Soy el libro azul que teje
retazos de ausencia,
cómplice de fugitivas noches
con la nostalgia a media luz
y tu nombre en cada sueño.
Puño de letras arrojadas al vacío,
herida abierta a otra lágrima,
suicida de hechos
y palabras.
Mi carne sangra por tu boca,
se escurre por tu risa,
moja la flor en mis manos
marchita de olvido.
Un segundo basta para entender
que soy dueño de la nada,
vasallo del silencio.
Mi reino se extiende
hasta el límite de esta hoja.
Escribo.
Construyo mi cárcel,
levanto muros con latidos de tristeza,
lapido en versos mi incertidumbre.
La herida duele,
pero es tu sangre
la que ahoga este poema.
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