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sábado, 4 de septiembre de 2010

Soy tu dueño

Llegué a ti como nadie había llegado,
derribé los muros de tu claustro
y admiré a plenitud tu virginal belleza.
Fui el primero en tocar la casta flor
y deshacerla entre mis manos,
el primero en hundirme en la humedad
de tu ciénaga,
y en saciar mi sed
en el oasis de tu pureza.
Cabalgué en tus muslos cual jinete
por las dunas del desierto
y pude ver los espejismos de mis sueños
hechos realidad.
Eres mía,
soy tu dueño.
Yo te descubrí y te enseñé a amarme
como nunca lo hubieras hecho.
Fuiste doncella,
hoy eres  mujer,
hermosa y bella.
Pero eres mía, sólo mía.
Yo gobierno las bridas de tu vida
y arrebato cuando quiero
los espasmos de tu cuerpo.
Conozco hasta el último rincón de tu ser,
de cabello a pies,
y amo lo que eres, como eres.
Mas nunca olvides que soy tu dueño,
el que tiene en su puño la cadena
que ata tu corazón a mis deseos.

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