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domingo, 14 de agosto de 2011

El último sueño. Su único dueño.


I
Un día, como cualquier simple mortal, creíste tener todo el poder para gobernar tus sueños. Gritaste tus logros desde las cuatro esquinas de tu pequeño universo y tu voz se fue más allá donde no escuchaste el eco  responderte con ironía; proseguiste en tu afán de creer que gobernabas  tus instintos y tus razones, subordinando a tu antojo las leyes universales. Eras casi perfecto en tu mentalidad triunfadora y  en la jactancia de superioridad  narcisista un día imaginaste también que aun las decisiones de los demás te pertenecían.  Eras feliz en la ceguera irracional de quien no mide las consecuencias sino con sus propias reglas;  olvidaste que para vivir y sobresalir en un mundo plagado de semejantes la competencia es ardua y requiere talento, perseverancia y mucho tacto. Así también un día cuando despertaste, un  sueño te acompañaba. Lo tomaste justo por sorpresa cuando al despertar  y todavía en ese estado de semiinconsciencia, el sueño perduró unos segundos más, perplejo y asustado como un niño descubierto a media travesura, estaba en el lugar y en el momento equivocado. Fue fácil en tu sagaz astucia estirar la mano y tomarlo con premura;  el  sueño era frágil pero no te importó apretarlo con fuerza con tal de retenerlo.  Parecía una débil  espiral de humo fluyendo por los bordes de tu crispado puño.  El sueño luchó  para escapar de la opresión de tu mano pero fue en vano.  En la ventana, de frente al crepúsculo que ya pintaba de matices púrpuras el cielo, lo miraste  a contraluz. El sueño  languidecía cada vez más cerca del desmayo. Sólo fue un destello, un segundo de contemplación y deseo de posesión. Volviste sobre tus pasos. En tu prisa por salir al mundo cotidiano, lo condenaste  a una jaula de oro y partiste en la rutina diaria donde caminaste una década y algo más con tus ligeros pies. El sueño pasó de la tentación a la indiferencia y de ésta al olvido; y en el olvido el sueño se aburrió. Nunca supiste que los sueños que se alcanzan, los sueños que se quieren, se cultivan como rosas en el jardín de la vida; con perseverancia y amor, con cuidados y atenciones. Los sueños que se quieren,  son para toda la vida. Si crees en ellos les das tu corazón hasta el último latido. Tu sueño no murió. Los sueños nunca mueren, simplemente vienen y van si los quieres o no los quieres.  Los sueños se conservan puros, inocentes, no se pervierten ni envejecen.

De pronto un día tu sueño decide volar como siempre había hecho y sin que tú lo sepas comienza a revivir un pasado lejos de ti. Toma fuerza día a día en la medida que recobra su confianza en sí mismo, la libertad perdida ahora brilla en todo su esplendor y siendo un sueño hermoso es  natural ser deseado por quienes nunca en su vida han poseído uno así de especial.  Ahora tu sueño es tal como había sido siempre pero nunca más regresará a ti.

Llegas en la madrugada, te metes en la cama y duermes hasta que los rayos del sol en el ocaso, anuncian el final del día. Descubres también que estás solo en medio de una jaula de oro abierta de par en par y en tu conciencia una verdad comienza a germinar. “No quieras engañarte, no intentes confundir más tu corazón. Despierta a la vida, sacude tu vanidad y sé más humilde para reconocer tus errores, si la perdiste es porque olvidaste ser más humano, más sensible y compasivo, más responsable de tus actos pero sobre todo, más entregado a tus sueños”.

Sales a la calle con premura, miras en todas direcciones de ese pequeño universo construido en tu derredor, entras nuevamente pero tu sueño ya no está donde siempre te esperaba. Aquel sueño que atrapaste  ya no te pertenece. Ahora lo reconoces, nunca lo fue, porque nunca lo atendiste ni  necesitaste. Alguien más que tú ha aguardado el advenimiento de su último y más caro sueño. Alguien más  en su corazón y en su mente deseaba tu sueño; ahora es su poseedor.

II
Es un sueño hecho mujer, menudita y breve como una estrella en la inmensidad celeste. Es una mujer de suaves curvas, delicada y frágil, piel canela y  ojos color de miel; sus cabellos, olas de mar, rayan blondos el claro amanecer. Sentada en un peñasco  aguarda de cara al horizonte la salida del sol como presagio de un futuro mejor. Así la descubres este día en que temprano te propones caminar por el boulevard. No  esperabas verla hoy, pero es el sueño que siempre anhelaste. Este es el motivo por el cual nunca  entregaste tu corazón aun con el paso de los años. Ella está ahí, mirando al infinito, entretenida y ausente, como una escultura viviente. Tus ojos se prendan una vez más de esa imagen de mujer casi mítica; sirena y sueño, fantasía y realidad. Se miran al mismo instante y hay un colapso de pupilas ardientes, un eclipse del mundo en medio de cuatro soles convergiendo en un lugar nada especial que de pronto se convierte en el centro del universo.

Es el mismo sueño que perdiste por equivocación, por una jugada del destino hace  más de una década y  en tu interior este sueño guió tus pasos como un faro en medio de una tormenta donde naufragaste hasta el punto de la sofocación, pero que al fin, ahí está de nuevo, sin ningún obstáculo que se interponga entre ella y tú, apenas unos metros, una distancia insignificante comparado con tus días de espera. Casi un vuelo mágico con los brazos abiertos, casi un salto imposible a tu realidad. No es fantasía, es tu sueño nuevamente frente a ti, hecho realidad. Te abrazas a ella y  te fundes entre sus brazos. Tu sueño responde en la misma forma. Quizás sabían que tarde o temprano regresarían para unirse y no separarse más. Lo presintió con su instinto de mujer, te lo dijo así con sus palabras aquella  última vez que se encontraron, pero entonces era un sueño tan joven, tan inexperto e inocente en sus albores de mujer. Fue presa de las circunstancias, obra de la manipulación, pero que al fin regresa a  ti, inmaculada y renacida desde el fondo de su ser. Nada hay al azar en las reglas del universo. Todo acontece bajo una estricta fórmula de   causa y consecuencia. Es tuya, siempre lo fue. La única diferencia entre perderla y reencontrarla fue perseverancia y fe. Tu fidelidad hacia ella te brinda una segunda oportunidad. Ahora miras un porvenir brillante y un compromiso a seguir, eres dueño de tu último sueño. Tu sueño, vive en ti.





sábado, 13 de agosto de 2011

Conozco a una mujer



                                       (Dedicado a mi amiga Clau Nieves )

Conozco a una  mujer a quien mis ojos jamás han visto
y sin embargo,
en su semblante tiene la expresión más dulce y tierna
que he mirado.
Si habla me hace reír con su ingenio
porque tiene la gracia de un querube
y la ternura le brota cual manantial de sus divinos labios.
Conozco a esa mujer de quien su voz nunca he escuchado
y sin embargo,
cuando habla dice palabras que fascinan
porque le vienen del alma
y su alma es sencilla y espontánea 
como el trinar  de un ave.
De esa mujer cuyas manos nunca he tocado
percibo el   calor y ternura de hermana;
me he vuelto confiado a su abrigo
y en su amistad  me encontré un tesoro divino.
Ella es una mujer de singular belleza,
de sangre latina y piel morena clara.
Una mujer que estando lejos
tiene el poder de habitar mis pensamientos
y siendo suyo,
tiene la gracia de darme alas para volar junto de ella.
Una mujer llena de encanto 
que cuando me habla tiemblo
y hace brotar del corazón un caudal 
de hermosos sentimientos.
Esa mujer que yo conozco no tiene dimensión;
no sé dónde  ni cuándo empieza a acompañar  mi vida
pero llena mi espacio del aroma sutil de su recuerdo.
Esa mujer tiene el don de estar siempre conmigo,
aun cuando fluye como el viento, cosmopolita;
viajera del espacio y también del tiempo,
sin límites ni ataduras;
apenas  huésped de la fantasía
que gobierna mi atrevido anhelo.
Conozco a esa mujer desde hace mucho 
y desde hace poco,
pero ha estado siempre ahí, como un ideal, 
tal vez suspiro;
quizás como el más grato sueño.
Esa mujer, de  dulce risa y sensual acento;
de elegante porte y delicado perfil,
brota de sus pasos como vara de azucena,
esparce su esencia cual  fino ungüento
sobre mis cansados hombros
y brinda consuelo a mis más aciagos días.
Es mi amiga fiel y yo le correspondo en ese viaje
donde somos alas de un mismo sueño,
donde palpitamos en un solo sentimiento.
Aunque ella bien lo sepa,
aunque yo también comprenda
que nos conocemos sólo en imágenes
y por pequeños textos en los que plasmamos
nuestra esencia que admiramos tanto.
Ella es una mujer que estando lejos
cada día se acerca más a  mí,
se mete en mi piel para confortarme
y se arraiga a mi pensamiento para darme ánimo.
Porque  esa mujer a quien conozco
es para mí un ángel que vino del cielo
a hacerme feliz con su presencia
y a llenar mi mundo de esperanza y sueños.




viernes, 12 de agosto de 2011

Ausencia definitiva




Cuando ya no esté en esta tierra mía,
cuando mis ojos no contemplen más
el profundo azul de los océanos
y el canto de las aves
no conmueva más mi corazón.

¿Qué pensarán los que de mí
un día se alejaron,
aquellos que nunca hallaron
en mi amistad una razón?

Cuando ya no esté en esta tierra mía,
cuando mis manos frías estén
y en mi pupila el horizonte
traspase el infinito.

¿Qué pensarán los que de mí
un día se burlaron
y aquellos por quienes yo di
hasta el último centavo?

Cuando ya no esté en esta tierra mía,
y el acento de mi voz
se pierda en el silencio de una cripta.

¿Qué pensarán mi amigos
mis hermanos
y aquellos que un día conocí?

Cuando ya no esté en esta tierra mía,
cuando  en mis labios no se dibuje una sonrisa
y no haya más noches de cómplices secretos
que mi corazón llenaron de dulce dicha.

¿Qué pensará la novia mía
cuando se acueste sin la promesa
de un nuevo día
y en mi pupila ahora inerte
ella no esté?