invítame a reposar mis labios en la hamaca de tu boca,
ya ves que cansado estoy de seguir tus pasos
día y noche, noctámbulo, taciturno.
De tanto mirarte,
me he perdido en el horizonte breve que enmarca
los perfiles de tu rostro;
Incontables horas recorriendo tus facciones con mis manos,
alpinista suicida descolgando mis miedos por tus tersos bordes.
Cada trazo me acerca a la comisura de tus labios,
un retoque aquí,
un color más profundo allá.
Te voy rehaciendo en el papel
mientras mi mente se transmuta
y vuela hasta alcanzarte en algún lugar imaginario;
Entonces ahí,
dejo mi cuerpo tendido a la sombra
de tus inquietas y pícaras miradas.
Ah, mujer de papel y de colores
yo te conozco como la palma de mis manos,
te he hecho a partir de una imagen, de un recuerdo.
Yo te conozco,
te he besado mil veces con mis manos,
te he visto saltar la reja de mi claustro,
visitarme en mis noches bohemias
y alegrar mi corazón cuando la luna me transforma.
Ah mujer de carne viva, de tibia piel,
yo te conozco desde antes que nazca el consuelo,
te he llevado a cuestas desde siempre,
como un ideal, como una musa, como un secreto.
Tú eres dueña de incontables fantasías
guardadas en el baúl de los anhelos.
Déjame tenderme en la hamaca de tu boca,
deja que tus soles ardientes bañen mi piel
con su mirada,
déjame dar luz al respingo breve,
tu nariz de porcelana;
soy un niño que quiere una barquilla de nieve,
el terrón de azúcar que escondes en tus labios.
Ah, hermosa mujer,
desde tu boca me arrulla el aliento tenue,
tus palabras, las frases breves,
eternas pausas entre respiración y anhelo.
Déjame colgarme de las comisuras donde nacen tus labios
en ese surco que arremolina deseos y dulces tormentos.
Déjame caer en el vértigo abandono
y al fin, arrastrarme hasta el fondo de tu corazón para
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