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jueves, 16 de septiembre de 2010

El roble

I
Mírame,
este fui.
Raiz que descendió a las entrañas de la tierra
para desmembrar la roca,
útero donde mis manos desarrollaron fortaleza.

Pudo mi piel desprenderse casi toda
y aún así, con el desnudo hueso
soportar el verano más ardiente.

Más de una vez el filo amoroso
grabó nombres en un símbolo perfecto
y fui dichoso porque en mis fibras
corrió savia verde y también roja.

Tuve un corazón aún más fuerte,
amé a las aves que hicieron nido;
fui padre de mil generaciones
vagabundas y olvidadas todas.

Pero no olvido la brisa que me trajo
la frescura de la noche,
porque una noche miré cuán débiles
son las estrellas en su reino profundo y silencioso.

II
Mírame, este soy.
En tu tiempo mis raíces
ya no encuentran sustento
y mis ramas son tan débiles
que el mismo viento resquebraja.

Soy sombra de mi sombra,
mis hojas yacen secas
y lo único que queda
es un viejo corazón
atrapado en esta carne que empieza a ser
tan sólo grieta.

III
Mírame, ahora seré,
un viejo roble.
No entendiste mi naturaleza
ni que tú fuiste parte de ella.

Por eso no tengas piedad,
dérríbame de un golpe
y planta en mi lugar lo que tú quieras,
ahora seré,
laguna en tu memoria.

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