosa, la mujer más hermosa  que haya conocido. Te miro largamente hasta que mimosa me preguntas cualquier cosa para distraerme.
Te quiero porque me haces sentir el hombre perfecto aunque el tiempo no deja lugar para mentir, ya no soy el mismo de antes, y como tú, acuso de una metamorfosis impostergable con el devenir de los días. El amor que un día entró por los ojos hoy es ciego y no se fija en detalles superfluos y me encanta que seamos así, una pareja que vive, que ama y busca estar unida. Ya son muchos años de vivir juntos este hermoso sueño y sé que llegarán muchos más.  ¿Qué puedo agregar para contestar tu pregunta? ¿Por qué te quiero tanto, por qué?… Tal vez tú debas saber de memoria la respuesta  y sólo quieres confirmarla en tanto yo, con tantas veces pensando la misma respuesta, revivo los momentos más hermosos que he compartido contigo. Tú eres la mujer de mi vida, y por eso, me encanta que me preguntes a diario por qué te quiero tanto.





Besos

Tímidos,
              frágiles,
mis besos se enredaron en tu aliento.
Al asedio de tu boca,
fraguaron carácter y destino.
Cómplice,
su lunática mirada ocultó la noche.
De súbito entreabrieron la ardiente rosa,
penetraron la profunda humedad de tu deseo.

Llamadas nocturnas

Vibra sensual tu boca
entre mi sueño.
Llamas al amor.

Cómplice,
con el alma en el hilo,
responde ardiente mi deseo.

Muerdo tus oidos,
acaricio tu sorpresa
y atrevido,
desnudo tus secretos,
penetro tu encantadora intimidad.

Justo entonces,
en el paroxismo inevitable,
el "clic" de ¡Buenas noches!...


Palabra que eres mía

Voy hasta tu imagen,
toca mi prisa tu semblante.
Sé que esperas
y en los labios entreabiertos
florecen los suspiros.
Giro el pensamiento,
ahí estás, virgen aún,
me acerco y me sonríes.
Un segundo basta para envilecer
el universo.
Saeta.
Surco el espacio que hay entre nosotros.
Caigo en tí apasionado,
dejo correr mi fuerza;
en mi puño tu naturaleza se transforma.
Sacio mis instintos,
te poseo de mil formas.
Mi deseo y tú son uno cuando al fin
estrujo en mi locura tus encantos
y violento te margino.
Perplejo contemplo la deshonra,
en el rincón lloras en silencio.
Me duele ser así porque te amo.
Te levanto,
mi alma pide perdón por su arrebato.
Borro y restauro una a una las heridas.
No reprochas cuando humilde beso
las plantas conque ando.
Pies del intelecto,
vives en mi desde que era un niño
y aún no sé cómo tratarte.

sábado, 12 de marzo de 2011

Amor virtual

“Todavía recuerdo aquel te amo que salía de tu boca cuando hacíamos el amor”. Lo dices como si de verdad lo sintieras. Te miro incrédulo, y por más que disimulo aparentar una calma que no existe, los nervios me traicionan. Quiero apurar este trago amargo de mi vida, pero las palabras  se amontonan en mi boca. Ésta no eres tú, éste no soy yo; parecemos dos extraños intentando reconocernos  tras la máscara que cubre nuestros rostros. Hoy te ves bella, como siempre, pero diferente en esa imagen que subiste en tu perfil. Diría que pintaste tus labios de un ligero tono rosa para disimular una resequedad que te quiebra el habla. Los entreabres con esa magistral forma tan tuya llena de sensualidad,  pero no es por amor. Quizás hoy quieres dar un beso de despedida  al destino que se va de tu vida.  Tus palabras se leen lejanas, nacen de un lugar ajeno a tu corazón y por más que te esfuerzas en alegrar la situación con un “ya verás que todo estará bien”,  sabes que has metido una puñalada directo al corazón. Quiero levantar los brazos y abrazarte una vez más, quiero darte un beso pero ningún intento vale en tu afán de apartarte de mí, estás virtualmente tan lejos que mi pensamiento no te alcanza.  Siento que no estoy aquí, me quedo suspendido en esa brevedad eterna que se  lleva mi vida… “Y la verdad no soy tan fuerte como pensaba”… un “te amo” muerde  mi boca, el veneno fluye y  corroe mis entrañas, me causa un dolor agudo en el pecho… ¿Será que empiezo a extrañarte antes de irme?  ¿Y acaso te importará mi ausencia? Para ti mejor que acabe  pronto este momento. Pero “qué bueno que nunca ibas a lastimarme”, porque eso me dijiste y perjuraste.  ” Ya no hay pretextos, la próxima semana será igual y la otra también”; entonces, qué caso tiene vivir aferrado  a un día que nunca llegará porque no existe en tus planes. Te haces la pregunta, “A dónde vas a acabar con esta absurda relación”… ¿a dónde?.. Y mientras tú tienes la certeza de una respuesta anticipada, todas las dudas carcomen mi entereza. Me derrumbo como una torre de naipes ante esta jugada inesperada del destino, no quiero estar aquí en esta situación, mis pies desean correr pero están acalambrados, no los puedo mover, mis manos tiemblan en el teclado  pero más mi alma que  se desangra.  Me estás arrancando el corazón y estoy ante ti soportando este martirio que no esperaba, porque después de tanto, me vienes a decir que ya no hay nada, que quizás nunca lo hubo.
De qué sirvió prolongar esta situación si era una burda mentira para ganar tiempo. Claro, tú tienes el mundo a tus pies, el tiempo  sobra en tu vida. Sin embargo, pudo ser menos cruel, más sensato este momento. No te importó, dejar caer todo el peso de tus palabras para el último instante y me tomaste de sorpresa, eso es; una sorpresa gritada a medias para que lo entendiera.  Estaba escrito en las actualizaciones de tu perfil, pero este ciego y necio amor me impidió verlo. Lo siento, te estoy haciendo “otro pancho”, como dices, estoy aburriéndote con un agónico adiós que duele de un solo lado, y tú esperas que sea pronto para lavarte las manos y volver al trajín de tus días. Está bien,  me voy sin un adiós, sin una sonrisa de tu parte, no necesito caminar, mi corazón se ha detenido pero mi alma ya se fue. Sólo imagina un fantasma que arrastra los pies por donde vino. Descuida, esta vez seré un muerto para siempre, no te volveré  a ver, no me veras más, ni sabrás de mí; los muertos no hablan, no ven, no existen, no sienten, ni regresan. Eso  seremos en nuestras vidas. Desde antes me prohibiste hablarte, mírate delante de los demás, fingir que tú y yo no somos nada, sólo porque te daba pena que se enteraran que  había algo más que una amistad. No será extraño, porque de alguna manera tu tregua sirvió para prepararte y para que me acostumbrara.  ¿Me preguntaste si estaba de acuerdo?  ¿Sabes cómo me sentía en esa jaula de silencio en que guardaste nuestra relación como si fuera un pecado querernos? ¿Acaso crees que ignoro la censura que me puso detrás de un teclado cuando tú y yo podíamos vernos sin nada qué ocultar?
Y de pronto la edad se me vino encima con todo su peso. Sepulta mi realidad,  eres un imposible y yo un segundo en tu existencia; porque tienes toda la vida por delante mientras yo pido un réquiem en la amalgama que se forma entre mi pasado y el futuro.  Amalgama que no converge en este lugar y  tiempo  que ya vislumbra un fin  lleno pena y nada de  gloria. ¿Y el corazón qué? ¿Y el amor qué? Yo soy nada, y tú ya  eres nadie, una lágrima intenta brotar de mis ojos; me revuelco de un dolor infinito pero es tarde para intentar vivir otra realidad. Me da rabia saber  que he tenido lo que he amado y se va como si nada, sin valorar lo que hice con tanto empeño. Sabía que  lo único que podía separarme de ti era el tiempo, esa dimensión que se interpuso y que al fin siendo un mortal no pude vencer. No más llanto, no lo habrá.  
Está bien, se hará como tú digas, quitémonos las máscaras, déjame verte una vez más como te vi por primera vez… eres hermosa, joven, llena de vida. Y tú, mira mi sonrisa, mira el brillo de mis ojos, siente el amor que destila cada palabra que digo, éste soy, sin la máscara de tristeza que traje hoy. Ya todo acabó.  Ve por donde llegaste, me iré por donde vine, nuestros destinos se juntaron un momento. Te tuve entre mis brazos, sentí el calor de tu cuerpo y mis labios se juntaron con los tuyos. Hubo una posibilidad de entendimiento, quizás me amaste como dices, pero fue muy lábil tu amor y no soportó el peso de la crítica; esta vez el amor no pudo vencer, estuvo de un solo lado y para construir un puente hacen falta dos extremos que quieren unirse. Lo siento, te vas, me voy, no quiero irme pero  a ti qué te importa lo que siento. No hay un adiós, no hay una sola palabra que se haya dicho, mis oídos no escucharon el acento de tu voz. Es un adiós virtual. Está de moda empezar y terminar una relación por mensajes del chat. Es irónico que esta forma de comunicación, acerque a las personas que están lejos, y que al mismo tiempo aleje a quienes están tan cerca de nosotros. Quizás no me acostumbro a esta forma fría de amar… quizás estoy hecho a la antigua, algo cursi y romántico. Pertenezco a ese tiempo cuando amar no era una palabra escrita, un “Hola amor” y luego nada qué decir; sino una hermosa relación de todos los días. Era agradar con mil detalles a la persona querida; cuando amar era un estar juntos en las buenas y en las malas, tomados de las manos viviendo en el presente sin preocuparse tanto del futuro o el qué dirán mis amigas. Entonces el amor era genuino, real y puro; no virtual, como éste que termina.

jueves, 10 de marzo de 2011

Amiga mía

                                                    Para mi amiga Evangelina  Salazar
Te conocí una tarde de diciembre
en la fascinación del silencio apenas roto
por el monótono  golpeo del teclado,
una suave música en la PC
acompañaba mi imaginación
mientras navegaba  mi alma en un hilo de esperanza.
Te conocí en la ausencia de palabras,
solo una imagen de ti,

de mirada serena,
y un texto breve que describía
mi necesidad por conocerte.
Nada había qué perder,
nada parecía alejar mi corazón de la rutina
y del tedio de una vida carente de consuelo.
Pero un mensaje tuyo fue la luz
que iluminó mi cielo nuevamente
y me llenó de dicha mientras cada día
sumabas a mi vida tu presencia.
Amiga del silencio,
tú y yo volvimos a creer que en el mundo
existe un ser maravilloso
que nos llena de consuelo;
eres en mi vida una estrella,
eres en mi alma la fe,
en mis manos la certeza de un mañana
y en mi corazón la alegría
de una grata compañía.
Amiga  de la ausencia,
sé que cuento contigo
en cualquier momento de mi vida,
basta cerrar los ojos y evocar en mis recuerdos
tu imagen para saber que estás conmigo.
Eres como un sol que me brinda su calor
aunque lejos de mi estás;
me gusta ser  tu amigo,
y conocerte cada día más.
Yo sé que no soy tu amigo más cercano,
el que te habla más seguido,
tampoco el más querido.
Pero  has de saber que tú cuentas conmigo
sin reservas ni condiciones,
que el único motivo que nos une
es un sentimiento hermoso
nacido del corazón; la amistad,
un regalo de Dios
que nos une en el tiempo y la distancia,
que hace del silencio mi palabra
y de la ausencia mi grata compañía.
Amiga mía.
gracias por ser  mi presente,
Por compartir tu mundo conmigo,
por permitirme acompañarte por la vida.
Sé que estamos lejos
y que nunca mis ojos te han mirado,
Pero la fuerza de tus palabras vence la distancia
y me dice que cuando hay un cariño sincero
nunca la distancia será un obstáculo para estar contigo.
Amiga mía,
Ya no importa cómo,
cuándo o por qué nos conocimos;
lo que vale es la amistad  
que nació y crece cada día
en nuestros corazones
y que estoy seguro…
 será para siempre.


domingo, 6 de marzo de 2011

Te vas y no puedo evitarlo

Amada mía,
a fuerza de insistencia
comprendo tu clamor.
Te amo tanto, tanto,
que te doy la libertad
de apartarte de mi vida.
Mi corazón es muy pequeño
para tus ansias de volar.
Y aunque duele al alma contrariar
no puedo retener tu amor.
Abro el corazón,
tu hogar,
sé que partirás.
En la medida que te alejes
aumentará también mi amor,
pero no olvides
que para mí,
en mi pensamiento,
estarás conmigo.
Y algún día,
si tú quieres regresar
al tibio nido de mi pecho,
nunca dudes,
si es que vuelves,
que guardado estará siempre
en espera que regreses,
tu lugar.

sábado, 5 de marzo de 2011

No me engañas


Tengo enredado entre mis labios
el secreto que a besos
arranqué del fondo de tu alma.
No me engañas,
pero sé que tú te engañas.
Y en la tristeza
que me envuelve tu arrogancia
escupir quiero
el veneno que te mata.
No es a mí a quien rechazas,
ni eres tú la que me huye.
Piensas que vives en la verdad.
No soy quien te atormenta,
no soy quien te extermina.
Vive un germen egoísta
dentro de ti,
él es quien te aniquila
y al besarte se delata.
Pero no sabes,
tus mismos besos
me han hecho inmune a la mentira.





El brillo de tu cielo

El brillo de tu cielo
cegó mi corazón,
deslumbró mis sentidos
y vivo como el insecto que se azota
en la luz artificial.

Volar tan cerca del sol
es imposible sin quemarse.
Las alas se incineran
como un corazón perdido en el amor.

¿Caer? No hay duda.
De la estrella más cercana
a la tierra,
existe un espacio tan enorme
que puedo perder en el camino
el tiempo que yo quiera.

Pero recuerda,
soy larva de otro ser
que nace ciego,
inmune a la luz
al calor,
y al brillo de tu cielo.

El hombre

El hombre no nació,
no tuvo ese privilegio;
no fue savia en sus venas
ni verde el corazón.
La naturaleza escribió su origen
pero no sabía leer.
No había claridad entre azar y tiempo,
no tuvo predestino,
ni Dios creador.
Era instinto,
no razón.
Por eso perfiló una imagen,
aprendió a ser y pensar.
Se hizo al calor de una hoguera,
en el silencio,
en la fascinación de la estrella,
en la piel de la bestia.
Así disipó su miedo,
inventó su voz,
descubrió su mundo;
así sobrevivió.
Aprendió a vivir del hombre,
no nació,
no tuvo ese privilegio.
Se hizo entre los hombres,
entonces su soberbia
reescribió la historia.

El sembrador del Mayab

Surcó la mano ágil un camino
en la blanca tierra del Mayab.
Una a una desgranó semilla
y espero que inspiración divina
la hiciera germinar.
Mantuvo firme el corazón,
atrevido el pensamiento,
férrea voluntad.
Pero no hubo respuesta.
El Sac-bé guardó silencio.
Abierto solo a los elegidos
no develó el misterio.
El tiempo cubrió de selva
el intrincado trazo.
La mano ágil,
a fuerza de lágrima
trabajó día y noche,
hasta el cansancio,
hasta que el sudor humedeció el surco.
Despejó el camino,
sacó la semilla muerta,
sembró semilla nueva.
Como dádiva al esfuerzo,
germinó la indescifrable letra,
espigó palabra buena.
El Sac-bé reverdeció como el maizal,
generoso, hecho verso, hecho poema,
alimentó el alma
de aquella mano ágil,
sembradora del Mayab.

Con los pies descalzos

Bregar la vida con los pies descalzos,
hollar con paso milenario esta tierra
sin saber el rumbo del destino.
Las palabras en la boca suenan a silencio
cuando se hace noche.
Nadie duerme y sin embargo
se escucha correr el sueño tras un horizonte.
No hay luz y brilla el intelecto.
Las noches penan
y causan miedo a los noctámbulos.
¿Cómo medir el tiempo
si no hay tiempo en la pupila?
El día es negro,
y negra es también la noche.
Surcos en la frente,
arrugas en la tierra de nadie.
Caminando se llega hasta el principio,
los pasos van en círculo
y en algún inesperado tiempo,
cuando eres viejo,
eres también un niño cuyo destino
se  forja entre las huellas
de su andar  incierto.

Plegaria

He amado con amor,
casi con odio.
En cada esquina,
en cada aurora.
Hasta el cansancio,
hasta el delirio.
He sido nido de ilusiones,
y cesto a los desdenes.
He amado de mil formas,
he amado mil amores.
Imploro una plegaria.
Si he amado tanto,
¿Por qué no aprendo a amar?