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lunes, 29 de octubre de 2012

Seamos felices de nuevo los dos




Cómo puedes  pensar  que ya te olvidé,
lo dices porque no nos vemos más;
crees que la vida me llevó
por otros grandes sueños
y que mi corazón ya tiene
un nuevo amor .

Cómo puedes  pensar 
que esta ausencia fue motivo de olvido,
si no puedo apartarte de mi mente jamás.

Cómo puedes  pensar
que ya te olvidé;
ponte en mi lugar
y siente cuánto amor
hay para compartir.

No puedes imaginar
cuánto te quiero aún,
no hay magnitud para medir
lo que siento por ti,
es imposible describir las emociones,
los deseos,
los sentimientos del corazón
cuando evoco tu nombre.

Debes aceptar que no hay nadie
que te quiera tanto como yo,
debes comprender
que me haces mucha falta
como cuando tú y yo
éramos una pareja perfecta,
cuando los detalles
y muestras de amor
te ofrecía a manos llenas
y en mi vida eran los motivos
para estar contigo.

Cómo puedes pensar
que mi amor ya no es como  fue.
Mejor ven de nuevo
y entrégame tu amor
como un día juntos lo hicimos los dos
y prometimos amarnos siempre
en la felicidad y la alegría,
en la adversidad y el dolor.

Fue una promesa
y he cumplido;
no sé qué digas tú,
ahora que lejos estás,
pero yo estoy siempre contigo.
Ven, cumple tu parte
y seamos felices de nuevo los dos.






jueves, 25 de octubre de 2012

No lo juzgues sin pensar





El mundo dio una vuelta más
y lo encontró en el mismo lugar,
encadenado a la impotencia,
royendo su desesperación.
Ha recorrido la ciudad
y más allá del polvoriento camino,
la vida ha sido injusta con él.
No comió ayer, ni hoy
y quizás  mañana también.
 Duelen los huesos de tanto andar,
la frente tiene surcos
tan profundos como los sonidos
que resuenan su clásico andar,
de aquellos afortunados nacidos
en otra clase social.
No sabe qué es estrenar ropa  nueva,
no sabe  qué es comer en un restaurant,
nunca en su vida tuvo un regalo,
jamás ha viajado a otra ciudad.
Recorre las calles revolviendo basura,
se cuida de otros que también sobreviven
a la adversidad.
Sangran  las grietas resecas
en las plantas de sus pies
y sus uñas retorcidas le abren la piel.
 Ya no duelen, se toleran como el hambre
incrustado en su vientre.
Son las heridas del alma,  insoportables,
las que hacen crujir los dientes y
estrujan el corazón del más valiente.
Extiende su mano,
nadie responde,
desvían la mirada,
se apartan de la miseria,
como si no la conocieran,
como si fuera de otro mundo.
Y lo juzgan porque anda en las calles
arrastrando sus despojos,
cargando vicios paliativos,
sufriendo hambre, sed y frio.
Lo juzgan diciendo que es un paria,
una lacra social,
alguien por quien no vale
invertir un centavo.
Prefieren la indiferencia,
enajenados con su mundo cotidiano.
No hay misericordia,
no hay empatía,
ni caridad.
El mundo tiene otros valores;
ponte en su lugar,
no es lo mismo besar el polvo
con los  desnudos pies,
sentir las espinas incrustarse en carne viva,
 patear piedras con las abiertas heridas.
 No conoce la tersura de un zapato a la medida.
Callo sobre callo,
cicatriz sobre cicatriz,
bogando charcos infestados,
siempre sucias las manos, cara y pies.
En su vida el agua apenas alcanza
para mitigar la sed.
Moja el polvo con lágrimas
de infinita paciencia,
espera que el sueño le llegue
como un consuelo.
Has pasado a su lado,
y seguido de largo
sin disimular tu desdén.
Estás vestida a la moda,
envoltura cara para un tesoro
de tibia piel y corazón de metal.
Habitas donde sopla un viento plácido,
entre  playas y palmeras,
 mar turquesa y cielo azul.
Ponte en su lugar,
bájate de ese pedestal
y siente el dolor de la tierra,
 moja tus delicados pies
en el charco de indiferencia que inunda
el alma del transeúnte.
La necesidad de comer es más audaz.
brinca protocolos;
Abajo está un pueblo descalzo,
arriba están los tacones altos,
vestidos de etiqueta
y accesorios de lujo;
que no saben del dolor,
que no escuchan el llanto del hambre
de aquellos que viven en la miseria.
No lo juzgues sin pensar,
no te pongas en sus zapatos;
nunca ha tenido un par.



martes, 23 de octubre de 2012

Setenta veces siete
























“Perdona setenta veces  siete,
y el reino de los cielos será tuyo”
Y crecí arbusto antes que roble,
brizna a los cuatro vientos,
 sin carácter ni destino.
Presa de todos mis temores,
un refugio nunca hallé
y cuando pude
ya era demasiado tarde.
La calle fue mi escuela,
crecí a punta de golpes,
mi cuerpo se llenó de llagas
y profundas cicatrices;
ya de por si mi alma
estaba rota.
 Los vicios dejaron una herida
abierta y dolorosa.
 Dice que me quiere,
pero nunca  lo demuestra.
Mi vida es peregrina
de todas las iglesias,
no hay una que cumpla
sus expectativas.
Le ayudo en lo que puedo,
mitad hombre,
mitad niño,
enteramente incertidumbre.
No es mi culpa si vivo culpándome
de un pecado que nunca hice.
Me acostumbré a quedarme quieto,
esperando una orden que no llegó
a su destino.
Hasta cuándo veré el cielo,
ya quiero irme
con mi perro y mi hambre.
Qué me responderá ahora
si pregunto quién es responsable
de la vida que llevamos.
Está al borde del ocaso
y yo un don nadie sin oportunidades,
con mis miedos y mis traumas
junto a una puerta que sólo se abre
cuando agredirme quiere;
inclino la cabeza y cuento
setenta veces siete.
Me ordena que me calle,
le obedezco, aunque aquí adentro
siento mucha rabia y mucho miedo.
Por eso me pierdo de este mundo
y ya no sufro
ni siento que la vida  pasa.
Me pregunto qué más queda,
cuál es mi futuro,
abro mis ojos
y estoy atado junto a mis huesos.
Creo que cuando muera
me iré al cielo,
quiero ver a mi madre,
por eso me porto bien,
trato de ser bueno,
no respondo con golpes
los maltratos que recibo,
aunque confieso que a veces me da coraje
y quisiera revelarme contra este infierno
que a diario me aniquila.
 Aún así,
 lo perdono una vez más
por cada año cumplido;
tiene setenta y ocho,
me sobra un perdón
por si el año que viene todavía vivo.