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jueves, 27 de octubre de 2011

Porque nada es para siempre

Hice hasta lo imposible
para estar nuevamente contigo.
Corrí para alcanzarte  en el infinito,
fui más veloz que la luz,
y pude tocar las esquinas del tiempo.
Volví a sentirme joven
persiguiendo un sueño
y me sentí un infante pidiendo cariño,
pero la vida se tornó  una espiral de polvo
que nubló  mi camino.
Te miro una vez más desde lejos,
como si contemplara la luna
desde el fondo de un pozo.
Los sueños dejan de serlo
cuando se mira hacia atrás.
Qué  frágil es una promesa
cuando se pierde en el tiempo.
Estar ahí no pudo cambiar mi destino,
he ido mil veces y he vuelto
con las manos vacías,
aprisionando en mi mente una utopía.
Porque nada es para siempre
y anclado a tus pies soy  señal
de un imposible.
Porque me miro viajero del tiempo
en un tiempo que no es mío,
que busco recuperar
del pasado
lo que  ya sólo  es un recuerdo,
un recuerdo
                     muy vago
                                       y muy frío.


domingo, 23 de octubre de 2011

Silencio compartido


El silencio compartido puede ser la comunión total
entre dos seres que se aman;
pero también,
un doloroso adiós cuando ya no  pueden verse más.
Lo supimos en el momento justo cuando era inevitable;
no importó dejar la boca llena de palabras entrecortadas,
los ojos colgados al infinito.
Qué distinto era cuando las pupilas se miraban en silencio,
reflejadas una en la otra.
Entonces,
el silencio sonaba como una dulce serenata.
No necesitábamos argumentos para convencernos
que así era nuestro amor.
¿Cuándo el silencio se hizo duda?
¿Cuándo truncó los sueños?
¿En qué momento sin decir palabra
nos reveló que tú y yo ya no éramos los dos;
que yo sólo era un intruso en tu vida? …
Es cuestión de tiempo para que el silencio
permita curar nuestras heridas
y mirar de nuevo,
cada quien en otra dirección.


sábado, 22 de octubre de 2011

A tu lado, ya me gusta no ser yo


Yo sé bien que no soy  así, te lo digo en serio. Cuando me conociste aquella noche,  era lo que ahora dices que no soy y  bastaron unos encuentros  para que me transformaras en otro ser que no conozco pero que entiendes mejor que yo. Dices que brota de la noche cuando apagas la luz y enciendes mis sentidos con tu boca trémula de rezos.  Un ente  venido del cielo, un demonio caído del cual pendo como una marioneta cuando me arranca las venas y desgarra mi piel hasta sacármela por completo. Ya fuera de mí, te mira con mis propios ojos y  no necesitas  esconderte más en tus miedos. Él tiene el poder de desnudarte el alma, abrir tu   pensamiento y penetrar la carne como espada de cruzado. Un ángel con las alas rotas y  delirante corazón, que gusta clavar sus  garras  en la nívea  piel y regocijarse en la agonía de una lucha sin tregua, cada que  arrimas al fuego tus brazos de cera. Y yo, que no recuerdo  cómo era antes de  gemir  espasmos; sufro una  metamorfosis que aniquila mi razón. Soy mi otro yo pervertido en tu virginal instinto; intuición pura que se escurre en  los deseos y pinta tu rostro de rubor y nácar cuando la acercas a mi carne viva.

Cada noche  surge del delirio,  acaba el sueño y todo se vuelve humo en el polvo del tiempo. Ya no duermo, sólo espero que  llegues;  virgen, hechicera,  odalisca de la libido a coyuntar con mis fantasías extremas. Ahora somos en esencia la misma necesidad que asiste a la inmolación, el mismo instinto que se acaricia; el espasmo que sacude el mundo que nos rodea. Antes, era un devoto de tu cuerpo por fe, ahora espero que  tu voz, santa inquisidora, condene a la hoguera mi débil resistencia  y exorcice al demonio que nos flagela. Ése que nos hace  llegar  a la muerte súbita; que nos arranca la vida para  regurgitarnos una y otra vez en un ciclo perdido en la memoria; aún tatuada con sangre en nuestra piel, aún tibia y húmeda desde  el último encuentro. Después de todo,  a tu lado, ya me gusta no ser yo.


sábado, 8 de octubre de 2011

Cronología de un amor imposible



Esta tarde hay un ambiente agradable con el sol cayendo entre las azoteas de los edificios de enfrente. Un poco de brisa mece las cortinas plásticas haciéndolas sonar de manera peculiar. La rubia se pasea por la habitación contemplando minuciosamente cada detalle. Ha entrado a esa recámara por equivocación pero le gusta y decide que será suya por un tiempo  mientras cursa el primer semestre de maestría en la universidad. La señora encargada de la casa  no vendrá hasta fin de mes. Le dio una habitación contigua más cómoda y ventilada pero le dejó las llaves para que viera los otros cuartos excepto éste y quizás esta recomendación influyó para su elección.  Le indicó que se las devolviera a su regreso por el pago de la renta. La casa ha estado deshabitada por mucho tiempo aunque el cuarto parece ocupado. La habitación está pintada de color arena que contrasta con el  color negro de los muebles y los marcos de un gran clóset donde el espejo capta su imagen hasta en el más mínimo detalle. En un arranque de coqueta gracia se acomoda el pelo mientras se recuesta lentamente en la cama. Su vista topa entonces con la pantalla de una televisión que se alza frente a ella. Un estéreo y Cd´s desordenados denotan que alguien escuchó música sin ocuparse de reacomodarlos. En el buró derecho de la cama, junto al teléfono, los controles  de los aparatos llaman su atención, mecánicamente toma uno de ellos, es del estéreo.
Pulsa el botón de encendido y luego selecciona  el del Cd. Automáticamente se escucha una canción añeja de los 90s “Te quiero tanto, tanto, tanto, cada día un poco más..aas” “Vaselina”.  Mientras tararea la melodía, recuerda que la señora que le alquiló la casa le dijo que el dueño es un profesional pero no recuerda de qué.
 La canción ha cesado. Apaga el aparato y se levanta con la intención de acomodar sus cosas. Toma una de sus maletas, de ella extrae su ropa. Abre el clóset, sólo uno de los lados está ocupado con ropas masculinas, entonces  decide ocupar el lado vacío de ese gran clóset. Una a una las prendas van ocupando algún lugar. De otra maleta extrae libros, libretas y útiles escolares que acomoda en un mueble, por último, de un maletín saca perfumes, pintalabios, desodorantes, pinturas de uñas y demás artículos  que con esmero distribuye en el tocador. Luego abre uno por uno  los cajones para continuar acomodando sus pertenencias pero el último está repleto de cartas revueltas entre objetos diversos. Del fondo extrae un gran  portafolio sin seguro que rebosa de manuscritos, toma uno, lo abre sin pensar y automáticamente sus ojos leen algunas líneas.

“Escribir pensando en ti, es una forma de guardar fidelidad aun sabiendo que mi ausencia será eterna. Te amo por encima de todo y si no me despido de ti es porque no quiero que me veas llorar en este último instante. Que este adiós callado y solitario no impida que un día me perdones por ser inoportuno en tu vida. Tuyo por siempre…”

Una enorme curiosidad se apodera de la rubia, intenta seguir leyendo pero unos toques en la puerta la hacen desistir. Es su amiga con la que saldrá a hacer unas compras de emergencia.  Cierra el portafolio y lo acomoda nuevamente en el fondo del cajón.

Martes, 7:30 P.M. La rubia se deja caer pesadamente en la cama. Ese día en especial ha sido torturante. Los trabajos escolares la tienen al borde de la histeria, especialmente el de pedagogía que exige la entrega de un ensayo a la mañana siguiente. Ello implica largas horas en la PC,  un tedioso escrutinio del Internet y  lectura de voluminosos libros. No hay agua caliente, pero la  fría no  la incomoda. Sale del baño con una toalla enredada en la cabeza y cubierta con un blusón y una licra negra. Se tiende en la cama, toma con desgano un libro que está sobre el buró, intenta abrirlo pero recuerda la carpeta que días antes guardó. Más por retardar la lectura escolar que por curiosidad, abre el cajón del fondo saca una carpeta de tantas del portafolio. Se imagina en ese instante como una profanadora aunque eso no le remuerde mucho la conciencia. “Soy una chica curiosa como cualquiera”, se justifica. Retorna a la cama, se recuesta y abre la carpeta, desdobla un papel, lee.

“Amor mío:
Desde que te conocí, siempre tuve la certeza de que tú y yo seríamos algo más que simples amigos. Me fijé en ti porque algo tienes que me fascina, y empecé  a amarte al grado de hacerte mi sueño. Debo aceptar que en estos años de llevarnos, dejé que todo mi mundo gire en tu derredor. Pero ahora estoy afligido porque siento que una fuerza más grande que mi amor, me aleja cada día  de ti. Lo veo con todos los detalles que acontecen: Cuando te hablo y no tengo respuesta, cuando te busco y no te encuentro, cuando prometes vernos y al final siempre hay un gran motivo para que no puedas cumplir la cita. Nuestra relación se ha reducido a unos pocos mensajes despersonalizados, palabras y frases que no se acompañan de una carga emotiva, como mirarnos  a los ojos o tomar nuestras manos. Nada hay de eso, nada de cuando empezamos; recuerdo que en aquellos tiempos eras más abierta, más emotiva y franca. Hablábamos  de incontables anécdotas y las horas se volvían días y siempre había un mañana para empezar de nuevo, bastaba un motivo por insignificante que fuera para platicar. También recuerdo que nos citábamos y nos veíamos en mi casa. ¿Cuándo nos dimos  el último beso? ¿Cuándo estuvieron juntas y entrelazadas nuestras manos? ¿Cuándo fue que nuestros ojos se encontraron y se dijeron infinitas palabras de amor? ¿Cuándo fue nuestra última cita?
Sí, lo sé, tu vida ha cambiado, tienes tantos compromisos con tu nuevo trabajo, la escuela, tu familia, amigos; es fácil decirme “luego nos vemos”, y cada que pasa esto, siento un frío que  empieza desde el interior de mi cuerpo, aquí en mi corazón. Es un frío intenso y paralizante que se extiende hacia mis extremidades y me hace sentir un muñeco de nieve inerte y a punto de desvanecer. Me doy cuenta de la fragilidad de la situación y lo vulnerable de mi persona respecto a ti.  Lo siento en cada acto, en cada ausencia, con cada palabra que se calla. No quieres herirme con una frase y sin embargo el diálogo del silencio es más cruel, es una daga invisible que se mete entre la piel como ventisca que paraliza y mata lenta e inexorablemente.
Te quiero y me siento herido. Contra el silencio no tengo palabras para debatir. Dime una mentira, y sacaré a la luz cien verdades, dime una negativa y encontraré mil argumentos para convencerte de lo contrario. Pero no me dejes con la palabra en la boca porque el peso de  la verdad aplasta mis labios como una bofetada. ¿Ya no me quieres? ¿No quieres decírmelo? Lo intuyo, no puedo ignorar todos los detalles que se suman hasta hacerme ver una amarga realidad; te estás yendo de mí y no puedo detenerte, me caigo al vacío de tu presencia, a un profundo estado de desolación. Te juro que me da coraje ser tan débil en esta situación. Yo, que no temo ante cualquier desafío, caigo rendido ante ti como un ilota que rueda y se desmadeja sin dirección. Estoy enajenado en la cúspide de un sentimiento que se desmorona, que me deja suspendido en el limbo para luego desvanecerme en  suspiros. Lo siento, necesito desahogarme, es un diálogo interior, un grito desesperado para no reventar de tanta impotencia que me carcome el alma. No lo sabrás, escribo esto solamente para desecharlo, ni siquiera  lo leeré, ¿Para qué?, si  de memoria sé lo que mis manos escriben; pero no es justo, no es justo que nuevamente todo quede así, en una simple página más de un diario  extraviado; en un “te amo y te olvido”, en un gran amor, quizás el más grande amor hasta que empezaste a demostrar lo contrario. Esto es lo que siento. ¿Estoy equivocado? Dime tu verdad, ambos la necesitamos…”

 Hace una pausa en la lectura, sin saber por qué, se imagina cómo será ese hombre que parece tan enamorado de aquella. Deduciendo por la época de los discos, quizá estuviera entre los treinta o treinta y cinco; tal vez un poco más.  Y ella una mujer muy hermosa para tenerlo así. Se levanta, coloca al azar  uno de los discos. Una música se escucha “Endless love”, “Lionel Ritchie”. Cierra los ojos. Estaba de moda cuando su hermana mayor terminó con su primer novio, era la chaperona y siempre la acompañaba por órdenes de sus padres, por eso la recuerda perfectamente. Suspira. De pronto abre los ojos, mira el reloj. Con premura devuelve la carpeta al cajón. Toma un grueso libro que descansa en el buró. "La tarea  primero,  masculla entre dientes".

Viernes, 930 P.M. un largo fin de semana aguarda. La rubia sonríe al espejo. Se felicita por su calificación perfecta obtenida en pedagogía. En la cocina no hay cafetera, entonces enciende la estufa y pone a fuego lento agua para un café. Mientras el agua se calienta se desnuda a medias, se estira y gime por la sensación placentera de esta acción. Luego termina de desvestirse y el ritual del baño acontece. Ha pasado un  rato exquisito bajo la regadera. Bebe en pequeños sorbos su café mientras ve un programa en la televisión. Drama, llanto, amor y desamor. Los melodramas de siempre. Sus ojos se desvían hacia el buró.

“Amor mío, espero tu llegada como nunca imaginé, aunque sé que vendrás tarde o temprano, tengo la sensación del más completo abandono cuando pasa un segundo de la hora acordada, y cuando te vas, me quedo saboreando la miel que destila la cama justo ahí donde te has recostado. Sabes, nuestro último encuentro fue maravilloso. Recuerdo que llegué media hora antes que tú y me dio tiempo para acondicionar el cuarto como a ti te gusta. Encendí unas velas aromáticas, coloqué un ramo de flores sobre el buró y  encendí una lámpara que iluminó tenuemente la habitación. En el baño puse los jabones con tu aroma preferido y el champú corporal  que tanto nos gusta. Aproveché los últimos minutos para poner tus pantuflas a un lado de la cama y luego me di un baño con agua fría, quizás para bajar la temperatura de mi cuerpo que ya empezaba a sentir un calor que nacía desde adentro y que subía a  cada momento con sólo pensar que estarías aquí. Y así es, llegas cuando apenas termino  de secarme con el ventilador, tirado en la cama con desparpajo, contrastando con el ambiente romántico de la habitación. Pero tú no te das cuenta, simplemente llegas y te metes empujando la puerta y dices mi nombre con ese acento tan especial que tiene tu voz. Me descubres al instante y  te dejas caer sobre de mí riendo y y abrazándome con fuerza mientras tus labios buscan los míos. Yo me hago el dormido, me quedo quieto, y tú intuyendo el juego me preguntas “¿Qué te pasa amor, desfalleciste, te ahogaste de ganas por verme? Ah, entonces te reviviré a mi modo”. Y te entregas a darme, según tú, respiración de boca a boca y ciertamente revives en mí la pasión que contuve por todo este tiempo sin tenerte en mis brazos. Alargo mis brazos y los anudo a tu cintura mientras correspondo a tus atrevidos besos, la ropa de pronto se vuelve un estorbo entre nuestros cuerpos y al mismo tiempo, no  desnudamos, yo a ti y tú a mí, hasta que ya no queda prenda que evite el contacto de nuestra piel. Hay luego un recital de palabras entrecortadas, murmullos guturales que brotan del más profundo sentimiento, casi inaudibles pero cargados de mensajes intuitivos a los que responden  nuestros instintos. Somos en ese momento una sola alma y un solo cuerpo, madeja de hilos enredados que rueda por el lecho con la inercia del deseo hasta que ya no hay más espacio qué recorrer y caemos al suelo donde proseguimos amándonos  sin importarnos el frío de la loza contrastar con el fuego que  envuelve por completo nuestro ser. Y es ahí, en el duro suelo, en un tiempo indefinido, en una situación imprevista, donde hacemos un pacto amor; prometemos nunca dejar de amarnos, pase lo que pase en nuestras vidas.
Así lo escribimos en nuestros corazones y así fraguó para siempre. Recostados y mirando al techo, hablamos de muchas cosas más, desnudamos también nuestras almas y nos hicimos preguntas hasta saciar nuestra curiosidad. No quedó ningún secreto entre los dos.
Ese día te dije que mi alma ya no me alcanza para contener todo el amor que siento por ti.  Ahora te estoy esperando nuevamente y tengo la misma sensación ¿A qué hora llegarás hoy? Apúrate, amor mío te necesito junto a mí.

                            
La rubia se enternece, toca la cama con las manos abiertas, las desliza suavemente, acaricia la superficie de  las sábanas recién puestas. En un momento sublime, siente la tibieza de otro cuerpo junto al suyo. Una depresión en el colchón la hace imaginar la presencia de aquel hombre. Lo siente apasionado, terriblemente enamorado. Piensa en su novio con el cual tiene problemas últimamente. “Maldito, si así me quisieras un poquito”.
La invade una sensación de nostalgia. Su respiración se profundiza; la soledad que siente se asemeja a la de aquel desconocido. "¿Cómo será él, cómo será ella? Una morena impresionante, de curvas prosaicas y sonrisa seductora, pelo ondulado, quizás no tan largo. Él maduro, alto…”

Martes, 11:00 P.M. Se ha vuelto costumbre y no le remuerde la conciencia ir al buró, tomar al azar cualquier carta o papel  del portafolio y  tumbarse en la cama luego de haberse bañado.

“Amor mío, cada día te amo más, aun cuando ya no estás conmigo, este sentimiento crece con una fuerza vital que impregna todos mis sentidos. Te recuerdo perfectamente como si apenas estuvieras abandonando el cuarto con la promesa de tu retorno, pero algo hay en tus palabras y actos que me hacen dudar, ¿Qué quieres decir cuando mencionas que el futuro no existe? Y cuando te quedas callada sin responder a mis dudas?

Camina al espejo, escudriña a su antojo sus facciones, sus curvas. Se sabe hermosa. ¿Cómo se vería con el pelo oscuro? Un poco de bronceador, sol, playa. Sí, quizás un fin de semana en la playa hará el milagro…

Sábado. 10:30 A.M. Tuvo un sueño inquietante. Se sintió de pronto una diva de piel canela, de curvas prosaicas y seductora sonrisa mientras que él,  un hombre apasionado y condescendiente pero a la vez atrevido y cariñoso. Ambos rodaron por la cama, recorrieron cada centímetro hasta que el sudor casi los ahoga. Pero algo más la ha cautivado. La pasión que él destila tiene el encanto de un artista que toca las cuerdas más íntimas  del deseo y ha hecho de ella una guitarra de carne trémula. Sus gemidos interpretan la melodía de un amor  salvaje y tierno nunca experimentado; una gama de notas que sin perder la armonía despiertan el origen instintivo de la hembra en celo. Esa es su  virtud, la  de los genios creativos; hizo del común encuentro de sus cuerpos una obra de arte que reverbera en cada fibra de su ser. Quiere hablar, reír, gritar, cantar con todas sus fuerzas para expresar al mundo que  un sueño se puede vivir tan intensamente como en la realidad. Se mira en el espejo, se toca los labios, los siente hinchados; los besos de él son maravillosos, mira la cama, la palpa, la huele. Juraría que estuvo ahí, que no sólo fue un sueño. En ese momento,  surge una idea que le parece grata. Él será su novio, su amor secreto, su amor romántico y apasionado como lo ha idealizado en su mente y en su corazón.

Es lunes, 8:40 P.M. En la televisión se ha anunciado un frente frío estacionario. La temporada de invierno está aún presente y con esa temperatura se antoja estar en la cama. Se ha preparado una taza de café y va por su hobby favorito.

Amor mío, ayer me dijiste que todo terminó, que ya sólo vendrás una vez más a esta casa donde hemos pasado momentos maravillosos. Me dijiste que eres apenas una niña, con un futuro prometedor y que yo…  Que ya no me quieres y que ya no existo para ti, tienes otros intereses y te apartas de mí justo cuando más te necesito. No pude retenerte, no pude hacer que me quieras como yo te quiero a ti. Sabía que era un sueño pensar que realmente esta relación durara para siempre y ya ves, me he dejado atrapar y voy pendiente abajo. Te amo y no puedo retenerte. Si tú ya no me quieres entonces me voy para siempre de tu vida.
Quien te ama.

“¡Cómo no te voy a querer, cariño mío!” Si a fuerza de conocerte te has ganado mi corazón, me encanta tu romanticismo, las  palabras que dices me conmueven, quisiera estar contigo siempre para demostrarte que eres plenamente correspondido”.

Miércoles, 11:00 P.M. Ha sido un día muy pesado. El trabajo escolar es un martirio y aún falta mucho para que termine. Camina al cuarto mientras se va desnudando. Una a una las prendas caen al suelo, sólo desea darse un baño, recostarse y dormir, dormir profundamente sin que importe el tiempo pero sabe que esto no es posible. Se mete bajo la regadera y se abandona a la refrescante sensación del agua sobre su cuerpo. Sale  descalza y cubierta por una toalla,  llega al borde de la cama y se sienta, suspira mientras levanta las manos y se deja caer de espaldas  con los brazos abiertos. Una sensación de bienestar la envuelve pero al cabo de un  rato se da cuenta que no puede dormir. Los recuerdos de los acontecimientos de ese día le rondan impidiendo su deseo. En la tarde se vio con su novio, no fue una buena idea. Pelearon por enésima vez. El motivo siempre es el mismo; celos, celos enfermizos de él, sin fundamento y cuyo pecado atribuye a su belleza. Tal vez sea oportuno terminar esa relación que ya no le es grata.
Piensa en su amor imposible que la espera en su cuarto. Cada día que pasa se convence más que  es  él quien gobierna su pensamiento, se ha metido en cada fibra de su ser por esa forma tan especial de amarla, quizás  la congoja que siente se debe a que no encuentra la forma de explicarle que su vida tiene muchos compromisos y por eso ha faltado tantas veces a las citas. Siente que a veces no le corresponde como él desea, que le es imposible darle todo el tiempo que merece y eso la mortifica. –“No, yo no soy así, yo te quiero  y me entrego a ti como tú lo haces conmigo. Tal vez  no has  tenido la oportunidad de darte cuenta que ya soy otra persona, que he cambiado porque tú has hecho el milagro “-

El rito acontece, un escrito más está en sus manos. Desdobla el papel que está arrugado  y maltratado.

“Hoy hicimos el amor por última vez, no sé si fue mejor así, hubiera preferido no saberlo. Sin embargo descubro que aun cuando intentas poner hielo a tus sentimientos desde que entras, no puedes engañarme; te conozco tanto amor. Sé cada una de tus palabras antes que las digas, sé cada movimiento de tu cuerpo antes de llegar a mí, por eso no me es difícil saber dónde empiezo a romper el hielo en  esta difícil situación.

Cada argumento tuyo es un candado a la verdad;  pero te olvidas  que soy tu carcelero, que tengo una llave maestra  con la que  siempre abro  los secretos de tu divino cuerpo. Nada hay en ti que no conozca, que no forme parte de mi memoria. He recorrido cada centímetro de tu piel, tanta veces, que guardo en mis manos y en mis labios los puntos exactos donde se pliega, se estruja y se sumerge bajo el asedio de la pasión. Soy tu maestro en el arte del amor y juntos aprendimos a reconocernos, juntos viajamos en metáfora inconclusa cada que  el éxtasis hizo una pausa en la encendida pasión que nos corroe. Me sé de memoria tus montes y llanuras, tus volcanes y  abismos, sé dónde  se acumula lava ardiente y dónde guardas la ceniza de añejos amores y sin embargo vivo alimentándome de ti, somos la misma carne y tus deseos son los mismos que gobiernan mi cuerpo cada que estamos aquí, por eso apagamos  la luz para no ver a nuestros instintos devorarse mutuamente.

Apenas te acomodas en el borde de la cama cuando y ya tus manos tiemblan, pasas tu lengua por tus labios humedeciendo quizás un atrevido pensamiento y cuando cruzas las piernas dejas entrever parte de tu intimidad por  la  abertura de tu falda. Es la señal para que me acerque a ti con premura, mis manos se posan como abejas en la flora de tu cuerpo para beber todo el néctar que destilan tus heridas. “Hoy es la última vez que hacemos el amor”, me repites una vez más y una vez más mi boca cierra la tuya con ardientes besos del más sublime amor.
La habitación en penumbras tiene un toque de nostalgia, está impregnada de un   olor a sudor y llanto. La miel vertida rebasó los límites y se entremezcla en las  húmedas sábanas que cubren apenas nuestra desnudez. Tengo en el pecho cicatrices antiguas de tus uñas. Rojos estigmas que escurren dolor y entrega total; deseo morir en este mismo instante, mi vida fluye de ti, eres la raíz que me sostiene en este mundo, si te vas, se va también mi vida. Te miro una vez más, en tus ojos hay una pequeña gota que tiembla, y en tus labios entreabiertos leo mi nombre mil  veces más.  No entiendo tu actitud, no comprendo tu decisión; pero ya todo está hecho. Pasan algunos minutos, nadie habla, nadie se mueve; los dos miramos al infinito ignorando nuestros ojos. Tomo tu mano lentamente y juego con tus  delgados y flácidos dedos, formo un nido con mis palmas y te regalo el último apretón de manos. Quiero decirte lo que estoy sintiendo pero un nudo en mi garganta ahoga un estertor. Me levanto, enciendo la luz y me voy al baño para limpiar mi rostro. No quiero que me veas llorar, no quiero que te enteres que este paso hacia tu libertad sepulta mi corazón. Cómo duele amar de esta manera. Cómo duele decir adiós al amor de tu vida y soportar de pie esta despedida.
Nos dijimos adiós, y adiós significa para siempre. Cierro mis ojos, cierro la puerta y me recargo en ella desfallecido. Mis pies no me sostienen y poco a poco me resbalo por la puerta hasta quedar de hinojos; sólo entonces mi llanto escurre, reboza de mis ojos y forma dos ríos ardientes que flagelan mis mejillas. Lloro como  un niño que ha perdido su juguete, lloro como un hombre que ha perdido su más grande y único amor….

Jueves 8:00 P.M. Hoy terminó con su novio, fue imposible sostener esa relación. Tienen casi la misma edad, pero él es explosivo y dominante. En un principio se sintió protegida y amada en esa relación, él estaba pendiente de ella y no se separaba ni un instante pero pronto se dio cuenta que ejercía una presión que se volvió sofocante. Celoso y agresivo acabó con el amor que ella sintió en un principio. Cansada de tantos sinsabores optó por esta decisión que la tiene molesta más que deprimida.  Llega a su aposento, deja sus cosas en una mesa y se tira en la cama con la mirada hacia arriba. Se levanta, camina hacia el gran espejo del clóset, se mira largamente de pies a cabeza, se pregunta por qué últimamente no se reconoce en la imagen que la refleja. La mujer que le mira tiene la piel bronceada, el cabello en espirales negros que caen hasta rebasar  sus hombros, su maquillaje es más cargado en tonos  cálidos, sensuales. Recorre su cuerpo, su  forma de vestir, luce más atrevida que hace algunos meses. Pareciera que esa mujer que está  frente a ella es otra persona. Se recoge el cabello, gira su torso  para mirar su perfil, toda ella rebosa sensualidad. No, no se reconoce tal cual era, entonces más sencilla, más discreta, una rubia hermosa, con facciones de jovencita y aire angelical.

Son las 9:00 P.M.  Es hora de salir, quedó de verse con un amigo para tomar un café, se ha arreglado con esmero, intenta tener un ánimo positivo, no quiere quedarse en el cuarto a llorar sus penas.  Una última mirada en el espejo,  al inclinarse para tomar su bolso, descubre  oculto al fondo del cajón del buró que dejó entreabierto, una carta y un viejo recorte de periódico…mecánicamente abre el sobre, mira el recorte.
La imagen del periódico muestra un accidente automovilístico, un carro hecho pedazos contra un muro de contención y otro  auto golpeado a mitad de la avenida.  Se aprecia al fondo varios camilleros subiendo dos cuerpos a una ambulancia rodeada por  curiosos que dificultan la labor de los rescatistas.
La nota de pie de foto señala que en el auto viajaba una pareja de enamorados cuando ocurrió el percance. Una de ellas falleció en el acto y la otra quedó gravemente herida.

No puede contener su curiosidad, deja su bolso sobre la cama y se sienta al borde. Abre la carta, lee.

Lunes  28 de agosto de 1998
Amor mío:
Aun cuando me he gastado la vida escribiendo para ti, esta es la última carta que te escribo, también es la única que llegará a tus manos con este propósito. Me despido de ti. Me voy a un lugar del cual ya no regresaré, no podremos vernos más. Así lo he decidido, me cansé de esperar que este amor que siento por ti, tuviera la correspondencia justa, sin embargo veo que no es así, Y un amor que es de un solo lado no tiene futuro, ya lo habías dicho, pero me cegué en mi propia esperanza y no advertí  que nuestra relación se volvió todo menos amor. Estoy seguro de quererte hasta con el último aliento de vida; pero tú no. Ya no tiene caso seguir esperando citas que sólo sirven para quemar la nostalgia con fugaces y explosivos encuentros  que revientan los sentidos, pero que poco nutren mi cuerpo cada vez más necesitado de amor.
Somos hambre y pan, lumbre y cenizas en fugaces momentos.  Mas No puedo empeñar mi vida en unas pocas horas, te necesito toda, completa. Con todas tus virtudes y grandes defectos. Necesito cuidarte y darte consuelo, curar tus heridas cotidianas y poner una almohada a tus penas. Es cierto, me encantas bella y elegante o sencilla y coqueta. Me encantas mujer ardiente y niña mimada, pero no puedo esperarte. Tu tiempo no es el mío. Por eso me voy, no es falta de amor, al contrario, esta decisión es la más infeliz de mi vida, te amo y renuncio a ti, te quiero ver y sé que ya nunca podré hacerlo. Me encantaría comerte a besos pero mis labios ya están secos, es imposible describirte lo que siento. Simplemente quiero que sepas que ya no estaré  más, que seas muy feliz, sé que con el tiempo olvidarás todo, y eso te suplico…

Tuyo por siempre…

No puede contener la emoción, está llorando desconsoladamente, como si el drama fuera verdaderamente suyo. Se pregunta cómo una persona que ama tanto puede renunciar para siempre  al ser querido, dejar de verlo, huir hasta el rincón del infinito y desearle que sea feliz aun si no es con él. Se pregunta por qué ahora que lo ha encontrado se va de ella sin preguntarle si está de acuerdo  o no …Dobla la carta y se queda quieta, mira en derredor suyo… imagina mil escenas en esa habitación, se mira amándose, riendo y disfrutando de su mutua compañía. El cuarto está impregnado del más puro sentimiento; huele a amor, destila amor y ese amor se mete por su nariz y le llega directo al corazón. Suspira profundamente mientas evoca todas esas noches en que ha soñado con él.
De pronto reacciona, la nota del periódico ¿De quién habla?, ¿Quiénes son esas personas que menciona?...una duda rasga su entendimiento y hace dar un vuelco a su corazón. Tiene que averiguar quiénes son, qué hace esa nota ahí, entre tantas cartas y escritos. Sabe que no estará tranquila hasta  descubrir la verdad. Sale apresurada, sube a su auto y se pierde velozmente entre las sombras de la noche.

Martes 3 de agosto de 2009
En el extenso jardín de aquel recinto, una mujer madura de extraordinaria belleza camina mientras pasa sus manos por encima de los arbustos impecablemente recortados. Tiene la mirada perdida y una breve sonrisa aparece de vez en cuando en su rostro sombrío. Llega hasta una banca  a lado del pasillo de aquel jardín y se sienta de cara al sol de la tarde. Busca entre las bolsas de su bata una vieja  libreta que abre con cuidado y escribe imaginariamente con la punta de sus dedos mientras pronuncia pausadamente:
“Amor mío. Pronto estaremos juntos, espérame unos momentos mientras me arreglo para ti. Deseo verte tanto como tú a mí. He comprendido que la edad no importa cuando se ama verdaderamente, me lo has demostrado con hechos y estaba ciega. Pesaba más en mí  lo que me decían mis amigas y no le hice caso a mi corazón. Mi relación contigo es tan seria que hoy diré sí a tu solicitud de vivir juntos, te prometo que te amaré eternamente, no importa lo que pase, no importa que el mundo ruede, ya lo he decidido. Tu carta me hizo abrir los ojos. Los médicos me han dicho  que si guardo un buen comportamiento pronto saldré y podré reunirme contigo, ten paciencia amor. Saldremos a cenar, iremos los dos juntitos, daremos una vuelta en vehículo, me pasearás y yo me sentiré orgullosa de estar contigo. No habrá poder humano que nos separe esta vez, cielo mío, te lo prometo”…

















domingo, 2 de octubre de 2011

Cómo duele amarte así



Creería  que  nuestro amor
es ejemplar,
ahora que no peleamos,
que no hay ofensas
ni falsas promesas.
Diría que soy feliz
en el silencio  de mi soledad
contemplando tu recuerdo
como si estuvieras conmigo.
Diría que nos llevamos mejor
sin pronunciar palabras cursis
y pegajosas que te empalagan.
Creería que estar lejos
es  la forma más apropiada
para amarte sin comprometer
nuestro prestigio
con el qué dirán,
cuidando siempre nuestra imagen
y dignidad.
Creería que soy feliz sin verte,
sin tu sonrisa
ni tus besos,
aceptando tus condiciones
y viviendo sin  ti.
Creería que nos llevamos mejor,
que nuestro amor crece  en la distancia
y con la esperanza
que un día estaremos  juntos
compartiendo anécdotas nunca vividas,
construyendo sueños de humo
y acariciando  fríos inviernos
con las manos vacías
y el corazón marchito.
Diría que vivimos una relación especial
y hermosa,
llena del más puro amor,
a tu manera…
Pero no es así.
Tu ausencia corta en pedazos el tiempo,
flagela como lengua de fuego,
abre grietas infinitas en el fondo
del dolor,
por donde escurre amargo llanto.
No deseo amarte así,
en la condena perpetua  del exilio,
lejos de ti,
sin saber de ti,
muriendo por ti.
Pero así lo deseas,
así sientes que eres feliz
mientras que yo,
me ahogo en mi pena,
y te hago el amor en  mis sueños
como si fuera un pecado mortal.
Ahora que ya nunca nos veremos
comprendo que te amaré por siempre
mientras  me quede
 un aliento de vida,
mientras palpite
un pedazo del corazón
que ahora se resquebraja
y cae a tus pies
como punto final
de una historia de amor
que nunca fue.
Diría que nuestro amor
ahora es perfecto,
pero…
¡Cómo  duele
amarte  así!