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lunes, 6 de septiembre de 2010

Reencuentro

Hubo en esa tarde de diciembre,
una magia suspendida en el aire hipnotizando los sentidos.
Un cálido aliento recorriendo los contornos entre cada rama,
entre cada árbol del jardín perenne de los sueños.
Fue una magia que pintó los espacios de colores encendidos;
marea cristalina recalando en la cordura;
húmeda magia que besó los labios de una hermosa flor,
volviéndola breve incursión al paraíso.
Fue la fuerza de la fe que movió su espíritu
y lo hizo volver del exilio
para volar entre los surcos de las palmas de sus manos.
Porque el viento sopló por un instante
agitando el destino de dos eternos conocidos.
La magia fue que las lágrimas de pronto,
se volvieron risas que iluminaron
sus rostros,
astillas del tiempo encendiendo
la tarde al contacto de sus manos
y la brisa se volvió tornado,
derrumbó dudas,
volaron los temores y desnudas las almas
se encontraron de nuevo
como antaño,
en esa magia cuyo poder
venció la inercia del olvido.



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