Parto piedras buscando en su corazón
el tuyo,
adentrando mis manos
en las cenizas del holocausto.
Ahí donde los adictos duermen espirales,
donde los genios,
desgarran con su lengua las entrañas.
Porque el aire lleva a cuestas
una canción sin eco;
destello púrpura que revienta venas
y hace saltar la chispa
en esas noches cómplices.
Paso en ellas,
y de ahí a la eternidad,
sin más equipaje que la esperanza.
Busco en el rincón del infinito
un manto de piedad.
Pero escondiste muy bien tu razón,
antes que la bruma ácida del ego,
enquistara el odio en que hoy
se ahogan los hijos de la calle.
Tal vez, si no fuera tan cruel,
si no corriera en mi sangre tu herencia,
ya habría retornado mis manos a tu pecho
para detener esta agobiante carga.
No he buscado en el polvo tu locura,
no en el árbol,
no en la tierra,
ni en lo profundo del océano.
Hay otro tiempo destinado
para alcanzar la linea azul,
para no perderme en la incongruencia de los días,
en la antesala del olvido.
Ahí donde los necios queman la vida,
donde se incineran los pulmones,
o se pudren las heridas.
Tengo que encontrar tu corazón,
aunque pierda el mío.
el tuyo,
adentrando mis manos
en las cenizas del holocausto.
Ahí donde los adictos duermen espirales,
donde los genios,
desgarran con su lengua las entrañas.
Porque el aire lleva a cuestas
una canción sin eco;
destello púrpura que revienta venas
y hace saltar la chispa
en esas noches cómplices.
Paso en ellas,
y de ahí a la eternidad,
sin más equipaje que la esperanza.
Busco en el rincón del infinito
un manto de piedad.
Pero escondiste muy bien tu razón,
antes que la bruma ácida del ego,
enquistara el odio en que hoy
se ahogan los hijos de la calle.
Tal vez, si no fuera tan cruel,
si no corriera en mi sangre tu herencia,
ya habría retornado mis manos a tu pecho
para detener esta agobiante carga.
No he buscado en el polvo tu locura,
no en el árbol,
no en la tierra,
ni en lo profundo del océano.
Hay otro tiempo destinado
para alcanzar la linea azul,
para no perderme en la incongruencia de los días,
en la antesala del olvido.
Ahí donde los necios queman la vida,
donde se incineran los pulmones,
o se pudren las heridas.
Tengo que encontrar tu corazón,
aunque pierda el mío.
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