Hace tan poco tiempo
que el sol brilló
por vez primera,
apenas un suspiro,
una mirada distante
y un esplendor arrobó
mi alma.
Así fue mí despertar,
así empezó mi travesía
para alcanzarte
mientras cruzabas
por mi vida.
Cada lunes desde temprano
estaba firme aguardando
tu esplendor,
anticipando tu sonrisa
entre cientos de sonrisas,
adivinando el color de tus labios,
el rubor de tus mejillas
y el delicado tono de tu voz
subyugando mis sentidos.
Tenías la virtud de descifrar
el significado de palabras
aún desconocidas.
Me decías el color de cada flor
el sabor de cada instante
y la textura de tu piel
entre los hilos dorados de sol
que escurrían por tus manos.
Parada frente a mí,
Te observaba,
Venus completa,
regalo de Dios.
¿Cuándo empecé a soñar?,
¿Cuándo empecé a vivir?,
¿Cuándo?…
Un día cualquiera,
sin un propósito especial
empezó el dialogo interior
a claudicar,
se volvió atrevimiento,
espacio, tiempo; comunión.
Me acerqué a ti como la brisa
matutina,
casi con miedo;
fascinado.
Una palabra, dos
quizás un saludo y un adiós,
así empezó mi viva
a girar en tu derredor.
Y luego un día sucedió el milagro
de estar ante ti,
embelesado,
perdido en el áurea electrizante
del suspiro exhausto
muriendo por ti…
Así empezó la travesía
por un sendero desconocido
abrevando cada instante
esperándolo,
deseándolo venir .
Desesperado
me aferré a tu imagen,
óleo sobre tus pestañas,
rubor de tus mejillas
apenas unos trazos en tu vida
apenas un bosquejo
del perfecto rostro
atrapado en el segundo
en que el flash de tus pupilas
deslumbraron mis sentidos.
Hoy es un retrato que tú miras
es un pedazo de ti
y de mi tiempo eternizado.
Ahí estoy acompañando
cada noche tus sueños,
cercano a ti
y tan lejos como polvo de estrella.
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